Poco a poco, la cultura de masas va desapareciendo. Lo que ocupa su lugar es una cultura compartimentalizada, que atiende más a las gran diversidad de intereses de la multitud que a un interés único y monolítico, masivo. La telenovela ha sido el género de masas por excelencia en Latinoamérica en los últimos 50 años. Lisandro Otero ofrece esta definición: “Las telenovelas han ocupado en nuestro tiempo el papel que las novelas de caballería desempeñaban en el siglo dieciséis y el folletín literario, en el siglo diecinueve. Un avance tecnológico ha servido de base en cada caso. La difusión del Amadís de Gaula debe mucho a la invención de la imprenta. La propagación de las novelas por entregas de Zola no hubiera sido posible sin la estereotipia. No podemos olvidar que no hay desarrollo cultural posible sin medios masivos de comunicación.
El melodrama ha sido definido como una obra dramática donde predomina la acción y la emoción. Otros lo han definido como un drama sentimental, con una trama irreal, sobre las vicisitudes de los virtuosos por causa de los malvados, que siempre termina con la virtud triunfante. Lo más importante en el melodrama son los incidentes sensacionales y la escenificación espectacular. Los personajes deben ser planos y esquemáticos y no debe buscarse una profundización de la idiosincrasia humana.
En las telenovelas se dan los elementos esenciales del melodrama: la progresión de un héroe que avanza hacia un futuro promisorio acrecentando su fortuna, armonizando su vida emocional o triunfando en algún difícil ascenso. Segundo: conflicto de intereses, rivalidad de objetivos antagónicos, enfrentamiento de capas sociales, lucha contra prejuicios, emulación, resentimiento, desafío. Tercero: el héroe vence obstáculos y allana riesgos, supera conflictos y termina destruyendo a sus enemigos.” Evasión en serie.