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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Clichés y más clichés

Una de las cosas que me maravilló de las dos partes del Che que filmó Steven Soderbergh es que tanto el director como los guionistas y productores lograron elaborar un discurso alejado de cualquier tipo de cliché, a pesar de manejarse con una de las materias primas más “clichealizadas” de la historia política contemporánea. A estas alturas Ernesto Guevara es poco más que varios millones de camisetas y banderas vendidas en todo el mundo y su ideología y su lucha revolucionaria está (justamente) identificada con ideales epidérmicos que llenan los sueños de menores de veinte años del mundo más civilizado y económicamente acomodado. Así pues, el riesgo de hacer una hagiografía o de dejar a Guevara hablando con consignas era fuerte. Sin embargo el trabajo de creación del personaje permitió dotar de una complejidad y una profundidad hermosa y sobresaliente a un tópico andante.

En la estupenda (estupenda de verdad) Whatever works, el neurótico protagonista interpretado por Larry David saca a pasear su dedo fiscalizador varias veces acusando a su interlocutora de usar clichés. “¡Eso es otro cliché!” grita tembloroso. En el cine los clichés deberían estar penados con cadena perpetua sin posibilidad de condicional.

Pensemos en Caótica Ana (2007). Puedo imaginar a Julio Médem preparando (¿perpetrando?) su guión y pensando: ¿cómo puede ser una joven pintora fascinante? Pongámosla en Ibiza, luego vende colgantes que hace ella, luego lleva un piercing y rastas, luego se baña en pelotas, luego encuentra una mecenas veterana que la descubre, luego está en una academia en la que todos bailan y hacen performances todo el tiempo y acaban follando todos con todos en un clima de creación, libertad artística y desenfreno. Yuju. Si no fuese por que sabía que la película iba en serio… hubiese creído que era una parodia de los clichés de los estudiantes de bellas artes.

Lo puñetero no son las películas españolas de la Guerra Civil. Lo puñetero son las películas españolas de la Guerra Civil en la que los republicanos son alegres y apuestos jovenzuelos que antes de morir gritan “¡por la libertad de España!” mientras que los nacionales son señores adustos con bigote que antes de disparar violan a la hermana de trece años del protagonista mientras gritan mwha-ha-ha-ha y acarician a su gato de angora. Bueno, me he liado, pero entienden a qué me refiero.

La cuestión es que detrás de los cliches es posible que anden grandes historias que puedan contarse muy bien. Michele Placido presentó en el festival de Venecia de este mes su última película, llamada Il grande sogno. El film intenta narrar los hechos que tuvieron lugar durante 1968 en Italia, cuando en varias ciudades grupos de estudiantes ocuparon las universidades (la primera la de Trento, aunque la película se centre en la de Roma) tratando de poner patas arriba el sistema social tal y como estaba concebido, desde la protesta contra Vietnam hasta el derecho de sindicación, desde la reforma laboral hasta el derecho universal a la educación.

Interesante, ¿eh? Pues sí, fueron años espectaculares en los que pasaron centenares de cosas en el ámbito político y social. Placido decide hacer girar esta historia en torno a una chica, Laura (Jasmine Trinca), hija ejemplar de una familia católica, que saca su lado revolucionario en aquel momento, y de su círculo más cercano: sus hermanos, el líder estudiantil interpretado por Luca Argentero y su contrapunto, el tímido policía-actor del sur que interpreta Ricardo Scaramarcio. El problema de la película es el esperado: TODO es un cliché en ella, todo son consignas, de manera que el acercamiento a la época y al contexto de lo que cuenta no es ni remotamente riguroso, quedando en una falta de respeto a todo aquello que pudo suceder en aquellos momentos. Placido no rueda una película sobre el 68 italiano, se limita a rodar una especie de canción ligera que hable del tema.

Qué lúcido estuvo Nanni Moretti cuando en 1976 rodó su primera película, Io sono un autárchico y decidió colocar sobre sí mismo y sobre la generación de sus padres y hermanos mayores un espejo maléfico, pero no por su visión deformada como la de los barracones de la feria sino por su sinceridad brutal, como los espejos de los centros comerciales, que devuelven la realidad llena de granos, arrugas, estrías y michelines. Se rió Moretti hace más de treinta años de la falsa revolución de los burgueses de los setenta, con apenas ocho años de distancia de aquel año que convulsionó Italia y Europa entera. Y sin embargo Placido, con toda la perspectiva del mundo, sólo ha sabido filmar una consigna gritada en un altavoz, eliminando toda posibilidad de devolver la historia importante al sitio que se merece en el cine.

Alberto Haj-Saleh | 30 de septiembre de 2009

Comentarios

  1. Marcos
    2009-09-30 16:51

    Interesante. Huir del cliché, sin embargo, es harto complicado. Y no sé si lo entresaco yo por cuenta propia o algo dejas tú caer: acudir a tratamientos laterales, extremos, cuando se abordan temas que vienen ya de por si enquistados en el cliché, el tópico. Así, la parodia, el absurdo.

    Saludos

  2. gatavagabunda
    2009-09-30 18:42

    El “cliché” puede llegar a ser incluso apasionante si se exprime con sabiduría (eso se llama “hacer cine de género” bajo “consignas clásicas”). El problema es cuando el “cliché” es como un anuncio de colonia: ¿no son todos iguales…?

  3. Rosie
    2009-09-30 19:09

    Hay clichés historicos, biográficos y tambien artisticos. Como eso de que es peligrosisimo en una guerra sacar la foto de la novia. Los puramente artisticos muchas veces son producto de una buena idea despues abundantemente mal imitada. Por ejemplo las del oeste con sheriff/vaquero rudo pero de gran corazon, novato ingenuo y medico borracho solo le salen bien a John Ford. O las novelas fantasticas con mitología nordico-medieval generalmente son topicas a matar excepto las del socio fundador, tambien conocido como JRR Tolkien.

    Los clichés historico-biograficos suelen ser muy fuertes en las películas de propaganda. Porque primero se piensa la tesis y despues la historia, para desgracia de la película o la novela, generalmente. Cierto que hay magnificas pelis de propaganda pura, pero la mayoría suelen ser bodrios. Olvidarse de la trama y los personajes en favor de la Idea (asi con mayusculas) es un iman para los peores topicos. Ahi es donde fallan la gran mayoría de las pelis sobre la Guerra Civil, por cierto.


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