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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Overreacting

Tengo muchos placeres culpables en el cine, de esos que desmitifican mi imagen gafapasta, pero ahí están acechándome cada vez que enciendo una televisión conectada al satélite, de esas llenas de canales poniendo películas. Uno de ellos es Mentiroso compulsivo, esa comedia a priori prefabricada y llena de clichés para lucimiento de su protagonista, Jim Carrey. Y sin embargo yo me engancho siempre que la pillo en uno de esos canales, y me termino riendo igual de las patochadas y las caras desencajadas que pone su protagonista cada cuarenta y cinco segundos. Pero uno de mis momentos favoritos está al final, en los títulos de crédito, donde aparecen algunas de las tomas falsas del rodaje. En una de ellas Carrey, que hace de abogado divorcista, está teniendo un enfrentamiento lleno de insultos con la abogada rival, interpretada por la fantástica Swoosie Kurtz. En la toma falsa el intercambio es algo así:

CARREY: Peso, 47 kilos, JA, eso solo en las tetas.
KURTZ: ¡Señoría, protesto!
CARREY: ¡Envidia!
KURTZ: ¡Y tú sobreactúas!

Ahí estallan todos en carcajadas, claro. Es cierto: la acusación más frecuente hacia Jim Carrey es que sobreactúa, que es todo exceso, que su histrionismo tapa cualquier interpretación. Lo que pasa es que la sobreactuación no siempre es algo malo cuando eres un cómico, a veces —como pasa con Carrey, o con Robin Williams o con Richard Pryor o Mel Brooks o tantos otros— la hipergestualidad es una herramienta imprescindible en el trabajo de conseguir hacer reír al público y mal se podría llamar a eso un defecto. A veces incluso casa tan bien con el personaje interpretado, aunque sea dramático, que esa tendencia al exceso es una bendición, como le sucede a Carrey en Man on the moon.

Así que el problema lo tenemos en los que no son cómicos, ¿qué hacemos con ellos? En los años setenta, los cachorros del Actor’s Studio entraron con fuerza en todas las películas de éxito y prestigio con un estilo interpretativo basado en el exceso, en las emociones a flor de piel, en el grito, la sangre, el sudor, el movimiento compulsivo. Así eran Robert De Niro en Taxi Driver o Toro Salvaje, Al Pacino en Tarde de Perros, Dustin Hoffman en Marathon Man, Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco, Jane Fonda en Klute, Sally Field, Denis Hopper, John Voight, Christopher Walken y tantos otros. Ellos son ya iconos, sus interpretaciones están consensuadamente consideradas como memorables, y sin embargo ese estilo se percibiría en un film de hoy como obsoleto y sobreactuado. La contención y la sobriedad han ganado el terreno y el tormento interior se aprecia más que la exteriorización del mismo.

Aquellas interpretaciones de los setenta eran casi expresionistas, ya que la naturalidad no era el bien apreciado que es hoy, sino que la intención final era la de provocar una reacción más visceral en el espectador, que interactúa con el actor no a partir de su credibilidad o su verosimilitud sino de las emociones que le está provocando.

Hoy la sobreactuación se admite en la comedia, como digo antes, y se mira con otros ojos cuando la particularidad del personaje interpretado exige un exceso del que no se puede prescindir: bien porque el personaje tenga una característica física o mental que no pueda obviarse (es autista, es alcóholico, es un niño salvaje) o bien porque está basado en un personaje real que actuaba de ese modo extremo.

Y aún así, aún entendiendo el porqué, aún aceptando que es una exigencia del director, que lo que está haciendo el actor es fruto directo de la dirección de actores, aún conociendo las razones, yo no puedo evitar incomodidad delante de una interpretación basada en el exceso, ya sea la Keira Knightley de Un método peligróso, ya sea la Melissa Leo o el Christian Bale de The Fighter, tengan premios o no los tengan. Cada vez que las muecas aparecen, yo salgo por la puerta de atrás de la película.

Alberto Haj-Saleh | 07 de diciembre de 2011

Comentarios

  1. Marta
    2011-12-07 10:46

    A mí me pasa algo parecido y sobre todo cuando se repiten en interpretaciones “distintas”. Llego a pensar que hacen de sí mismos, que se han convertido en su propia caricatura. Me da la sensación de que no pueden hacer otro personaje que no las haga, y eso, me saca de algunas pelis.

  2. Marcos
    2011-12-07 11:31

    Pues yo estoy en desacuerdo de principio a fin, lo siento, y creo que por motivos tanto racionales como sentimentales. Empezando por este último: Jim Carrey, generalmente, apesta. Yo creo que el problema está en la palabra “sobreactuación”: si lo es, malo, si esa intensidad o aparente exceso en la actuación está justificada por el personaje, entonces no hay sobreactuación. En todos los ejemplos que pones del cine de los 70 no hay sobreactuación. El caso de Nicholson es significatvo: un actor con una clara tendencia a la sobreactuación que brilla con grandes directores y se pierde con aquellos que le dejan cancha libre, independientemente de la época en que se ruede la película (de hecho, con alguna excepción, cuanto más se aleja de los setenta más sobreactuado está). McMurphy es interpretado como tiene que ser interpretado, igual que Jack Torrance.

    Mira a Nicolas Cage, actor de una generación posterior a Nicholson y mucho más comedido cuando más se acercaba a los 70, y totalmente sobreactuado en casi todas las películas actuales.

    ¿Christian Bale sobreactuado en The Fighter? Pero hombre de dios, si borda cada uno de los gestos del personaje, es absolutamente natural: lo estaría si interpretase a Zapatero.

    Vi hace nada de nuevo Tarde de perros y Marathon man, y tampoco entiendo que hables ahí de sobreactuación. Precisamente, intenta imaginarte esas películas hechas hoy con alguno de los actores de moda, incluso con ellos mismos, y creo que entonces sí habría histrionismo por todos lados.

    Saludos

  3. Alberto
    2011-12-07 11:39

    Hala, que enfado. En cualquier caso es porque quieres, creo que dejo claro a qué me refiero cuando hablo de sobreactuación en este texto, y más cuando hago referencia a la de los setenta: hablo de un estilo concreto de interpretar que ya no funciona, y no digo ninguna barbaridad. Mira las divas de los años cuarenta y cincuenta, Bette Davies, Ava Gardner, Deborah Kerr, mira el melodrama, entonces funcionaba y ahora no podría funcionar, porque entonces la afectación tenía sentido estético dentro de esas películas y estaban aceptadas (como se aceptaban puñetazos sin sangre y cosas así) y ahora no lo están.

    Tu hablas de exceso de intensidad: bueno, pues vale, a eso me refiero.

    Christian Bale no borda nada, Marcos, pero ahí es darle vueltas al sexo de los ángeles. Yo digo exactamente lo que quiero decir: el personaje original era así, lo comprendo y lo acepto. Pero yo lo que veo es a Bale gritando y moviéndose mucho, e intento explicarme esa desazón por medio de una tendencia más general: donde hay “exceso de intensidad”, generalmente, yo acabo saliendo de la película. Y digo generalmente porque no siempre es así (p.e. no me pasó con Daniel Day Lewis en Pozos de ambición).

    Y ahí no se trata de lo que a mí me parezca (que también) sino de constatar una realidad: la tendencia en la interpretación considerada de calidad ha girado hacia la contención y la introspección. En los años setenta un papelón como el de Colin Firth en A single man posiblemente habría podido pasar desapercibido, entre las muecas de De Niro y Pacino.

  4. Alberto
    2011-12-07 11:42

    He tenido que releerme, por cierto: ¿dónde digo yo que en los ejemplos de los setenta haya sobreactuación? Yo lo que digo literalmente es

    sus interpretaciones están consensuadamente consideradas como memorables, y sin embargo ese estilo se percibiría en un film de hoy como obsoleto y sobreactuado

    “Se percibiría en un film de hoy”. ¿Cómo crees que se percibiría una interpretación como la de Vivien Leigh en Lo que el viento se llevó si se hicera hoy?

  5. Marcos
    2011-12-07 12:51

    Hijo, enfado ninguno, disenso. Vuelvo a pensar que partes de una premisa equivocada: una actuación como la de Leigh no se repetiría hoy, del mismo modo que el Quijote escrito hoy sería un libro totalmente distinto: es decir, no es comparable. El asunto es: ¿te gusta Leigh en Lo que el viento se llevó? Entonces es una buena actuación. ¿No te gusta Bale en The Fighter? Entonces no es buena, al menos para ti.

    Y lo mismo con lo que dices de los actores de los setenta: esas actauciones trasladadas a una película de hoy serían memorables igualmente, y en caso contrario es que no serían esas actuaciones.

    Fíjate en lo que dices de la comedia y la sobreactuación: yo considero que no, que nunca es justificable ni aceptable si es realmente sobreactuación; ahora, si el personaje cómico lo requiere, está bien construído para que refleje ese histrionismo, pues adelante, y aquí sí confieso mi aversión irracional por las tonterías de Carrey.

    Y sigo sin estar de acuerdo con lo de que en la actualidad se premia la contención y la introspección: piensa en los actores de éxito, desde Cage a Edward Norton pasando por Brad Pitt.

    Saludos

  6. Alberto
    2011-12-07 12:59

    Pues mira, no nos vamos a poner de acuerdo, porque yo opino justo lo contrario. La interpretación de Robert de Niro en Taxi Driver tal cual en una película de 2011 yo creo que sería señalada como sobreactuada, y muy criticada.

    Claro que una actuación como la de Leigh no se repetiría hoy, claro que no es comparable, ¡es eso exactamente lo que estoy diciendo! Que ese modo de interpretar hoy ya no es válido. Y eso es lo que digo en las interpretaciones de los setenta: que ese estilo de interpretación hoy se está volviendo también no válido.

    Supongo que nos hemos quedado atascados en la palabra “sobreactuación”. Creía que se me entendía cuando hablaba de ello y lo he intentado explicar en mi comentario, pero sigues diciendo “nunca es aceptable si es realmente sobreactuación”. Por favor cambia en todo lo que he dicho hasta ahora “sobreactuación” por “histrionismo” o por “actuación muy intensa” o por “actuación con muchos gestos y gritos”.

  7. Marcos
    2011-12-07 13:08

    No, si yo creo que te entiendo perfectamente, sólo que difiero. Y sigo difiriendo (¿se dice así?). A ver: primero, lo que yo digo de las interpretaciones de los setenta es que NO se pueden trasplantar a la actualidad, porque Taxi Driver hoy no se haría así, ni el guión, ni la puesta en escena, ni nada de nada, con lo que no se puede comparar. Es decir: de Niro hizo la interpretación que tenía que hacer. Y segundo, insisto: ¿qué estilo de actuación tienen Pitt, Norton o Depp?

    Otro tema distinto es que a ti te guste la actuación de Firth, que por otro lado interpretó al personaje que le habían escrito con maestría, pero al que le habían escrito: una actuación histriónico para ese personaje hubiese sido una mala actuación, no estilo poco adecuado. Igual que Nicholson está memorable en Alguien voló… y patético en Lobo.

    Saludos

  8. Alberto
    2011-12-07 13:17

    No sé. Repasa los candidatos al Oscar de interpretación en los últimos cinco años. A mí me parece cristalino que la tendencia se ha invertido de forma bastante evidente.

    Pitt y Norton tienen de ambas cosas. Depp tiene un 90% de personajes marcianos.

    Yo te juro que no estoy comparando nada, estoy diciendo la misma frase que tú. Una película así (Lo que el viento se llevó) no sería admisible hoy, una interpretación así (la de Vivian Leigh) no sería admisible hoy. ¿Por qué? Porque los estilos cambian, los modos cambian, la forma de apreciar las interpretaciones (y las películas, y la música, y los libros) cambian. Y de eso va todo lo que intento decir: que la época de la “interpretación intensa con muchos gritos” (¿no puedo decir sobreactuación?) está en su final.

    Colin Firth es un buen ejemplo, ya que está también muy bien en El discurso del rey con un personaje que podría tender al histrionismo perfectamente y que no lo hace.

    Digamos que el histrionismo a mí me parece bien en personajes marcianos, marcianos de verdad. En el resto pues me parece peor, lo llevo peor. Por ejemplo no me parece que la única opción para interpretar a Travis Bickle o McMurphy sea la que escogieron sus actores o sus directores. Y con esto no digo que no me guste lo que hicieron. Digo que no era “la única opción”.

  9. Marcos
    2011-12-07 13:25

    ¿Me estás dando la razón? ¿Sí? ¿Verdad que sí? Venga, di que sí, pídeme perdón y lo dejamos, que empieza a tumbarme la fiebre.

    Lo que yo digo es que hay buenas y malas actuaciones, y ya, y que eso nada tiene que ver con el tiempo o la época y que cuando vemos una película antigua y no la soportamos por el paso del tiempo, es que no era suficientemente buena, y si sí, es que sí. O algo así. Y no tienes razón, y punto.

    Saludos

  10. Alberto
    2011-12-07 14:30

    Ea, ea, ya pasó. Luego te hago la sopa de pollo, vete a la cama ahora.

  11. c.
    2011-12-08 22:55

    Yo también quiero sopa de pollo.
    Tracy Lords. Ésa sí que sobreactuaba.


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