Gregorio Morán: “La crítica gastronómica desde siempre estuvo un tanto escorada al comedero, es lógico. El mítico Julio Camba no siempre escribió bien aunque lo hizo y brillantemente, lo que nunca dejó de ser fue un gorrón y en ocasiones desvergonzado. Podríamos hacer una lista de continuadores de esa saga hasta el presente más inquietante. Uno de esos asnos que han pasado en un pispás del rancho a las golosinas publicó hace días un artículo burlándose de la decisión de la Casa Real de poner el menú de la boda próxima al restaurante Jockey, de Madrid, en vez de otorgarlo a alguno de estos linces del mercado. Incluso se burla porque se trata de un lugar que aún mantiene en su carta los callos, por cierto, míticos. Esta gente del jijjji-jajaja hace de su ignorancia una cultura, y sin conciencia alguna, como los niños. No es Jockey un restaurante al que yo invitaría a un amigo; no me gusta el lugar –la vecindad con el Ministerio del Interior me produce flatulencias–, me incomoda el local –los grandes restaurantes se diseñan más para verse que para degustar–, pero un respeto, muchachos de la gominola: se necesitan muchos años de experiencia para esa calidad gastronómica. Estos simples de la tortilla desestructurada en copa de cocktail, con cucharilla, y la cocina sorpresa, no tienen cabeza para eso, ¿pero se han preguntado ustedes por qué Barcelona ha perdido restaurantes emblemáticos de gran cocina en apenas dos décadas?” La burbuja gastronómica. (Con subscripción gratuita).