Jesús Marchamalo aprovecha el estreno de la última película de Roman Polanski para hablar de la figura del “negro literario”, ese escritor contratado para escribir una obra que vendrá firmada por otro autor. Los escritores fantasma.
«A pesar del silencio que siempre rodea este mundo, en España se sabe que Alejandro Sawa escribió artículos que firmó Rubén Darío, al igual que Blasco Ibáñez, quien trabajó para Manuel Fernández y González, uno de los escritores más populares de la novela por entregas de su tiempo, y que llegó a tener varios secretarios a quienes dictaba las obras que luego ellos le reescribían. Y es muy interesante el caso de María Lejárraga, que durante años firmó las obras de su marido, Gregorio Martínez Sierra. «La conocí, ya muy mayor en Buenos Aires», recuerda el escritor y crítico Blas Matamoro. «Vivía en una pensión en la calle Talcahuano, y contaba cosas asombrosas de su vida: que había visto tocar a Grieg o a Manuel de Falla». Lo asombroso del caso de Lejárraga es que mantuvo la sociedad literaria con su marido incluso ya separada, y que cuando él murió, ella prácticamente no volvió a publicar más que alguna traducción. «No ha llegado a saberse muy bien en qué consistía su acuerdo, se dice que él ideaba las historias y que ella, después, las desarrollaba«, es de nuevo Matamoro. «Lo cierto es que María Lejárraga fue siempre la que escribió, obras que tuvieron gran éxito, y que él no escribió nada».»