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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

My old friend

A veces pasa que cuando uno se conoce al dedillo la obra de algún director, ir a ver su nueva película tiene mucho de la alegría de encontrarse con un viejo amigo al que ves de tanto en tanto. Como pasa muy a menudo, sobre todo a medida que cumples años, muchas veces ver a tu amigo te alegra sinceramente pero luego tal vez no tengáis tanto que deciros, o tengáis que acudir a la nostalgia y al pasado común para que la conversación fluya y no se vuelva incómoda.

Sin embargo a veces pasa que en seguida os ponéis al día y es como si el tiempo no hubiese pasado y todo va ligero y rápido, os reconocéis, está ahí, tu buen viejo amigo, nada ha cambiado. Algo de eso he sentido viendo The deep blue sea, la última película de un tipo al que conozco tan bien como Terence Davies.

Davies ha abandonado los espacios de su infancia que han poblado casi todas sus películas hasta ahora, la Liverpool recreada o detenida en el tiempo de la que suele hablar, para contar una historia vieja como la humanidad y repetida mil, un millón de veces. La historia del amor apasionado y desbordante de una mujer casada por un joven ex piloto de guerra vividor y carismático, compañero de deporte de su marido; un amor obsesivo y esclavo que la devora por dentro y que reduce su vida a un sufrimiento constante y enloquecedor por la no correspondencia plena de su amado.

Y ahí, en una historia aparentemente tan diferente a lo que nos ha contado hasta ahora, está la puesta en escena clásica y cuidadísima, la fotografía de colores apagados y espacios cerrados anclados en el pasado, los sentimientos subyacentes soterrados por la corrección, los gritos en público y las pasiones desbordadas, la iglesia castrante (aunque en un segundo plano esta vez) y sobre todo las canciones, las canciones de “cuando nos reuníamos en el pub para estar juntos y cantar las letras que todos sabíamos”, la canción sobrecogedora que suena en el metro de Londres mientras en la superficie los nazis bombardean la capital británica. La música que, en fin, me recuerda de inmediato que estoy frente a mi viejo amigo y que nos vamos a entender enseguida.

Alberto Haj-Saleh | 12 de septiembre de 2012

Comentarios

  1. gatavagabunda
    2012-09-12 15:25

    La iglesia castrante como institución en segundo plano, pero en primerísimo la religión: la fuente de LA CULPA, con mayúsculas, que consume a Rachel Weisz.

    Sí, Davies es un viejo amigo, uno de los que además no se ha cambiado ni de peinado.

    ¡Saludos!


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