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Butaca no numerada por Alberto Haj-Saleh

Sentado en una vieja Butaca no numerada de terciopelo rojo, el autor se lanza a una reflexión impúdica todos los miércoles sobre cualquier cosa que se atreva a moverse por las pantallas, sean éstas de cine o no. Alberto Haj-Saleh es editor de LdN y autor de la columna Teatro Abandonado.

Un corto largo

Es un lugar común ya eso de referirse despectivamente a una película como “un corto largo” o “un corto alargado”. Normalmente eso sucede cuando la película es la ópera prima de algún joven realizador que se ha curtido en el campo del cortometraje y afronta su primer largo, generalmente con un presupuesto reducido. Confieso que es algo que yo también digo a veces, pero debo aclarar que no (no siempre al menos) en un tono despreciativo. Todo lo contrario, en más de una ocasión he pensado que algún cortometraje es mucho mejor que cualquier película que he podido ver en meses.

Digo todo esto porque una de las cosas que pensé cuando vi Concursante (2007), la ópera prima de Rodrigo Cortés, fue que acababa de presenciar un “corto largo”. En el mejor sentido de la palabra.

Es propio de cortometraje el punto de partida de la historia, imaginativo y valiente como difícilmente se ve en un largo de hora y media: Martín es un profesor de economía que gana en un concurso el mayor premio de la historia de la televisión. Son más de tres millones de euros en bienes físicos: casas, coches, avionetas, barcos… de todo. Esto, que a priori es una bendición, se convierte pronto en una condena, en cuanto Martín llega a la conclusión de que ser millonario en objetos, al menos cara a hacienda, puede llevarte a la ruina. El guión de Cortés logra llevar a cabo la trama de un hombre luchando contra el fisco durante noventa minutos bajo un ritmo frenético, eléctrico, propio a ratos de una película de artes marciales del Hong Kong de los años noventa. ¿Saben lo difícil que puede ser mantener el interés sobre un tema así? Pues lo consigue.

Es propio de cortometraje contar con estereotipos mucho más que con personajes de profundidad psicológica consolidada: a menos tiempo más necesidad de fijar los roles con rapidez, una rapidez que no suele dar tiempo a ahondar más allá de los contornos que se perciben a primera vista. Cortés convierte esto en virtud y opta por la fábula como método de narración, donde los personajes tienen nombre (Martín, Laura, Figueroa, Santillana, Pizarro, Eloy) pero podrían no tenerlo, ya que funcionan como esos “tipos” reconocibles, casi salidos de la morfología del cuento de Vladimir Propp: el héroe, el villano (sí, hacienda), la ayudante del héroe que resulta ser traidora, el ayudante del villano y además abogado, el amigo fiel, la jefa maléfica, el buen maestro… el esquema fabulístico otorga unas reglas del juego perfectamente válidas prácticamente desde el minuto uno del relato, reglas que si son aceptadas por el espectador permiten asumir sin reparos la linealidad interior de sus personajes.

Y es propio de cortometraje contar con un narrador que rellene lagunas y ate cabos con celeridad, cosa que con frecuencia en un largometraje es un ejercicio innecesario de artificio que en demasiadas ocasiones aleja al espectador de la película y lo saca de la dinámica de la narración, fijando su permanencia muy lejos de la pantalla, incapaz de implicarse por completo. Cortés aquí tira del buen hacer oral de Leonardo Sbaraglia, un actor sin duda interesante pero sobre todo con una dicción magnífica, que logra hacernos tragar recubierto de caramelo la indigesta píldora de las explicaciones verbales.

Le falta un acabado más perfecto a este primer largo de Rodrigo Cortés para ser una obra redonda, el final acude al subrayado (musical, como suele pasar con los cortos) innecesario del dramatis personae del film, una especie de necesidad de cuadratura final del círculo que en realidad lo que deja es un sabor de boca algo acre; la película no cierra bien precisamente por el empeño de clausurarla perfectamente por parte del director. Aparte de eso no me queda más que reafirmarme en lo dicho al principio: Concursante es un magnífico corto largo. Y a mucha honra.

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No quiero quedarme sin hacer dos menciones cortas sobre cortos:

El para mí mejor director de cortos de España se llama Nacho Vigalondo y por fin ha conseguido fecha fija de estreno de su primer largo, Los Cronocrímenes, que ya lleva meses paseándose por festivales de medio mundo. Será el 27 de junio, según reza su página web

Y el mejor relaciones públicas/director de cortos del mundo mundial se llama Guillermo Zapata y mañana día 17 estrena su segundo film de corta duración: Y todo va bien ¿Qué no sabéis quién es Zapata? Pues es el director de la estupenda Lo que tú quieras oír, nada menos que seis millones y pico de descargas en Youtube. Ahí queda eso.

Alberto Haj-Saleh | 16 de abril de 2008

Comentarios

  1. gatavagabunda
    2008-04-16 11:37

    “Concursante” tiene otra característica que la aproxima a esa sensación de pertenencia al mundo del corto: su lenguaje y estética de “spot” televisivo. Y por cierto, la publicidad es en muchas ocasiones un magnífico expositor de cortos-muy-cortos.


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