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Crónicas del Hype por Guillermo Zapata

El 14 de cada mes, una columna sobre fenómenos mediáticos, cultura convergente, sociedad de control y otros servicios inútiles servida a modo de notas orientativas y, a poder ser, con algo de humor. Aunque los enlaces y las citas serán el auténtico grumo de este potaje, el encargado del caldo es Guillermo Zapata. Un guionista de televisión que a veces hace cortos.

Cansados de mirar y de ser mirados

1.- La columna de Cronicas del Hype del mes pasado se titulaba El Hype necesita Yonquis optimistas Sin embargo, si uno la relee, se da cuenta de que muy bien podría titularse “El Hype necesita Yonquis” y punto. Pero no sería cierto. Para poner en marcha toda esa energía necesaria para jugar a juegos on line, twittear, etc. Es necesaria una cierta dosis de alegría. La euforia, por pasajera que sea, es hermana del hype y muy productiva.

La aceleración de los tiempos de atención, la sensación de permanente exposición pública, la disolución de las barreras de lo privado tienen, sin embargo, efectos muy directos en nosotros.

2.- Una pareja rompe tras años de relación. La ruptura, dolorosa, tiene una inmediata correlación en el mundo virtual. Ella le borra a él de su lista de amigos de facebook. El movimiento, quizás la primera cosa que hace tras la ruptura, tiene una doble lectura.

Por un lado está mandando un mensaje al resto de “amigos”. Mi pareja ha sido expulsada de mi red. Podríamos centrarnos en ese impulso de “contar a otros” lo sucedido (que sería lo que el hype quiere que hagamos. Que sigamos contando nuestra vida, aunque estemos hechos polvo. Que sigamos produciendo signos sean los que sean. Nos afecten como nos afecten) pero probablemente el movimiento tenga mucho más que ver con la segunda lectura.

Al expulsar a mi pareja de mi red dejo de saber lo que está haciendo y además le impido saber lo que estoy haciendo yo. En ese sentido, el movimiento tiene muy poco de exhibicionista y mucho de lo contrario, de recuperar una intimidad. Es una forma bastante directa de decir “Quiero estar sola”. También es una forma de saber que las acciones en el mundo en el mundo físico tienen un correlato virtual. Que la red no está exenta de consecuencias.

3.- Hablemos un segundo de las personas que reciben ese mensaje. Amigos de toda la vida, compañeros de trabajo, gentes conocidas en momentos pasados de su vida, etc. Toda una amalgama de personas con niveles de relación e interacción muy diferentes que han sido uniformados por facebook y ahora son “amigos”. ¿Qué se supone que deben hacer? ¿Deben hacer algo, decir algo? La comunicación líquida se convierte en la nueva forma de expresión de la nada.

Te mando un sms de pésame por la muerte de tu padre porque estoy en ese lugar intermedio entre apenarme por ti y pasar completamente de lo que te pase. Compartimos un link, un enlace. Un nada. Yo, por mi parte, agradezco tu mensaje y quizás, días después piense en si debería responderte con un “gracias” o incluso pidiéndote disculpas por no haber escrito antes, estaba muy liado con el funeral de mi padre.

Esa neurosis entre la obligación permanente y la disculpa está determinada por una nueva forma de relación que tiene como característica principal que es visible a los ojos de todo el mundo. La visibilidad nos introduce en un contexto social al que debemos respuesta, aunque ese contexto nada vaya a saber de nuestras mutuas interacciones. Es normal, por tanto, que estemos cansados. Y es normal, también, que el hype se empeñe en alegrarnos, porque las personas tristes y cansadas no comunican.

4.- De la misma forma, hay cuestiones que aún hoy se resisten a ser expresadas de forma pública. Todas aquellas que se inscriben en el cuerpo de una forma más permanente, que no resisten los códigos del hype, que no son tan fácilmente reducibles a lo lúdico y que expresan nuestros miedos: la depresión, la muerte, la enfermedad y por encima de todo, el dolor. El dolor está proscrito para el hype y no se puede hablar de él. La forma que tiene el hype de exorcizar el dolor es (ya lo hemos comentado antes) dándole un sentido determinado. La forma de dar sentido en el hype pasa por la terapia. La terapia es televisable, empaquetable y vendible. La terapia es el espectáculo de la sanación. El fin del dolor. El hype necesita producir grandes “síes” en medio de tanto “no”.

5.- En ese sentido podríamos decir que la enfermedad, la muerte, etc. son —a veces— mecanismos de autodefensa, momentos de intimidad absoluta para sustraernos del hype: opiaceos frente a tanto estimulante… El problema, claro, es el coste emocional de poner en centro de la existencia y de la constitución de la vida esas cuestiones que, por otro lado, el hype intenta borrar como si no existieran, con la violencia que eso supone.

Recuperar y producir una esfera de comunidad nueva, no escindida y que aúne las potencias y los miedos en un proyecto de vida dentro y contra el hype (No se trata, como proponen la mayor parte de los críticos al estado de cosas existente, de volver a un pasado imposible y mistificado de pureza inexistente, sino de constatar que el hype es irreversible, pero superable).

Quizás, se trata entonces, de buscar una nueva forma de amistad. De ser con otros.

Ese es el reto.

Guillermo Zapata | 14 de abril de 2010

Comentarios

  1. Celebes
    2010-04-14 15:45

    Interesante! Menos mal que no se lo ha quedado para Ud. solo y lo ha puesto aquí, para que lo miremos! ;)

    Saludos,

  2. Alguien que pasaba
    2010-04-14 18:16

    Un pequeño apunte. Siempre se tiene la opción de llevar a cabo acciones (expulsar a una persona de esa red) sin que se reflejen de cara al resto de los contactos.

  3. Carlos Alonso
    2010-04-14 18:36

    De nuevo estupendo.

    Aquí un seguidor entusiasta de esta serie de crónicas.

  4. Alberto
    2010-04-14 20:19

    Y sin embargo… la exposición de las miserias emocionales, o la pornografía sentimental, o el “blog como catarsis” sí que encuentran sus ecos en la red, primero en los blogs, después en los “estados” o en las “notas” de Facebook o Tuenti. El dueño del perfil de facebook en cuestión escribe frases dolientes, a ser posible crípticas, del tipo “A veces el dolor de la soledad es preferible a la hipocresía del amor fingido”, y cosas así. Sus lectores reaccionan, y llenan ese “estado”, o esa “nota”, de comentarios de apoyo, de ánimos, de frases reconfortantes. Los lectores esperan ansiosos cuál será el siguiente paso, si ella volverá a quererle o si finalmente él era tan cabrón como parecía.

    Puede ser una forma de terapia, por qué no, pero no deja de ser una forma de expresión (tal vez banalizada) del dolor.

    Por cierto, Facebook es la prueba palpable de que toda acción internáutica tiene sus consecuencias, y de que incluso la inacción es una acción (“¿Por qué no te has hecho fan de mi página de música con bombines?”). Recuerdo el caso de una amiga que revisando su perfil vio que en sus datos públicos estaban cosas como su “Estado Civil”, en este caso “soltera”. Ella pensó “qué coño, no quiero que algo tan personal sea público”, así que eliminó de su perfil ese dato, para que dejara de ser público.

    Consecuencia: en su muro FB escribió la frase “Fulanita ha dejado de estar soltera”, y evidentemente aparecieron de inmediato sesenta personas diciendo: “¿SI? ¿Quién? ¿Tienes fotos? ¡Qué calladito te lo tenías!”, etc.


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