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Escritoras a fregar

Escritoras a fregar, un repaso de JDJ la tortuosa y machista relación de la Real Academia de la Lengua y las mujeres que intentaron formar parte de la institución.

«Pasaron las décadas, y la mujer empezó a descollar también en el mundo de las letras. La primera mujer que intenta ser académica es una poetisa, Gertrudis Gómez de Avellaneda, quien en 1853 se propone ocupar el sillón dejado vacante por Juan Nicasio Gallego. Desarrolló una intensa campaña epistolar buscando apoyos, pero no logró nada. Ni siquiera se hizo realidad la oferta transaccional que parieron algunos de sus partidarios, en el sentido de que fuese nombrada como académica adjunta, supernumeraria. Ni eso consiguió ante la férrea oposición que presentaron algunos académicos. Se dijeron cosas muy feas. Por ejemplo, el escritor asturiano Patricio de la Escosura, escandalizado por la petición de la Avellaneda, declaró que ponía como condición para votarla que «previamente a entrar en la Academia, lo haga en quintas». Y es que elemento connatural del machismo decimonónico es el desprecio a la mujer por su debilidad física.
A finales del siglo XIX encontramos a doña Emilia Pardo Bazán, enorme escritora que tuvo bastante más que afinidades estéticas con Benito Pérez Galdós y que llegó al entonces enorme puestazo intelectual de presidenta de la sección literaria del Ateneo de Madrid. Además, fue designada, sin oposición ni hostias, catedrática de Literaturas Neolatinas de la Universidad Central de Madrid, que se dice pronto.
Doña Emilia siempre negó su interés por entrar en la RAE. Pero son muchos los estudiosos que consideran que dicho interés existió, y que la negativa constante de la docta institución le amargó las mañanas, y las tardes también (por las noches quizá don Benito equilibraba las cosas). Hay que hacer notar, por cierto, que la Pardo consideraba el machismo intelectual que sufría como un fenómeno moderno; según ella, la costumbre de preterir a la mujer se había impuesto en España en el siglo XVIII. En sus escritos, además, doña Emilia lanza un venablo que es, hoy, plenamente vigente, pues recuerda que ser académico «no enseña al escritor a escribir al calorcillo del sillón famoso».»

Marcos Taracido | 12/05/2010 | Artículos | Lengua

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