Hace unos días aparecía en un periódico local una noticia que ocupaba veinte líneas en una esquina de la página: doscientos treinta mil niños españoles viven en la extrema pobreza; el problema de las democracias occidentales es que el bienestar de la mayoría oculta y arrincona a los que siguen pasándolo mal.
Lisa Castellanos y
Emily Hobson cuentan cómo están algunas escuelas en Estados Unidos, y cómo la nueva segregación se rige por el barrio de nacimiento más que por le color de la piel, aunque casi siempre coincidan ambas cosas: “En la escuela de Lianey, Polytechnic High en Long Beach, muchas de las clases tienen un promedio de 40 alumnos o más. Lianey ve ratas y cucarachas en su salón; los baños están descompuestos; las tejas del techo se caen mientras los estudiantes tratan de aprender. No hay suficientes libros para todos. Las “academias” de preparación colegial sirven a los pocos con suerte, y la gran mayoría de estudiantes no recibe información sobre estas clases. Dicho esto, no es sorprendente que 87% de los alumnos de Poly sean estudiantes afroamericanos.”
Educación: todavía existe una división.