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Educación y transhumanización por Manuel Ángel Vázquez Medel

En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.

La voluntad en las dinámicas educativas

“Hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad.” Albert Einstein

Nos dice el Diccionario de la Lengua Española que voluntad es “facultad de decidir y ordenar la propia conducta”. Como toda “facultad”, es una aptitud o “capacidad para operar competentemente en una determinada actividad”, y resulta innegable que algo hay en el ámbito de la voluntad, de las facultades y de las aptitudes innato: hay personas con más voluntad, en general, o bien aplicada a determinados sectores de la conducta (sectorial), como hay personas con más aptitudes para la comunicación verbal, para la música o el dibujo.

Sin embargo, la educación humana surge precisamente en ese punto en que no nos conformamos con la naturaleza, sus imperativos y limitaciones, y deseamos revestir, investir, a los seres humanos con conocimientos, habilidades, capacidades que los hagan aptos para operar con competencia en el mundo de la vida y que, dentro de la división de tareas que la vida comporta, algunos adquieran facultades al servicio del bien social, que a su vez redunden en la realización personal (incluida la contraprestación de necesidades para vivir).

Voluntad, pues, se tiene, pero también la voluntad se ejercita y se fortalece. Y sólo conocemos una manera eficaz de fortalecimiento de la voluntad: su uso. Cuanto más se sitúa al ser humano (y especialmente desde edades tempranas) en situaciones de decidir, de elegir y de ordenar su propia conducta, más fuerte se hace su voluntad. Incluso allí donde surgen otros cantos de sirena y somos atraídos por llamadas que nos desvían de nuestro rumbo. Y, por supuesto, la introspección y la capacidad crítica y analítica nos hacen ver aquella situaciones en que ha flaqueado la voluntad, así como posibles remedios para evitarlo en el futuro.

Nuestro mundo es un mundo que favorece poco la atención, como capacidad de tender hacia aquello que nos llama, que tenemos delante y que debe ser el objeto de nuestra dedicación y esfuerzo. Muy al contrario, constantemente nos desvía y nos distrae: esto es, nos trae y nos lleva hacia un lugar y objetivo distinto a aquel que en ese momento y lugar debía centrar nuestra orientación.

Pues bien: si ser atentos y elegantes son condiciones básicas y objetivos que debe promover el sistema educativo, no es menos importante saber reforzar, en un mundo de dispersiones y espectáculos, la voluntad personal, como virtud o fuerza, que sabe renunciar a lo inmediato para conseguir metas y logros de mayor alcance.

Si desde que pusimos en marcha estas reflexiones sobre “Educación y Transhumanización” hemos insistido mucho en estos factores, es porque entendemos que la transformación de los sistemas educativos (formales o informales) no debe estar fundamentalmente en los cambios de contenidos, sino en el refuerzo de las bases y condiciones que hacen posible la forja de seres humanos libres (y por ello responsables), conscientes (y por ello críticos), creativos (con capacidad de innovación y de afrontar retos desconocidos), atentos (frente a la excesiva dispersión dominante) y elegantes (con capacidad de elegir, desde la libertad y el buen juicio, y asumiendo la responsabilidad que toda elección supone).

El principal problema de las dinámicas educativas actuales es que, como nadie puede dar lo que no tiene, una buena parte de quienes asumen las responsabilidades básicas de los sistemas educativos llegan ya con un debilitamiento de voluntad, de constancia y de motivación, que mal puede hacernos esperar que contribuyan a ofrecer a los más jóvenes ese equipamiento personal, que corrige las limitaciones del entorno familiar y les permite desenvolverse con éxito en la vida, más allá de todo determinismo social.

Por ello nuestra insistencia en el carácter sistémico, abierto, plural y complejo de las dinámicas educativas, así como de su dimensión “imperfecta” (en su sentido etimológico de inconclusa, nunca del todo acabada). El docente sigue educándose a la vez que educa al discente. Y también aprende de él. Juntos, codo a codo, realizan una trayectoria que en absoluto es externa o accidental, sino que les implica desde lo más profundo, pues en ella invierten no tiempo, sino vida, algo absolutamente irreducible a transacciones y compensaciones económicas.

Por ello no basta con la voluntad. Hace falta constancia, perseverancia, determinación y mucho esfuerzo. Y ese motor sólo se puede alimentar, nutrir, con un combustible sostenible y renovable: la motivación. De ella hablaremos en nuestra reflexión próxima.

Manuel Ángel Vázquez Medel | 26 de junio de 2011

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