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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Grandes, medianas, pequeñas

Andan Jaime Rosales y Manuel Martín Cuenca a la gresca en las páginas de El País a costa de la nueva “Ley del cine”, una Orden ministerial que regula las subvenciones a las producciones cinematográficas españolas sobre la base de ciertos criterios. Como cualquier ley, es espinoso sacar conclusiones nítidas de qué quiere decir cada artículo de dicha orden exactamente, sin lugar a interpretaciones, porque está claro que cada uno mira la bandera a su modo, en función de si está frente a ella o de espaldas a ella.

Lo primero, los textos (el segundo es en respuesta al primero):

Despoliticemos el cine – Jaime Rosales

¿Por qué? – Manuel Martín Cuenca

Por resumir los puntos de los que hablan ambos cineastas nos quedamos con que en esta nueva Orden:

- Las producciones de más de 2 millones de euros tendrán una subvención inmediata que dependerá de que la película posteriormente alcance un mínimo de 75.000 espectadores en salas (que yo me pregunto: ¿si no los alcanza qué hacen? ¿devuelven el dinero? ¿dan un vale? Y por otra parte, al menos comercialmente hace ya mucho tiempo que las películas consiguen sus ingresos por otras muchas vías, por ejemplo la venta de DVD).

- Las producciones más pequeñas que esas recibirán subvención si así lo decide una comisión que juzgará los valores artísticos, culturales y experimentales de la producción en cuestión. Aquí tenemos un fuerte punto de desencuentro entre ambos cineastas. La frase más dura la dice Rosales aquí:

Esta orden —imperfecta, como todas— lo que intenta es reorientar y reducir la producción. Aunque no a costa de las pequeñas, como aducen mis compañeros firmantes, sino a costa de las medianas.(…) Las películas medianas no gozan de prestigio crítico, ni del favor del público. ¿Por qué deben ser subvencionadas? ¿En base a qué? No son ni buenas, ni baratas. ¿A quién le interesan estas películas más allá de quienes las realizan?

Rosales es una persona muy peculiar, nada soberbio a pesar de lo que pueda parecer al leerle, aquí y en otros sitios. He tenido la ocasión de escucharle en directo (y he visto intervenciones suyas por internet) y es un señor muy tímido que tiene una visión de las cosas muy clara y muy directa, pero nada autoritaria. En ciertos aspectos le veo anclado a una concepción vetusta de qué es el arte “verdadero” y que debe ser protegido. Pero siempre es interesante oírle.

Dicho esto, no estoy seguro de que no tenga razón, al menos si entendemos por películas “medianas” lo mismo: producciones lo suficientemente altas que no llegan a ser superproducción, que no presentan un proyecto de calidad (subjetivo subjetivo… pues claro que es algo subjetivo, pero para eso están las comisiones) y que (casi) nunca son apreciadas por el público. Se me vienen a la cabeza la mayor parte de las películas de Vicente Aranda, Manuel Gutiérrez Aragón o Bigas Luna de los últimos quince años, filmes mediocres de coste medio-alto que son sistemáticamente subvencionados imagino que por el nombre y prestigio (que ya debería estar perdido) de los cineastas que las firman.

Sin embargo Martín Cuenca no está muy seguro de a qué se refiere Rosales con películas “medianas”:

Cuando dices: “las películas medianas no gozan de prestigio crítico, ni del favor del público” (cito textualmente) no sé de qué hablas, sinceramente. ¿Hablas de El Bola, Siete vírgenes, Te doy mis ojos? ¿Hablas de las tres películas que han ido este año a San Sebastián? ¿De mis películas? ¿De qué hablas?… Ese llamado cine medio es la base de la industria cinematográfica en cualquier lugar. El verdadero músculo que da trabajo a la mayoría de la gente y del que nacen los cineastas que luego realizan grandes películas.

Pero es que Martín Cuenca está directamente en contra de una Comisión que designe qué producciones serán subvencionadas, el dice “todos sabemos cómo han funcionado y funcionan esas comisiones. ¿Para qué engañarnos? Podrán ser más equilibradas, pero siempre habrá un grupo que elegirá subjetivamente los proyectos”. Bueno, ¿y entonces? ¿Cómo dar las subvenciones sin esa comisión, de qué debería depender? Yo no sé responder a esas preguntas.

  • * * * *

A lo mejor el problema pasa por la mala distribución de esas subvenciones y ayudas. A lo mejor habría que plantearse de verdad un programa serio y riguroso de subvenciones a la distribución y exhibición, de manera que las películas españolas que logran producirse puedan tener unas ciertas garantías de exposición en salas: si el cine español es una mierda (je) al menos debemos poder decirlo con conocimiento de causa, y no como la mayoría que a día de hoy sigue pensando que el cine español es el de Mariano Ozores. Al menos ver Los Cronocrímenes o Tiro en la cabeza o Bosque de sombras o Concursante no dependerá de que viva en Madrid o Barcelona o de que me haga una maldita excursión de más de cien kilómetros para encontrar una sala donde se proyecten. Porque hay que tener unos huevazos muy grandes para arremeter contra la mala taquilla de una producción que se ha visto en 8 salas en todo el país. “Nadie quiere ver esas pelis”. ¡Nadie puede verlas! Tal vez habría que preocuparse menos de cómo se van a producir y un poco más de cómo se van a ver. O tal vez habría que ligar las subvenciones de guión a que el productor efectivamente ruede el texto que se ha comprometido a rodar y no se haga el loco luego, o que se comprometa a rodar el guión y no el guión según “yo creo que es mejor”. O tal vez habría que dar las ayudas a desarrollo y producción con solicitudes anónimas y así nos dejamos de suspicacias. O tal vez…

Alberto Haj-Saleh | 07 de octubre de 2009

Comentarios

  1. Merche
    2009-10-08 00:57

    Interesante el debate y difícil el tema de la ley del cine.

    De las ideas extraidas la de la distribución me parece desde luego la fundamental. La producción de películas en este país ha aumentado muchísimo en los últimos veinte años, pero todavía es sorprendente leer en algunos medios especializados cuántos largometrajes producidos cada año no llegan a verse en ninguna parte. No es que tengan “pocas copias”, es que directamente no se distribuyen. Y muchas que sí se distribuyen, lo hacen en condiciones paupérrimas. Me parece recordar (que no se lo tome nadie literalmente) que “Tiro en la cabeza” se había estrenado inicialmente con la ridícula cifra de 16 copias. (Pensemos en las 300 de cualquier blockbuster americano típico).

    Disiento con Martín Cuenca en la no-existencia de comisiones. Tiene que haberlas. ¿Cómo no va a haberlas? Discutamos sobre los criterios, discutamos sobre el tipo de proceso, discutamos sobre el anonimato o no de quienes aspiran a la subvención… ¡pero desde luego no nos carguemos la comisión! Que es dinero público lo que se reparte. Vamos, que no.

    Por último, igual cabría plantearse el sistema de préstamo en lugar de la subvención tradicional. Como las becas de estudio de los países nórdicos…

  2. Merche
    2009-10-08 01:09

    Por cierto, sobre el artículo de Rosales (que comparto en algunos aspectos) pesa un cierto sentido de la contradicción sobre lo subvencionable. Comienza diciendo que no comprende el rechazo social a la subvención de la industria cinematográfica, del mismo modo que se subvencionan muchas otras industrias en nuestro país.

    Sin embargo, hacia el final del artículo (antes del debate sobre la paridad), comenta:

    “Contrariamente a lo que he escuchado muchas veces, hacer una película no es un derecho. Es un derecho en abstracto, claro, como también lo es ir a la Luna, ser catedrático o montar un bar. Todo el mundo tiene el derecho a ir a la Luna, a ser catedrático o a montar un bar. Que ese derecho se convierta en una realidad no tiene que ser responsabilidad del Estado; tiene que ser el resultado del conjunto de acciones y méritos de un individuo para lograr materializar ese deseo-derecho abstracto en una realidad. Los poderes públicos, si se quieren justos, deben facilitar que lo logren aquellos individuos que más méritos hayan demostrado.”

    Sin valorar si esta afirmación es válida o no, la verdad es que se contradice un poco con el espíritu de subvencionar a una industria con la finalidad de “empujarla”. Al final parece que no, que se subvenciona “arte”, y que debe hacerse en función de su calidad artística, no como un objeto puramente industrial que busque clientela y desarrollo.

    Alguien dijo (¿Vigalondo? ¿Guillermo Zapata? no me acuerdo) que si a la literatura no se le exige ser siempre magistral, ni a la música, ni a casi nada, ¿por qué el cine (español o cualquier otro) tiene que ser “bueno” por narices? ¿Qué subvencionamos, cultura o industria? ¿La intención es la pervivencia del arte o crear un tejido cinematográfico fuerte?

  3. hugo
    2009-10-09 01:41

    Esta es una historia muy bonita, dirigia a aquellas personas que les gusta coger los dineros publicos que van a la comunidad, por eso yo decidi estar con los medios de comunicaciones sociales y algunos amigos que identifican mis ideas darle lo que le corresponde a la comunidad y decidi cortar completamente, con aquellos que le gusta apoderarse de lo que le corresponde a la comunidad.


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