Aterrador esto que cuenta Antonio Martínez Ron: con la manipulación adecuada, tu cerebro puede convencerte de que has hecho algo que no has hecho. Falsa confesión: cuando tu cerebro te declara culpable.
«Acusarse a uno mismo de algo que no ha hecho parece una cuestión mucho más seria, pero está más que demostrado que ocurre, y con consecuencias dramáticas para la víctima. El caso de Peter Reilly, en los años 70, se hizo especialmente famoso. Un día llegó a su casa y se encontró a su madre asesinada. Seguidamente llamó a la policía que, tras un duro interrogatorio, le hizo dudar de su propia memoria. A continuación hizo un test del polígrafo que no superó y fue detenido como sospechoso. Poco a poco, y aunque no recordaba nada, se fue convenciendo de que había cometido el crimen y firmó una confesión escrita. Y habría cumplido muchos años de cárcel si no llega a ser porque nuevas pruebas, un tiempo después, descartaron que él pudiera haber cometido el asesinato.»