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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Breves: La bocca del lupo

Es extraño cómo determinadas películas tienen la habilidad de ubicar dentro de los parámetros de “lo hermoso” imágenes, personajes y situaciones que desde el prisma de la cotidianidad consideramos casi siempre horrendos o grotescos. El uso inteligente y estético de la música y de los encuadres de la cámara, el hecho de que la pantalla nos obligue a un ejercicio de contemplación de una realidad que generalmente tratamos de esquivar con la mirada, nos devuelve el concepto de “belleza” pasado por una trituradora, y nos conmina a replantearnos esa belleza desde el principio.

Tres cineastas inmensos como José Luis Guerín, Terence Davies y Guy Maddin, lograron hacer un retrato amoroso de tres ciudades diferentes —Barcelona, Liverpool, Winnipeg— desde la sinceridad y el espíritu de contradicción del que adora el mismo lugar que odia y al mismo tiempo que lo hace. Ese “te quiero porque también eres esto” es el camino que intenta emprender el joven director Pietro Marcello con La bocca del lupo, vencedora del primer premio del Festival Internacional de Cine de Torino en su última edición. En este caso la ciudad amada/odiada es Génova, personalizada en el marginal barrio de Quarto dei mille, reflejo de la parte más degradada y olvidada de la ciudad portuaria. El hilo conductor es la imposible historia de amor entre un imponente inmigrante siciliano de físico brutal, Enzo, y una transexual dulce y frágil, Mary, que se conocen en la cárcel y en la que encuentran un inesperado refugio mutuo. Así, cuando Marcello quiere confrontar la Génova majestuosa de la primera mitad del siglo XX con la ciudad consumida de hoy, cae en una cierta autocomplacencia, en un ejercicio de esteticismo al que le falta una conexión real con la narración que ha emprendido. Sin embargo cuando narra la historia privada de esos dos desheredados, consigue hacerlo con una franqueza íntima y pudorosa al mismo tiempo, llegando a su punto más alto en ese monólogo final mirando a cámara en el que Mary, sentada junto a Enzo —qué voz, que mandíbula, que aspecto impresionante—, cuenta con todo detalle cómo nació ese amor y cómo ha llegado a sobrevivir en un entorno que engulle a todos los que son como ellos, esto es, miembros periféricos de una sociedad que prefiere pensar que no existen.

Alberto Haj-Saleh | 17 de marzo de 2010

Comentarios

  1. gatavagabunda
    2010-03-18 13:14

    Bellísima (y además, bellísima en ese sentido que tú dices). Veo que además has elegido en el youtube la “metaescena” de la película… :-)


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