Arnoldo Kraus está convencido de que la sorpresa está desapareciendo de Occidente; aunque también es posible que viva en un ambiente donde el que se sorprende por algo es tildado de inocente, imbécil o ignorante. También le echa la culpa a la tecnología, la tele, la publicidad… Un aspecto de la sorpresa que no cubre es la sorpresa desagradable. ¿Esa sigue existiendo? Kraus concluye así su artículo: “No sé si exagero, pero hay otras amenazas en esta sociedad antisorpresa. Los padres no saben cómo transmitir a sus vástagos el sabor y la importancia de ese bien, de ese rincón humano. Al sorprenderse uno admira o se enoja, se pregunta y crece, se aterra y denuncia, se angustia y reclama o se asombra y busca. Cuando uno se sorprende hace que lo imprevisto lo despierte, lo raro lo sacuda y lo incomprensible lo incomode. Esa ausencia de sorpresa ha semipetrificado al ser humano y ha restado presencia a las voces inconformes y a los grupos disidentes. No hay duda de que los dueños del poder triunfaron. Idearon una campaña para que la sorpresa desapareciera. Tampoco hay duda de que el ser humano sumido en el conformismo y en la mediocridad ha sido corresponsable de crear y habitar esa sociedad antisorpresa.”
Sorprenderse: una visión nostálgica.