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Educación y transhumanización por Manuel Ángel Vázquez Medel

En el siglo XXI, con la “revolución de la mente” (tras la “revolución del músculo” que supuso la revolución industrial), la educación ocupa el lugar central de todos los procesos humanos. Cada 26 del mes en curso, Manuel Ángel Vázquez Medel, Catedrático en la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla, ofrecerá nuevas claves educativas para pensar, sentir, comunicarnos y actuar en la nueva sociedad de la comunicación y de los saberes compartidos.

Revolución educativa y cultural: que no lleguemos tarde

Es natural, en tiempos de crisis, de dificultades, que se acentúen las polaridades entre las que nos situamos el común de los mortales: la percepción apocalíptica de que todo es un desastre y terminará de manera violenta e incontrolada, o bien la actitud integrada y complaciente de que todo es controlable, aplicando la receta de “más de lo mismo” (que es como intentar apagar un fuego arrojando barriles de gasolina).

El momento presente es un momento crucial: nos encontramos ante una encrucijada que exige mucha creatividad, mucho valor, mucha generosidad… Exigencias que parecen encontrarse en las antípodas de los poderes fácticos y especulativos que controlan el planeta y de los políticos complacientes que han perdido el norte (y el sur) y han terminado confundiendo el fin con los medios. Ya Umberto Eco decía que íbamos a paso de cangrejo: hacia atrás, hacia ese Ur-Fascismus o fascismo primordial que de nuevo vuelven a exhibir en nuestros país los colectivos de ultraderecha, sin complejos. Antonio Tabucchi lo titulaba La oca al paso. Noticias desde la oscuridad que estamos atravesando, unas reflexiones que ponían de relieve el belicismo triunfante, el terrorismo y el antiterrorismo, el neofascismo, el racismo, el revisionismo, los nuevos autoritarismos, las eternas y renovadas tentaciones totalitarias.

El momento que vivimos es ya insostenible. Lo es medioambientalmente, socialmente, mentalmente… No es posible seguir avanzando en el misterioso destino reservado a la especie humana por caminos ya transitados, y se requieren otros proyectos, otras ideas, otros valores para hacer viable la hora presente. Impulsos que, a mi juicio sólo podrán venir de la rápida extensión de un imaginario femenino de alianza.

El problema es que, en 2010, el statu quo, la situación objetiva en el planeta tierra se caracteriza por dinámicas que, para los seres humanos del futuro (si lo llegamos a hacer viable), serán tan incomprensibles como lo son ahora para nosotros la antropofagia o la esclavitud. Aunque una pequeña parte de la humanidad siga devorando (real y simbólicamente) a la gran mayoría, y aunque esta gran mayoría siga siendo esclava de prejuicios, de dogmas, de imposiciones que se aceptan como si fueran “naturales”.

La violencia extrema que en el día en que escribo estas líneas se aprecia en todo el planeta (desde las calles de Londres, Lisboa y Roma a los rincones de Haití, el Sahara, Irak o Corea) no es más que el signo o síntoma (para quien pueda, sepa y quiera leerlo) de una dinámica que conocemos bien, pues nos llevó con anterioridad a los dos grandes conflictos que hemos llamado “guerras mundiales” (como si nuestro planeta no siguiera en guerra mundial desde 1945).

Esta vez sí es cierto que la única alternativa es la revolución mental: el cambio de valores, de pautas de conducta, de roles, de actitudes y comportamientos de los seres humanos. No hay cárceles suficientes para encerrar a los más de mil millones de directos maltratadores de nuestro planeta, ni recursos posibles para proteger a las más de mil millones de víctimas directas.

Ante nuestros ojos se perpetra el mayor delito de lesa humanidad que hayamos conocido. Y la única posible respuesta ha de venir de la rápida transformación de las mentes, a través de las dinámicas educativas y de una cultura entendida no como lujo, sino como exigencia imperativa para la convivencia y el pacto social.

La educación se encuentra en el centro mismo de una posibilidad de transhumanización, de superación de un buen número de miserias y egoísmos humanos que ya no sólo no son viables socialmente, sino tampoco individualmente. Por mucho que los idiotas morales se empeñen en justificar el cainita “a quien dios se la dé, san Pedro se la bendiga…”

Es el momento de la educación y de la cultura… o de la barbarie. De nuevas creatividades y generosidades fundadas en el principio de alteridad y empatía, o de una violencia extrema.

Ojalá que estas palabras sirvan para animar dinámicas que permitan evitar tanto sufrimiento, tanto dolor como es posible presumir… O que, simplemente, estén equivocadas… Prefiero no pensar la otra alternativa.

Manuel Ángel Vázquez Medel | 26 de noviembre de 2010

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