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Cine a topicazos por Manuel Haj-Saleh

Manuel Haj-Saleh decidió un día poner sobre el papel esas eternas discusiones en las que se meten cinéfilos y cinéfalos cuando acaban de ver y disfrutar una mala película, plagarlas de lugares comunes e inundarlas de erudición vana para darles fuste. El resultado se llama Cine a Topicazos y podrán encontrarlo aquí exactamente cada diecisiete días.

El cine español

De un sólo golpe, tráguense esto: el cine español mola. Pero no “mola-mola”, no, ¡mola un güebo! Los carcas que piensan que desde el antepenúltimo Berlanga no se ha hecho nada decente en nuestro patrio cine no pueden estar más equivocados. El cine español ha venido evolucionando desde las cotas más bajas de la podredumbre y el lodo hasta alcanzar alturas sólo permitidas a los dioses. Particularmente en las tres últimas décadas, con la muerte de cierto señor con bigote y el advenimiento de otro cierto señor sin bigote, se han atravesado estadios del arte en nuestra cinematografía que resultan un verdadero tratado antropológico.

Y si no me creen, hagamos un breve recorrido por esos años en los que la figura del censor desapareció del proceso creativo para convertirse en un espectador pajillero al uso. Comenzando por la década de los setenta, observamos que algunos espabilados directores-productores (en España no nos cortamos un pelo a la hora de pluriemplearnos, ya que somos capaces de sentar cátedra en varias ciencias a la vez) comprendieron que al cine español no le faltaba talento, no: le sobraba ropa. Este neo-relativismo que asombraría al propio Einstein (y a Aristóteles y Newton juntos, qué cojones) fue la base sobre la que se asentó la ingente producción celuloídica1 patria hasta más o menos la eclosión del reaganismo y de la movida madrileña. Las salas se abarrotaron de espectadores necesitados de cariño y amor, y esto se les dio en forma de tetas y culos. Curiosamente, ninguna de estas joyas mostraba un sólo pene, ya que para estos se habían inventado, a modo de advertencia, una extraña clasificación llamada “S”, suponemos que porque alguien del ministerio de Kurtura las visionaba con un ojo abierto y, al primer asomo de pelo rizado, exclamaba “¡a «ese» se le ve la pilila!”, para desesperación de los exhibidores, que querían duplicar la asistencia a los cineclubes apuntando también a las señoras inquietas. De esta época se obtienen sanas y esperanzadoras conclusiones: el cine español llenaba taquillas, a nadie le importaba que su dinero fuera a subvencionar nuestra “excepción cultural” (mientras el presupuesto de vestuario siguiera rigurosamente controlado al mínimo) y Saura y Garci quedaban para los circuitos de arte y ensayo… para alivio de nuestros cuerpos y mentes, ya que las pajas mentales no resultaban tan agradables.

En la década de los ochenta y a pesar de un gobierno socialista, vivimos el auge y caída de la factoría Ozores (Mariano/Antonio, aún era pronto para la fuerza interpretativa de sus churumbelas) demostrando que hasta de tetas podíamos acabar saturados, sobre todo cuando las que aparecían en la pantalla no eran agarrables. Superados los síndromes de Fedra Lorente y Sabrina (gracias, Chicho), tomaron la alternativa los Colomo, Trueba y Aranda, entre otros, representando los estratos de la comedia, la comedia dramática y el dramón, respectivamente, pero los muy rajados decidieron apuntarse al conservadurismo compulsivo, no fueran a retirarles las subvenciones, y decidieron echarse al monte de distintas maneras. Colomo se especializó en comedias de enredo descafeinaditas con Verónica Forqué, Antonio Resines, Guillermo Montesinos, Chus Lampreave y Carmen Maura. Por su parte, Trueba se especializó también en comedias de enredo con un poquito más de trasfondo y empleando, por el contrario, a Carmen Maura, Chus Lampreave, Guillermo Montesinos, Antonio Resines y Verónica Forqué. Aranda, en un revival poco más que inquietante, decidió que las comedias de enredo no eran lo suficientemente aburridas y que, además, los dos directores mencionados le sisaban los actores por la jeta, de modo que se especializó en narraciones de gran intensidad dramática y aproximadamente seis horas de duración (o, al menos, lo parecían) en los que siempre, siempre, acababa desnudando a su actriz principal. Desde luego, siempre por estricta exigencia del guión y con un sentido artístico que ya quisieran para sí Rubens, Delacroix o Milo Manara. Corriendo paralelo a estos teníamos a Almodóvar, por entonces un transgresor que hacía siempre películas “guarras”, según su definición, que suponemos viene dada por la cantidad de grano que tenían sus fotogramas. Así, teníamos la oportunidad de encontrar en sus películas a Chus Lampreave, Guillermo Montesinos, Verónica Forqué, Carmen Maura y Antonio Banderas (en un claro error del director de casting, pues era obvio que habrían preferido a Resines). Por su parte, Saura se las debió de ver negrísimas de pelas, ya que rodaba con los primeros que se encontraba por la calle, y a Garci le dieron un Oscar por Volver a empezar (1982) y se lo tomó tan al pie de la letra que desde entonces parece que siempre hace la misma película. No ha vuelto a comerse un colín en Hollywood, desde luego, pero siempre es “una apuesta segura” para las nominaciones. O así.

Llegan los noventa y el gobierno de Clinton, que impulsa a nuestro cine como nadie lo había hecho antes. Fuera Colomo, bienvenido Martínez-Lázaro, que es lo mismo pero mejor, pues ahora Colomo se pasa brevemente al lado visible de la pantalla. Aranda sigue exigiendo en el guión que sus actrices acaben en pelota picada y sus actrices, como será el papel que marque sus carreras, se dejan hacer sin protestar, lo que nos hace soñar a muchos “sinéfilos” con ser algún día directores de obras maestras infumables… lo que sea por ver a la Verdú siquiera en ropa interior. Garci cambia el estudio por los platós para explicarnos lo grande que es el cine (en versión doblada, con cortes publicitarios, comiéndose los créditos y repleto de interesantísimos y amenos contertulios), pero sin olvidarse de dejarnos un par de filmes intimistas al lustro, no vaya a ser que dejemos de plantearnos el porqué de las subvenciones. Saura se pasa al documental sin palabras y, tras Sevillanas (1991), Flamenco (1994) y Tango (1997) decide dejar “Muñeiras” y “Sardanas” para tiempos menos convulsos. A Trueba lo subieron a los altares cuando consiguió el Oscar con Belle Epoque, lo que llevó a muchos a decir que el cine español estaba recuperándose espectacularmente… y no deja de ser irónico tratándose de una película de 1992 que se envió a los Oscars de 1993 (concedidos en 1994) porque el nivel de los films españoles en el 93 era aparentemente tan bajo que la única manera de tener posibilidades en Hollywood era enviar a una película con dos años de antigüedad y ya fuera de las salas comerciales del país. Almodóvar, por su parte, una vez repuesto del fiasco americano de su Mujeres al borde de un ataque de nervios (1989) y de haber contribuido a crear una nueva calificación por edades en el país de las barras y estrellas con su Átame (1990), decide ir abandonando poco a poco su fase garrula e ir puliendo sus films con barnices de madurez, que culminarán con la concesión del codiciado premio casi al borde del siglo (Todo sobre mi madre, 1999). En esta década, además, asistimos al nacimiento de una generación de cineastas que acabarán copando las carteleras hasta casi el cambio de cifras: Álex de la Iglesia, Juanma Bajo Ulloa, Julio Médem y Alejandro Amenábar, a cual más peculiar que el anterior. Con títulos tan atractivos como Vacas, Tierra, La Madre Muerta o Acción Mutante van tomando posiciones para convertirse en los pioneros del “nuevo cine español”, el que consigue llegar a espectadores más jóvenes, el que le da sentido a la gala de los Goya, el que aspira, como si fueran Gasol o Navarro, a jugar en la NBA de las estrellas de “jolibú”, aunque el que llega a dar el salto acabe hasta las narices de hacer las cosas bien ( Two Much, Fernando Trueba/1995; Perdita Durango, Álex de la Iglesia/1997). Los actores fetiche de los ochenta dejan paso a jovenzuelos como Ariadna Gil, Penélope Cruz, Nancho Novo, Aitana Sánchez-Gijón, Carmelo Gómez, Fernando Guillén-Cuervo, Eduardo Noriega, Fele Martínez, Candela Peña, Saturnino García, los Bardem (Javier y Pilar), Álex Angulo o Luis Ciges. Santiago Segura demuestra empíricamente lo que la ciencia nunca pudo demostrar: que son posibles la ubicuidad y el movimiento continuo. Al ignorado Ricardo Franco lo canonizan poco antes de morirse (La Buena Estrella, 1997). Luis García Berlanga da su adiós oficial al cine destetando a Concha Velasco. Y, con carácter general, el cine español inventa una nueva técnica para los actores de comedia (o, para ser exactos, Antonio Resines y Tito Fernández) que quieren pasarse a los papeles serios: poner cara de estar estreñido mientras dure el rodaje. ¡Púdrete, Stanislavski!

Y acabamos con eso que se llama “época actual”, en la cual la generación de Al Salir de Clase toma la delantera, arrojando a un puñado de sorprendentemente buenos actores hacia el cine y la televisión de alcance. Aranda, siempre al quite, se apresura a despelotar a Pilar López de Ayala2 primero y a Paz Vega después, no fuera a ser que se le adelantaran, aunque en este último caso hay que reconocer que Médem estuvo más avispado; la edad, que no perdona. Una nueva hornada de directores, actores, guionistas, compositores y técnicos que no le hacen ascos al estilo de vida jolibudiense prometen el advenimiento de otra edad dorada del cine español, que ya comienza incluso a atreverse con los musicales y las superproducciones, con desigual resultado. Aunque solamente nos enteremos de las nominaciones al Oscar si se las dan a Cruz, Bardem y/o Almodóvar, lo cierto es que en los últimos años se ha hablado mucho español en las listas de candidaturas. La Academia de Cine, en línea con los tiempos que corren, decide que lo taquillero no tiene calidad, que los cortos son demasiado largos y que donde esté un buen Garci o un buen Saura no hay color posible, de modo que siguen apostando por los dinosaurios, que tan bien le vinieron a Steven Spielberg en su día. La influencia de G. W. Bush es más que clara (en la Academia, no en los nuevos cineastas) y, a poco de cerrar la primera década del tercer milenio, parece que el cine español tiene un gran futuro por delante, en el que es posible que, incluso, se produzcan películas medianamente entretenidas, sin protagonistas eternamente perjudicados, con un sonido directo que no haga sentir vergüenza ajena en la revisión en DVD, con carteles que no parezcan propaganda de guerra y con actores capaces de vocalizar frases de más de siete palabras (incluyendo algún que otro trisílabo). Y, siendo optimistas de la muerte, que todo eso pueda hacerse sin subvenciones de por medio. A lo mejor, quién sabe, podremos ver dentro de pocos años una ceremonia de los Goya que no cause sopor y en el que haya suficientes películas de calidad de tal modo que no haya que repartir las veintitantas categorías entre tres o cuatro cintas, cada una de ellas con catorce nominaciones. Eso sí, un ruego sin rubor alguno: que no jubilen jamás a Chus Lampreave, que viene a ser como los cabellos que dan la fuerza a este Sansón un poco torpe denominado _cine español.

P.S.: Por si alguno no se ha dado cuenta, hoy es 28 de diciembre, así que tómense el artículo como prefieran (sonrisa maligna).

1 De celuloide y también de celulitis. Obvio.

2 Creemos que sólo era una excusa para despelotar a Manuela Arcuri, pero quiénes somos nosotros para juzgar…

Manuel Haj-Saleh | 28 de diciembre de 2007

Comentarios

  1. Miguel A. Román
    2007-12-28 11:19

    Después de las comidas de estas fiestas, meterse entre pecho y espalda 30 años de filmoteca nacional ha acabado con mis existencias de Alka-Selzer.

    No he visto a Bigas Luna ni a J.A.Bardem en esa selección tuya, y al menos podrían chupar banquillo.

    El cine español es el que es. Echando un vistazo por ahí no está tan mal.

    El problema es que aquí todo el mundo artístico quiere hacer algo sublime, lleno de mensaje y simbolismo. Y al personal que paga en taquilla el trascendentalismo se la trae floja.

    Hace unas semanas, saliendo de “El Orfanato” levanté mi puño mirando al cielo crepuscular y poniendo a Dios por testigo juré que jamás volveré a picar otra vez en una peli española. El problema es que ya he repetido ese juramento tantas veces que nadie se lo cree.

  2. Marcos
    2007-12-28 12:32

    Pues no sé, Manuel… te leo el artículo y no sé si va en serio, en broma, en serio y en broma o qué. ¿Que hay buenas películas en el cine español? Claro. Pero temo que son excepciones; y no hablo de buscar obras maestras, hablo de una industria que funcione profesionalmente y con una calidad media aceptable, con guiones sólidos y repartos consistentes.

    Y yo no creo, Miguel, que el problema sea precisamente ese ansia de hacer algo sublime; quizás el problema esté más precisamente en ese “orgullo” por la comedia nacional que normalmente acaba en bazofia.

    Saludos

  3. Manuel Haj-Saleh
    2007-12-28 12:44

    @Miguel: no incluyo a Bardem porque el artículo se centra sobre todo en las tres últimas décadas y Bardem (J.A.) se quedó atrapado un tanto atrás. Observa que a Berlanga sólo lo menciono de pasada. Además, Bardem comete el inmenso error de no meter apenas a Antonio Resines o Verónica Forqué en sus películas, y eso lo vuelve un director maldito :-)

    @Marcos: pues se me olvidó la frase tópica de salida del cine con la que suelo comenzar mis artículos. En este caso era, “lo que más me ha gustado de esta película española… es que no parecía española”. Real como la vida misma. Y en cuanto a si el artículo va en serio o en broma, o mitá y mitá... mejor no te digo a la hora a la que lo acabé para que no me despidas a mí también (nueva sonrisa maligna).

  4. Marcos
    2007-12-28 14:26

    Mi comentario no quería ser una crítica al artículo… simplemente constataba que al leerlo tengo la sensación de que juegas un poco a dejar abiertas a la interpretación muchas de las cosas que dices, cosa que no me parece mal en absoluto.

    Antonio Resines, como otros muchos actores españoles de primera fila, es patético, salvo cuando lo dirige un buen director.

    Saludos.

  5. Merche
    2007-12-28 17:13

    Qué mala uva os gastais todos…

  6. Ana Lorenzo
    2007-12-28 18:15

    Vaya, yo pensaba ir a ver El Orfanato, pero después de leer la opinión de Miguel…
    Manuel, Saura será un dinosaurio, pero a mí me gustó mucho Tango y además de tener unos bailes y una música preciosas tiene un argumento con sorpresa final (ya quisieran algunas que no sirven de documentales). A lo mejor influye también mi debilidad por el actor (cojo él en la peli), por la música y por el baile.
    Ah, ayer fui al cine (no, no vi una película española): el anuncio de la película de Mortadelo y Filemón. Misión: salvar la tierra casi me dio más vergüenza que las de la factoría Ozores. Y en la tele, Ángeles S.A. me hacen añorar a Marisol y a Joselito. Ay, qué poco hemos cambiado…
    Un beso.

  7. Manuel Haj-Saleh
    2007-12-29 16:20

    Si es que la cosa da para una serie dentro de la serie, Ana. Y eso que me he dejado a los actuales cansinos de moda, léase Fernando Tejero, Willy Toledo y Eduardo Noriega. Fíjate si los cineastas españoles se fían poco de sus propios recursos que para una superproducción netamente cañí como “Alatriste” tienen que buscarse fuera al protagonista. En ese plan, ¿con qué actitud quieren que les mire?
    No he visto el trailer de la nueva Mortadelo y Filemón, pero tuve la desgracia de ver la antigua. Lo que hicieron los Fesser con los personajes fue para colgarlos por los pulgares en pleno centro de Écija a mitad de julio…

  8. epe
    2007-12-30 22:43

    El Orfanato… asustar no sé si asustará a algún niño por ahí, pero cabrea bastante.

  9. sergio
    2007-12-30 23:29

    Bueno, este artículo me ha recordado a este “decálogo del cine español”, que coincide enmuchos de sus argumentos, aunque de forma más resumida:
    http://natisu2008.blogspot.com/2007/09/el-declogo-del-glorioso-cine-espaol.html

  10. Karlaki
    2008-01-03 10:20

    Una vez recuperado del descojone que me ha dado en plena oficina, quisiera añadir una crítica a tan excelente artículo.

    Ya que habla usted tanto de producciones taquilleras, ¿por qué no menciona cuáles son esas películas que lograron poner en comunión a director y espectador?

    Mójese hombre, mójese. Mucho se sabrá de nuestro carácter patrio si dilucidamos lo que nos gusta visionar: Segura, Amenábar y alguno que otro cabe por ahí.

  11. Julia
    2008-01-04 13:47

    A mi también me ha pillado la lectura cinematográfica en el trabajo intentando contener la risa. A primera vista echo de menos a Isabel Coixet, debe de ser por querencia propia, aunque ahora que caigo, no la encuadraría nunca dentro de los tópicos del cine español…

  12. Marcos
    2008-01-04 13:50

    Bueno, es que Coixet no es cine español. Conocí primero al personaje, y luego sus películas, y me sorprendieron muy gratamente porque pensé que serían de un arte y ensayo pedante y pretencioso, y resultan ser delicadas piezas sentimentales, cercanas y tiernas.

    Saludos

  13. Manuel Haj-Saleh
    2008-01-04 14:04

    Karlaki: Pues así a bote pronto me salen “Torrente”, “Airbag”, “El Día de la Bestia”, “El milagro de P. Tinto”, “Los Otros” (que es de producción extranjera en buena parte) y, recientemente, “Alatriste”, de cuyo éxito sospecho que tuvo mucho que ver Viggo Mortensen por encima de cualquier otra consideración. En resumen: nos atrae el sexo, la caspa, los chistes gruesos, más sexo y el acojone. Las conclusiones de cualquier estudio sociológico a partir de estos mimbres deben ser estremecedoras.

    Julia y Marcos: Coincido con el jefe en parte. Coixet no es cine español pero su directora tiene la pretenciosidad propia de éste. El par de pelis que de ella he visto (no digo los nombres para que cada cuál se indigne a gusto :) me aburrieron “lo mah jrande”.

  14. Marcos
    2008-01-04 14:27

    Veamos, he visto: “Mi vida sin mí”, “Cosas que nunca te dije” y “La vida secreta de las palabras”. La última me encantó, y en las dos primeros aprecié un guión distinto, sano, bien entramado, con una magnífica dirección de actores y una producción “distinta”.

    ¿Pretenciosa? Depende de lo que entiendas por esa palabra. Yo entiendo que lo digas, pero no creo que sea una “pretenciosidad” negativa. Coixet quiere contar cosas distintas, hablar de temas que no se tratan habitualmente, y quiere hacerlo también de un modo distinto, alejada del cine español y también de la parte más comercial del cine americano. Si eso es ser pretencioso, pues sí, lo es.

    Saludos

  15. Alberto
    2008-01-04 16:10

    Casi en contra de mi voluntad voy a estar de acuerdo con mi herm… con Manuel en lo de Isabel Coixet. No tanto en la pretenciosidad (creo que tiene pretenciosidad en la intención pero no en la ejecución) sino en la parte de “me aburrieron una jartá”. Es que no creo que haya película que resista al aburrimiento. Todo lo demás es perdonable, eso no.

    De lo demás… callo :-)

  16. Joe Kozinski
    2008-01-05 16:58

    “Progresa adecuadamente”

  17. Mae Vinler
    2008-04-21 13:14

    Bravo por el post, toda una lección de cine español, jeje!!

    Muy bueno!!


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