Ahora que las mujeres hacen muchas más cosas (siempre están haciendo más), lo doméstico, lo que tiene que ver con la casa, empieza a cobrar prestigio. Tiene que ver con lo sentidos, con el placer. Me alegro de este cambio de la tarea obligatoria y pesada a la actividad ligera; del peso de lo diario a la búsqueda de la belleza. Para ello, sin embargo, hace falta tiempo, la verdadera riqueza. Espido Freire: “Ella es profesora de inglés, y dudo de que cuente con tiempo como para machacar anchoas e insertarlas en aceitunas: saltamos bruscamente de la cocina a los despachos, de la oscuridad a la independencia. Y en ocasiones despreciamos ese pasado, ese conocimiento, el único al que podían acceder las mujeres. A mí me consuela saber que, al menos por una generación más, ese conocimiento no se ha perdido, que no somos todas asépticas, impecables, intelectuales, que aún queda espacio para las viejas costumbres, para el jabón casero, para las herencias sin dinero. Que aun sin pretenderlo, encontramos necesarios los gestos pequeños e inútiles y el inmenso lujo del tiempo.” Sans sulpice.