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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

El espectador es idiota

En algún momento durante la década de los ochenta (creo) a los directores y guionistas de cine no festivalero se les empezó a meter en la cabeza la idea de que los espectadores tienen una capacidad de comprensión muy escasa, en líneas generales. Como si fuera un mantra, la frase “es que no lo van a entender” y su prima hermana “es que no queda claro” se ha reproducido en todos los escalones de responsabilidad en la elaboración de un largometraje. En especial en la boca del productor.

Lo he contado mil veces, incluso en esta misma columna, pero va, lo volveré a contar: en una película extremadamente boba como Lucky you, de Curtis Hanson, el protagonista, Eric Bana, es un jugador de póquer con demasiada tendencia al riesgo que aprendió a jugar con su padre, Robert Duvall, un gran maestro de Las Vegas. Bana se enamora de una chica, Drew Barrymore, a la que le cuenta en un momento de la película que no se habla con su padre, que él le enseñó a jugar y que jugaban en la cocina apostando las moneditas de centavos que había dentro de un bote de cristal. Al final de la película padre e hijo se enfrentan y después de decirse topicazos (“¡Nunca estuviste ahí cuando te necesité!”, etc.) el padre saca una baraja de cartas vieja y harapienta y mira a su hijo. La escena corta a la casa de la chica, que espera compungida, y de repente el protagonista aparece. Ella le pregunta con temor, “¿has jugado con él?” y él saca del bolsillo un puñado de monedas de centavos. Ella sonríe y se besan. Fin.

¿Fin?

No, fin no. Drew Barrymore añade la frase “…habéis jugado por las monedas, como cuando erais pequeños…”. Ya saben, lo aclara, POR SI EL ESPECTADOR, QUE ES IDIOTA, NO LO HUBIESE PILLADO.

Lucky You es una película espantosa, pero esta anécdota que cuento siempre la ha hecho muy útil e inolvidable en mi propio imaginario cinematográfico, porque ejemplifica a la perfección esa idea de productores y cineastas de que el espectador no entiende nada, nunca entiende nada y nunca lo entenderá, así que hay que subtitularlo todo bien clarito y a ser posible poner un par de carteles de neón a ambos lados de la pantalla dando las explicaciones necesarias.

Esto no era así, no tienen más que ver cualquier película política anterior a 1980, Klute, Network, Todos los hombres del presidente… o cualquier película de Hitchcock, sin rebuscar demasiado. O cualquiera de cine negro de los cuarenta y cincuenta. Eran películas más o menos complejas, con más o menos recovecos, que pedían la atención del público al que no consideraban más idiotas que ellos mismos. “Si yo lo entiendo”, se decían, “ellos también”. Y siempre (o casi siempre) era así.

Lo peor de todo es que el público efectivamente se ha vuelto idiota o, mejor dicho, vago, perezoso, distraido. Cualquier intento de no sobreexplicar, de tratar con respeto al espectador, de no subrayar, de exigir un mínimo de atención es respondido con cuatro palabras malditas: “No se entiende nada”.

Es la crítica que más he escuchado acerca de esa película espléndida que es El topo, de Tomas Alfredson. “No se entiende nada” significa que tiene muchos personajes, que tiene muchas tramas al principio (y sólo una al final, ¡una!), que uno tarda un ratito en acordarse de quién es quién durante la primera media hora. “No se entiende nada” significa que algunas cosas tenemos que deducirlas solitos. Que nadie nos aclara lo que está pasando constantemente. Que no se nos explica la película mirando a cámara. Que se nos respeta. Y eso, ante todo, hay que agradecerlo porque lo cierto es que ocurre bastante poco en las pantallas de cine convencional.

(DISCLAIMER: Por si hay susceptibles en la sala: que conste que es posible no haber entendido lo que pasa en la película DE VERDAD y no por ser unos putos vagos, estoy hablando de una corriente generalizada, ya luego hay particularidades.)

Alberto Haj-Saleh | 15 de febrero de 2012

Comentarios

  1. Miguel A. Román
    2012-02-15 11:04

    Creo que era Gila el que decía que “si tienes que explicar el chiste, es que lo has contado mal”.

    Y además, si no se entiende ¿qué? Yo vi 2001 Una odisea en el espacio y no entendí nada, y sin embargo me pareció fascinante. ¿Cuántos de por aquí me pueden explicar el final de Perversión de Polansky o de Origen de Nolan? ¿Me explican, excena a escena, El séptimo sello de Bergman? Oh, venga, una fácil: ¿Qué relación hay entre Bert y Mary Poppins?

  2. Javi
    2012-02-15 11:57

    “Al público no hay que dárselo todo masticado, como si fuera tonto. A diferencia de otros directores que dicen que dos y dos son cuatro, Lubitsch dice dos y dos… y eso es todo. El público saca sus propias conclusiones”

    Billy Wilder.

  3. Roberto Amaba
    2012-02-15 12:26

    Hola, qué tal,

    Hay muchas causas, pero me interesan dos: falsa adecuación entre oferta y demanda (el productor y no pocas veces el guionista, dan por sentada la nula destreza cognitiva del espectador, aunque este sea perfectamente capaz), y la generalización de las escuelas de cine (Era algo así: “Buscáis la fama, pero la fama cuesta y aquí es donde vais a empezar a pagar”. Igual da en NYC que en Madrid).

    Con todo, siempre soy más indulgente con ese gañán que lo termina explicando con una frase como la de las monedas (suele ser la culminación de una película en la que ya te habrás llevado más hostias de esas), que con el que creyéndose poseído por el espíritu de Robert Bresson, te suelta un encuadre o un movimiento de cámara igual de grosero.

    Y para no perder la costumbre te llevo la contraria en algo. La última de Alfredson no es que no se entendiera nada (la historia es más bien corriente, con sus pliegues retóricos y tal), es que es una castaña, puro tergal cinéfilo. Y ese final cercano al facepalm de “ahora os meto La Mer que queda muy cool”. Por cierto, ese final y esos gestitos entre los amiguitos del alma o de algo más antes de la ejecución, son un derivado melifluo de todo lo que has criticado.

    Un saludo.

  4. Alberto
    2012-02-15 12:36

    #Unfollow

  5. Carlos el rojo
    2012-02-15 13:09

    Por desgracia no solo ocurre en el cine. Yo trabajo en publicidad y no me dan los dedos de las manos para contar las veces que me han echado ideas abajo porque “eso no lo van a entender”. Y al final, pasa como dices, que de tanto escribir para idiotas, la gente se vuelve idiota.

    Muy buen artículo.

  6. Marcos
    2012-02-15 16:59

    Totalmente de acuerdo… salvo por el ejemplo. Es decir, sí, la película está rodada para adultos, de acuerdo, y se agradece esa extraña concesión, pero está mal rodada, y lo malo es que quizás el problema sea precisamente ese: el ocultarse bajo ese halo de “cine del bueno para adultos”. Lo siento: no me enteré de nada, y necesitaba enterarme; en los ejemplos que pone Miguel A. Román no era necesario despejar la incógnita; en esta peli de espías sí.

    Saludos

  7. Marcos
    2012-02-15 18:25

    Donde digo “mal rodada” quiero decir mal hecha, en el aspecto narrativo.

  8. óscar
    2012-02-15 18:52

    Como Marcos, yo diría que el quid está en el tipo de película que es. Puedo disfrutar contemplando (y haciendo) cosas que no acabo de entender del todo. A veces los ingredientes de, por ejemplo, un poema o una imagen, no engranan de manera clara a nivel lógico o argumental… pero nos da igual y nos zambullimos y disfrutamos del asunto desde otros ángulos. El problema es cuando quieren explicarte un ejercicio de álgebra y la explicación para llegar a la solución es un embrollo. Estéticamente puede ser muy interesante, pero hay una parte lógica, argumental, que en este caso sí es importante seguir y entender, y no se entiende. Y una película de espías, de misterios por resolver es, al menos en buena parte, creo, un ejercicio con una mecánica similar, en el que hay que sumar y restar pistas, datos, etc, con un mínimo de orden y claridad para llegar a un resultado concreto, a la resolución de la incógnita: el asesino, espía, infiltrado, lo que sea. Si el ejercicio no se entiende, puede que el profesor hable con una entonación y cadencia preciosas, pero hay una parte crucial que falla. Eso sentí yo con El topo hasta que, cof cof, me dormí.

  9. Alberto
    2012-02-15 18:54

    Marcos, he dejado mi carta de dimisión grapada a la puerta de tu despacho. Ya mandaré a alguien a recoger mis cosas.

  10. gatavagabunda
    2012-02-16 10:25

    Con lo bonita que es “El topo” y os meteis con ella. ¡Desalmados!

  11. Otis B. Driftwood
    2012-02-19 00:10

    Yo sabía que había hablado de esto hace algún tiempo: http://www.laremingtondejoegillis.com/179/secuencias-y-dialogos-jungla-de-cristal


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