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El mundo gira sobre un eje podrido por Alber Vázquez

Alber Vázquez es escritor. “El mundo gira sobre un eje podrido” es una columna de opinión que se publica todos los lunes y que alberga como firme propósito convertir a este planeta en un lugar más habitable donde los hombres y las mujeres del mañana puedan compartir su existencia en condiciones igualdad y justicia. Estamos seguros de poder lograrlo. El mundo gira sobre un eje podrido dejó de actualizarse en abril de 2008.

Hay que volver a la torta

A mi padre le gusta vanagloriarse de que jamás le ha puesto la mano encima a ninguno de sus hijos. Claro, para hacer el trabajo sucio estaba mi madre. Porque mi vieja sí que nos ha zurrado la badana una y otra vez. Sobre todo a mí, para qué negarlo. Es que yo, de pequeño, tenía cierta aversión a la autoridad. Ahora también, pero se soluciona rápido yéndose uno a tomar unas cañas. Ahora, digo: de crío, mi vieja andaba todo el santo día con la zapatilla en la mano presta a impartir orden y justicia. Yo lo cierto es que, no sé si porque lo de recibir de continuo no le hace gracia a ni Cristo, le guardé rencor a la buena señora durante mucho tiempo. Luego fui padre yo mismo y conocí la otra cara de la moneda. Conocí La Verdad.

Desde entonces, no pasa día en el que no dé gracias al Santísimo por haber proporcionado a mi madre ríos de clarividencia. Estoy seguro de que de no ser por ella y por su terquedad a la hora de llevarme por el recto camino, yo habría salido un bala perdida. Hombre, no es que ahora sea el muchacho que toda señora de mediana edad querría por yerno, pero tampoco ha ido mal del todo la cosa: tengo mis lecturas y me gano la vida de manera honrada. Objetivo cumplido.

Y he aquí la reflexión que quiero compartir con la concurrencia. Uno, que ya está al tanto de qué es lidiar con cabroncetes de metro y medio, sabe que apenas dispone de armas para imponerse. La invocación al sacrosanto respeto que se debe a la madre y al padre y poco más. Tu viejo, niños y niñas, está indefenso ante tu santísima voluntad. Os lo juro. ¿Qué va a hacer? ¿Echarte a la calle? Hombre, no… Pues a discutir toca. Y una y otra vez, venga, que si esto, que si lo otro, discusiones absurdas y carentes de toda lógica, que si tal, que si cual… En fin, delirante. Si tienes hijos, sabes de qué hablo; si no los tienes, jamás podrás comprenderlo. Por eso yo ahora, con más canas de las deseables, me tomo los zapatillazos de mi madre como un gesto poético en el que el bien trata de imponerse sobre el mal, la razón sobre la barbarie, la inteligencia sobre la estupidez. Yo era el cretino y estaba obcecado en mi cretinismo, así que mi vieja se quitaba la zapatilla y me daba con ella hasta hartarse. Digo yo que porque con la mano se hacía daño.


Foto (cc) soochal. Dos entrañables quinceañeras sonríen a la cámara. O algo por el estilo.

Por eso hay que conservar el zapatillazo como patrimonio de todos. Por eso hay que decirle a ese juez de Alicante se acaba de cepillar a un señor por quitarse la zapatilla y darle con ella a su hija, que está obrando contra natura. Señor juez: si nos quita la zapatilla, ¿qué nos queda a los padres? ¿Y si se corre la voz entre la chavalería? ¿Y si saben que pueden demandar a sus viejos y que, como mínimo, les cae lo que al señor de Alicante?: tres meses y 21 días de prisión y una orden de alejamiento de 15 meses. De ir a mear y no echar gota.

Hay que volver a la torta o estamos perdidos. Hay que volver a considerar que los hijos necesitan, ¡necesitan, Dios santo!, un bofetón de vez en cuando para que se desarrollen fuertes y sanos. Y que no me hablen de malos tratos, que yo sé diferenciar perfectamente qué es una cosa y qué es otra. Cuando el señor de Alicante se quitó la zapatilla y le dio con ella a su hija de 16 años, fue porque estaba harto de las malas contestaciones de esta última. Hasta los mismísimos huevos. Ergo te quitas la zapatilla, vaya que si te la quitas… ¿Que podía haber dialogado con ella? Pues a lo mejor sí, pero a lo mejor no. Una adolescente sin las hormonas asentadas es mucha tela para un tipo sin preparación específica que, como todos, se limita a ir improvisando sobre la marcha. Yo, personalmente, tiemblo ante la perspectiva. Es que acojona el panorama. Acojona y mucho. De “debilidad emocional del sujeto” nos habla el juez en su sentencia… Sí, claro, pero seguro que él está soltero. Así cualquiera mantiene las emociones en su sitio, no te jode… En una casa con dos o tres maromas de entre catorce y dieciocho años lo encerraba yo, a ver quién se reía más. Y luego metía la llave en una salchicha y se la daba al perro. Y hasta que la cague.

Alber Vázquez | 16 de abril de 2007

Comentarios

  1. Bidane
    2007-04-17 00:46

    Buena noches,

    Yo tengo 21 años, soy educadora y trabajo con menores de entre 12 y 18 años. No soy madre todavía, hasta ahora solo he sido hija, pero Alber, te diré que tienes mucha razón en lo que dices, excepto en que si no somos padres no lo comprenderemos jamás.

    A mi, mi ama me ha dado tantas veces con la zapatilla como me ha dado mi aita collejas, y todas, creo yo que absolutamente todas MERECIDAS Y BIEN DADAS.

    La torta es un último recurso, es la última técnica que se utiliza para que una personita que se encuentra endemoniada, casquetosa y no atiende a razones, calle de una santa vez. Primero se utilizan todos los demás métodos: dialogar, empatizar, pasar, y por último, cuando ya tienes los huevos a punto de explotar, sueltas el sopapo. Y para más inri, después de soltarlo, te sientes echo una mierda (esto lo sé porque lo he hablado con mis aitas).

    Pero siempre hay que intentar no llegar a ello, los anteriores métodos pueden funcionar empleados a tiempo y con la psicología necesaria (y kilos de paciencia paternal).

  2. Ana Lorenzo
    2007-04-17 10:33

    No sé, no sé, Alber. El caso concreto del señor de la zapatilla y del juez no lo conozco bien (sólo la sentencia), así que en ése no me meto.
    En lo que sí me meto es en lo de los adolescentes de los que dices que algunos (y digo yo que muchos) se comportan como si estuvieran pidiendo a gritos un azote, pero un azote hace años, cuando eran pequeños. Y es que no se puede tener un bebé, verlo crecer sin enseñarle y, cuando anda por los doce o catorce años, empezar a decirle lo que está bien y lo que está mal, si hasta entonces no le hemos hecho ni caso o hemos dejado que haga lo que le diera la real gana. Educar a los propios chicos tiene mucho de divertido: yo recuerdo los buenos ratos de jugar con ellas en el suelo (en una alfombra, que no se me tiren encima los escrupulosos) desde que contaban días, gatear, ir descubriendo toda la casa, coger las cosas que se podían, ver cómo las tiraban una y otra y otra vez, oír sus risas cuando te alejas, te das la vuelta de pronto y te acercas corriendo… Pero tiene mucho de aburrido: decir «no» más de cincuenta veces al día porque va a echar mano de un aparato de radio que se le puede caer encima, o porque va a tocar un enchufe, o porque va a acercarse a la calzada, o porque… es agotador; una empieza a preguntarse si dejará alguna vez de ser monopalabro. Y si encima el coche pasaba rápido en ese momento, pues a lo mejor coges a la niña y le dices «¡NO!» acompañándolo de un buen azote (que se amortigua bastante con el pañal, por cierto); y la niña te mira asustada y se echa a llorar; pero la que tiene un susto de muerte porque ya la veías bajo el coche eres tú, y confías en que esta vez se haya quedado con la copla.
    Más allá de los tres años, no creo en los tortazos ni en los azotes; como decíamos mis hijas y yo desde los seis: con la violencia no se soluciona nada. Pero está claro que tampoco todo es explicable ni negociable. Hay cosas que, si entienden, bien, y si no, pues tendrán que respetar que sus padres deciden por ahora (o sus profesores). Para eso, claro, conviene haberles hecho caer en la cuenta de que en esta sociedad los derechos conllevan obligaciones, cosa que parece que los chicos de hoy no tienen muy asimilado, porque yo sólo les oigo hablar de derechos a muchos y nunca oigo dónde narices quedan sus obligaciones.
    En fin, tortazos a los doce o catorce: pues supongo que si uno no ha sido capaz de entretenerse durante esos doce o catorce años, puede que sea la única salida que le vea al problema.
    Sí estoy de acuerdo en que este intervencionismo tremendo que quiere hacer del azote o de la torta una cuestión en la que la legislación se entrometa, me parece exagerado: los malos tratos deberían bastar para parar castigos corporales como pegar con el cinturón o pegar sistemáticamente a un chico.
    Un saludo

  3. Indy
    2007-04-17 13:57

    Yo como no soy padre (y para ser madre me tendría que someterme a una operación bastante gravosa), soy de los que catalogaras de ignorantes. De acuerdo, sumo mi ignorancia, y como tal, no me resistiré a hablar de lo que no se XDD

    Me acerco peligrosamente a los 40 y llevo una vida, … ¿quizás una vida equilibrada? Unas veces me dedico a la mala vida y otra a la buena vida… ventajas y desventajas de la soltería.

    Entrando en materia, soy de los que creo que no se debería recurrir a la violencia física para corregir en la educación de los hij@s. Tampoco estoy del todo de acuerdo con Ana, pero si que creo que lo que son a los 14-16 años deriva de lo que se les ha inculcado desde el primer año. No creo que sea necesario los azotes amortiguados en el pañal para inculcarles las normas básicas y, además, creo que si empiezas con los azotes, el crío los demandará para saber cuando obra bien y cuando mal. Porque al final, ellos mismos te demandan que les pongan los limites. Si de txiki pasas; bien porque sea mas divertido jugar con ellos como dice Ana o bien porque tu trabajo exprima todo tu tiempo. Cuando son menos txikis y las hormonas están borboteantes, es necesaria la intervención de profesionales… no tanto para los chavales, sino para los padres.

  4. romeo
    2007-04-17 14:02

    Teneís toda la razón cuando decís que una torta a tiempo, arregla muchas cosas, y que esta torta, debe ser en la más tierna infancia, desde que empieza a caminar, hasta poco antes del preescolar, para que no se tuerzan demasiado. Fuera de esos límites carece de sentido, porque el niño puede verlo como una manera de “diálogo” corporal, donde él recibe y luego también da ( padres, amigos,etc).

    Hay que saber distinguir claramente entre violencia paterna-materna y educación de la autoridad, donde muy puntualmente hay que cortar el berrinche de alguna manera si no atiende a razones, bien es cierto, que como último recurso y no como modus operandi, que lo único que crea es una sensación en el niño, de que no importa lo que haga o diga, que siempre recibirá un zapatillazo, es decir de clara injusticia, y si esto ocurre, no aceptará ninguna autoridad, y la habremos liado buena.

    Mi experiencia con chavales de entre 13 y 18 años en campamentos y otras actividades de ocio y tiempo libre, me ha hecho ver, que sobre todo lo que nadie nos enseña (y menos en la escuela..) es a imponer la autoridad invitando a los demás a jugar con nosotros, no tenemos herramientas ante los chantajes emocionales de los hijos y tampoco a saber jugar con ellos, y cuando digo jugar me refiero a convivir, educar, transmitir confianza,no dar ordenes contradictorias ni castigos ilusorios o injustos, etc, y sobre todo a invitar a pasar un rato con nosotros.

    Cuando la comunicación no funciona, se explota violentamente, y de ahí a la agresión física (en todos los grados que se nos ocurran, desde el mero azote, al zapatillazo, el correazo, las bofetadas en la cara, etc) hay un paso.

    Una de las cosas que más me llamó la atención de los adolescentes más rebeldes que he tratado es que su actitud buscaba simplemente llamar la antención para obtener el reconocimiento social y el cariño que por otros medios no lograban (padres ultraprotectores o todo lo contrario), así que siendo “el guay” ya era más fácil que te aplaudieran y que con esos galones conquistar a la chavalilla más mona del lugar.

    La solución que se nos planteaba entonces consisitía en involucrar a estas personas (no son infantes inútiles y tontainas) en realizar actividades donde pudieran invertir su tiempo en aprender a realizar labores cotidianas (cocinar, lavar, fregar, asarse, barrer, recoger, arreglar cosa, etc) y otras más novedosas, como jugar o ayudar y trabajar en equipo, cosas que en esta sociedad de alta velocidad, se nos olvida enseñar desde la cercanía y mentamos a la tele o a los profes para que les enseñen todo.

    Cuando a estas personas se las trata como personas responsables e inteligentes, el grado de infantilismo que suelen demostrar normalmente se diluye como un azucarillo, y responden de manera muy diligente, cosa que se agradece desde el que educa y lo agradecen mucho ellos, porque se sienten recompensados por ser útiles y por ver tu cara de satisfación. Esto no quita para que “en tribu” y con licores en las manos se comporten como tontainas, como todos hemos hecho y vemos a diario, independientemente de la edad.

    Moraleja: quien siembra vientos recibe tempestades, sobreprotejamos a los hijos, pasemos de ellos, démosles ordenes contradictorias, no les castiguemos ni les recompensemos por lo que hacen y tratémosles como bebés hasta que se casen, y tendremos unos déspotas sinverguenzas que nos harán perder los nervios y lanzar zapatillazos con lágrimas en los ojos y desgarro en el alma.

  5. pessoa6
    2007-04-17 17:36

    Gracias por tu estupenda aportación Romeo. Tengo dos hijas y la unica vez que les di un cachete fué un dia que estaban muy pesadas y oí voces y pensé que se estaban peleando y sucedía que una se había pillado un dedo con una puerta. No volví. Todavía me sonrojo

  6. Alber
    2007-04-17 18:04

    Romeo,

    Lo de “quien siembra vientos recibe tempestades” es una gran verdad. Excepto cuando no lo es; entonces, se convierte en un gran refrán (que, como todos, ni está cargados de sabiduría ni ofrece enseñanza de fundamento alguna). Puedes ser un padre normal, que enseña, que educa, que es ponderado, dialogante y razonable, que no impone su criterio de forma indiscriminada, que trata de explicar siempre sus motivos, etc., etc. Y la niña, a pesar de todo, te sale respondona.

    No existe necesariamente una correspondencia directa entre “lo hago bien” y “me sale bien”. Pues no, Romeo, no. Te equivocas de cabo a rabo. Esto no funciona así. En realidad, cuando se trabaja con personas, nunca es nada como se supone que debe ser. Hay psicópatas asesinos a los que sus padres jamás pusieron la mano encima y nunca estuvieron dejados de la mano de Dios. Y, sin embargo, son psicópatas asesinos. Y viceversa.

  7. joseluis
    2007-04-17 19:16

    Alber, Alber … no te pierdas… Romeo ha escrito y descrito cosas de lo más razonables y tú a soltarnos por mitad del diálogo a unos sicópatas asesinos. Que no es eso.

  8. Alber
    2007-04-17 20:05

    Hombre, no es que quiera mear contra el viento, pero no creo que haber sido monitor de campamento sirva demasiado en este debate. Yo hablo de padres y madres que viven de forma continua con niños y adolescentes. Romeo, con todo el cariño, es un ingenuo sin experiencia.

  9. Cayetano
    2007-04-18 02:14

    Lo siento, yo no soy ni padre ni madre, pero si he tratado con los niños que han estropeado otros y nadie puede arreglar. Así que cada cual se responsabilice de las acciones que derivan en niños más o menos estropeados.

    La exposición de Romeo me parece muy sensata, sin embargo esto sirve de poco (la sensatez) cuando hablamos de niños, adolescentes, y otros animales. Recuerdo un experimento en un campo nazi donde mantenían durante días a una madre con su hijo pequeño llorando constantemente (mantenían el llanto del crío con algún medicamento), la madre no dormía y terminaba de los nervios, algunas mataban al niño a los pocos días, otras tardaban más …

    El tema supongo, está en la intervención de un juez en un caso muy determinado, y en mi opinión frecuente. No sé quien ha presentado la denuncia, pero si ha sido la maroma de 16 años se me ocurren algunas acciones correctivas.

    Sin embargo este caso es harina de otro costal y es que cualquier subnormal puede ser padre o madre.

    Con todos mis respetos los problemas que tienen los padres con sus accidentes o hijos me la traen al pairo, lo digo tras años de soportar a los familiares y amigos con hijo, tocándome los cojones con lo importantes que son sus responsabilidades porque tienen hijo, etc. Es una forma de hablar, por seguir el tono argumental :)

  10. Arturo Rivas
    2007-04-18 11:32

    En mi opinión, hay dos asuntos diferentes en el artículo de Vázquez:

    - Por un lado, el insulto y degradación que supone para las víctimas de maltratos el que se tipifique como delito de maltrato una bofetada. Forma parte, exagerada y rocambolesca, de la creciente educación en la irresponsabilidad a la que venimos aabocando a nuestros hijos y tiene mucho que ver con la progresía y ese buenismo que tuvo su máxima expresión en la LOGSE: gente que no entiende en absiluto la naturaleza del ser humano y que cree en ecuaciones matemáticas aplicadas al humanismo: si educas así, lograrás exactamente esto o aquello. Paparruchas. La misma generación que ha hecho esa ley ha recibido de niños unas buenas bofetadas, y nadie ha salido traumado; según esto, la inmensa mayoría de los padres y abuelos de esa generación estarían en la cárcel.

    - Por otro lado, el tema es cómo se debe educar, independientemente de lo que diga la ley. Una torta a tiempo evita desgracias mucho mayores; pero esto es totalmente opinable y no dudo de la capacidad de muchos para no darla nunca y obtener resultados estupendos; de ahí a decir que el que la da es que es un fracasado hay un abismo.

  11. MONTSERRAT
    2007-04-18 13:36

    Como mujer, no madre, pero si maltratada en la niñez y en la adolescencia, hasta que pude marcharme, creo que un bofetón no es malo, ¿no es malo que te lo dé tu marido? ¿no es malo que te lo de tu mujer? pues entonces no es malo que te lo den tus padres…...El problema como siempre es la medida, y es cierto, cualquier irresponsable puede tener hijos, necesitas pruebas para conseguir una carrera,un carné de coche, pero no para ser padres.

    Es terrible lo chantajistas,maleducados e infantiloides que se están volviendo nuestros hijos,nuestros sobrinos…pero ciertamente,¿ nosotros no tenemos nada que ver?

    Hubiese agradecido hace 25 años que la ley,las escuelas y todo el mundo hubiese estado más concienciado con los malos tratos, pero no fue así, y prefiero que se peque por exceso que no por defecto, un niño maltratado es lo peor que puede pasarle a esta sociedad.

  12. Indy
    2007-04-20 14:08

    Uff! que tono ha tomado este debate.
    Parece que todo el mundo pretendiera “barrer para su casa” (por seguir con frases y refranes), pero se pasa de puntillas sobre el tema. ¿qué pasaría si el jefe de cualquiera, ante la desobediencia constante, ante la negligencia constante,... os soltara un bofetón ¡como ultimo recurso! tras haber tratado de dialogar, razonar,… bla bla…?

    Una bofetada a tiempo, un zapatillazo (como parece el caso) o cualquier otro castigo físico, no deja de ser VIOLENCIA ante una situación que nos supera… sea porque estamos muy cansados, porque se nos agota la paciencia… Y se podrá valorar en función del daño causado como mas o menos grave, pero indiscutiblemente ha habido una agresión a un menor. Cualquiera de las razones que alegais para cascar a vuestros hijos como padres, lo podría alegar el profesor, el/la cuidador/a, el vecino que aguanta las discusiones, … pero a ninguno le admitiríais que soltara un bofetón a vuestros hijos… ¡ni siquiera siendo merecido!

    Yo recuerdo que cuando empecé mi vida escolar, las andereños y los maisus cascaban con total naturalidad (desde el bofetones, borradores volando, collejas…), sin embargo, hubo un día en que aquello cambio. El conductor del autobús que nos llevaba a la ikastola, le pego un cachete a quien pinto con el rotu la cabecera blanca del asiento… ¡Ardió Roma! Fue entonces cuando nos enteramos de que no nos podían pegar… nada cambio… casi era mejor el método anterior porque desde entonces llegaba una carta a casa con la descripción de la infracción y las consecuencias eran peores en manos de los aitas que de las andereños. Claro, que en aquel entonces, cuando yo llegaba a casa, ya había alguien allí que sabia lo que había hecho en la ikastola…

    La línea que separa eso que llamáis “una torta a tiempo” y el maltrato, es tan fina y sujeta a interpretaciones varias que el legislador no puede mas que penar ambas.

  13. joseluis
    2007-04-20 15:02

    El legislador debería trazar la línea, y no penar ambas. Me parece a mí. Que sea difícil de trazar la separación entre “una torta a tiempo” (hablando de críos/jóvenes en ese momento insoportables) y malos tratos, pues será difícil, pero trazarla es su trabajo y trabajo espléndidamente pagado, por cierto.

    Ahora mismo tenemos una ley contra la violencia “de género” (estúpido nombre, de paso; y vamos: ley que reprime la violencia contra las mujeres) pero tan estúpida (e inconstitucional por discriminatoria, en mi opinión) ley olvida a menores y olvida a mayores y olvida a débiles del sexo masculino. Que esa infausta ley sólo recuerda a mujeres vejadas. Otro ejemplo de la estupidez del legislador y de la baja calidad normativa de este país.

  14. Alber
    2007-04-20 15:16

    Indy,

    Te noto escandalizado ante la VIOLENCIA, así, con mayúsculas. Personalmente, opino que la VIOLENCIA, según el caso, está requetebién. Por ejemplo, si un payo está robándome la cartera cuando vengo de farra a las cuatro de la mañana, me parece de cine que la policía haga acto de presencia y reduzca al sujeto utilizando toda la VIOLENCIA posible. ¿Por qué no? Que se joda el payo, por mangui. Pues lo mismo con el bofetón: un poquito de VIOLENCIA a tiempo es mano de santo.

  15. Indy
    2007-04-21 15:23

    Dios mío!!! Pero que clase de adoctrinamiento habéis padecido…

    Afortunadamente Jose Luis, no eres de los que legisla… que así siga.

    Ja te ostien a ti!!, Albert jauna y entonces quizás te parezca un abuso de autoridad…

    Efectivamente son momentos importantes los de los críos a esas edades y mas importante aun, es la reacción que tengáis los padres de esos vástagos ante sus insurrecciones, ante sus salidas de tono, ante sus retos a la autoridad… una torta a tiempo… en fin así nos va… si para cuando llegan a esa edad, el único recurso que tenéis es el de la torta…¡ bien penados seáis!

    El párrafo sobre la ley de genero y la demagogia baratilla que te cascas para denostarla, creo que es el mejor argumento para defenderla e incluso aplaudir esa ley.

  16. Alber
    2007-04-24 20:42

    La culpa es de las malas compañías.

  17. Indy
    2007-04-26 17:31

    Me parece que echas balones fuera. Todo tiene sus consecuencias: http://blog.eitb24.com/inteligenciaemocional/2007/03/27/auto-regulacion-emocional-educar-gritand. Hay mas artículos de interés en esta web para padres dspista2

  18. Soochal
    2007-07-04 18:00

    can you tell me, please, why do you have this picture of my girls on your page?

  19. Jose
    2007-07-05 02:10

    Pasaría olímpicamente del tema, si no fuera porque se me ha encendido una seductora y maliciosa bombillita en el cerebro.
    Propuesta a los próceres amantísimos de la ciudadanía:
    Instálese por decreto, en cada hogar español, una webcam obligatoria. De esa forma velaremos por el bien de todos y cada uno de los súbditos, y vigilaremos muy de cerca el asuntillo ese de la torta. ¡Faltaría más!

  20. Alber
    2007-07-05 11:53

    Jose,

    Si te refieres al comentario #18, ya hemos hablado con ella y le hemos explicado el sentido del artículo (que ella no entendía por no hablar castellano). Parece que el asunto está aclarado.


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