Más allá de la nostalgia que pueda rodear al texto, me ha gustado esto que escribe Multimaniaco, donde reflexiona sobre cómo ha cambiado el modo de ver —y no sólo de hacer— las historias de ficción que salen por la tele. Nuestra forma de ver historias.
«En ese momento, recibías la serie tal cuál te la daban. Programada en una de las dos cadenas existentes. Un único pase. En una tele en blanco y negro. Sin saber si el orden de los capítulos era el correcto, sin siquiera plantearte esa pregunta. Sin resúmenes de lo que había pasado en capítulos anteriores. Sin posibilidad de volver a verlo si te lo perdías. Suplíamos estos problemas prestando atención. Devorando los capítulos, sin despegarnos de la pantalla. Los ratos de tranquilidad que los dibujos daban a nuestros padres seguramente eran tan valorados por ellos como por nosotros.
Y luego, echando mano a todos los refuerzos posibles. El álbum de cómic que adaptaba ese capítulo de Mazinger y que suplicabas que te compraran. El álbum de cromos que te presentaba los personajes y los capítulos más memorables, y que casi siempre quedaba incompleto. Incluso con aquella cinta de audio Ferro con la que tu padre o tu tío grabó el audio de un capítulo y que escuchabas en trayectos de coche de 12 horas sin cinturones de seguridad.»