Libro de notas

Recomendaciones LdN

La agotadora tecnofobia de Javier Marías

Leí el artículo de Javier Marías y me entraron ganas de escribir algo; en realidad sólo tenía ánimo para replicarle que los escritores no escriben históricamente para ganarse la vida, sino por que necesitan hacerlo. Pero veo que Antonio Cambronero lo hace más pormenorizadamente en La agotadora tecnofobia de Javier Marías.

«Habría que explicarle lo que es un bit (ceros y unos). Y que lo que él llama ‘descarga’ de una canción, una película o un libro, en realidad es un intercambio de información (absolutamente legal, siempre y cuando no exista ánimo de lucro, así lo determinan nuestras leyes actuales todavía). De ceros y unos, en definitiva. Es decir, que no hay acción semejante a los robos ‘artesanales’ al que hace referencia. Porque los ceros y unos no son nada, es como silbar. ¿Acaso también se nos prohibirá silbar alguna vez?. Bromas aparte, habría que explicarle la diferencia entre P2P (una herramienta informática que nos permite intercambiar información entre particulares), los negocios verdaderamente ilegales y lo que hacía Jack Sparrow. Quizás Javier Marías recuerde el final de Fahrenheit 451, cuando los rebeldes transmiten oralmente los libros a sus hijos para no perderlos.»

Marcos Taracido | 13/10/2009 | Artículos | Ciberconocimiento

Comentarios

  1. Quahog
    2009-10-13 10:41

    También es agotador lo contrario. O sea, pensar que el mundo es una Arcadia feliz donde la gente intercambia información para convertirse en mejores personas. Y es no es verdad, a poco que se tengan ojos en la cara. La gente no intercambia información. La gente se baja pelis, libros, etc., y es normal que las personas que los producen se muestren descontentos o intranquilos. No hay que ser un genio para pillarlo. Lo otro, es ser puta y poner la cama.

  2. Dino
    2009-10-13 10:47

    Tienes razón, Quahog, pero es que este tipo de discursos (me refiero al de Marías) son muyy simples, y se repiten a lo largo de la historia ante los avances tecnológicos que llevan asociados cambios sociales. Y el artículo de Cambronero es en cierto modo igualmente simple, pero creo que sincero: Cambronero se mueve en un entorno digital que realmente sí comparte información y la distribuye.

  3. Quahog
    2009-10-13 11:02

    ¿Pero cuál es el problema de que Javier Marías sea un tecnófobo? Allá él, ¿no? Si quiere ser así, pues que lo sea, él verá. Pero tratar de señalarle una y otra vez lo equivocado que está (y para mí, lo está) es enfermizo. Cambronero se mueve en un mundo utópico del que excluye la realidad para que no le altere el resultado del análisis. Eso es algo que, si uno es un poco honrado consigo mismo, tiene que evitar. A mí me parece importante escuchar a Marías porque pone de manifiesto una serie de preocupaciones que una serie de personas tienen y que hay que tener en cuenta. Cambronero se limita a despacharlo con una falacia ridícula: si se protegen los productos culturales se violan derechos fundamentales de los ciudadanos (?) y luego, automáticamente, se prohibirán los blogs y la libertad de expresión (??). ¡Lo dice él! Uno esperaría una argumentación más profunda de alguien que está recriminando algo a Marías.

  4. Sergio
    2009-10-13 14:02

    Las editoriales, que rechazan rutinariamente obras meritorias de autores noveles, publican y publicitan acríticamente cualquier cosa que Marías escribe.

    Paradójicamentel, el propio Marías denuncia que el 90 por ciento de lo que se paga por un libro va destinado a mantener este aparato publicitario que le protege de la competencia.

    Yo respetaría la opinión de Marías y otros autores si se limitasen a reclamar el pago de sus derechos (¿1 euro por album descargado?) He preguntado directamente a la SGAE cómo pagar derechos de autor por los albumes que me bajo, y no me dieron una solución.

    Es decir, lo que les preocupa no es la piratería, sino la competencia.

  5. Quahog
    2009-10-13 14:32

    De nuevo, se introduce un tipo de falacia en la argumentación para que esta vaya por donde nosotros queremos. La de ahora es: como Marías es publicado acríticamente en detrimento de muchos buenos autores nóveles, se merece todo lo que le pase.

    Sinceramente, el debate tiene que subir un poco más de nivel para llegar a algo. Si realmente piensas que el problema de Marías es que quiere evitar la competencia, mal vamos. Lo bueno sería admitir que piensa realmente lo que dice y, en consecuencia, reflexionar por qué lo dice. Tratar de comprender que tras lo que aquí se llama “tecnofobia”, hay una forma de pensar y reivindicar una posición profesional para el creador de cultura. No todos son ceros y unos, me temo. O no todos los ceros y los unos merecen que se les trate igual. Pero me parece que es un debate un tanto elevado para quien no está en disposición de variar un ápice sus planteamientos.

  6. Sergio
    2009-10-13 14:55

    Marías considera como algo evidente el que la propiedad intelectual (de un artista con respecto a su obra) es análoga a la propiedad privada en general (por ejemplo la propiedad de un automóvil).

    Esto en general es discutible y desde luego es legalmente falso. Actualmente no es ilegal compartir archivos sin ánimo de lucro, algo que a Marías le parece un robo similar al de un automóvil.

    Es decir, es Marías el que malinterpreta el concepto de propiedad y el que quiere cambiar la ley en función de lo que él considera evidente. Y no, Javier Marías no se merece todo lo que le pase, pero tampoco puede pretender que todo lo que le perjudique económicamente sea ilegal.

    Yo no veo la necesidad de cambiar la ley, porque sinceramente no estoy nada seguro de que la mayor y mejor parte de la producción cultural dependa de la industria a la que se trata de proteger. Este es el debate.

  7. joseluis
    2009-10-13 22:32

    Pues yo estoy, por una vez, bastante de acuerdo con Marías. Como Marías, no veo porqué la propiedad intelectual deba caducar a los equis años, mientras que no así la mobiliaria, la inmobiliaria u otra. No veo yo porqué debe ser uno propietario de fincas rústicas o urbanas de generación en generación, y al creador intelectual se le ponga coto y quite techo y derechos.

    Y sí, el asunto es de sectores productivos en pugna. Me explico, la industria informática, internet incluido, jamás se pone gratis. El resto, “debe serlo” porque es comunicación compartir y qué guay. Los de la SGAE no me caen especialmente bien, pero la mentalidad de muchos internautas, del todo gratis, me cae todavía peor. Toman como “derecho” el pirateo, y como derecho hasta tal punto, que ya exigen que las obras musicales (y pronto, todas) se pongan gratis en internet, y si quiere el creador vivir de su creación, que se ponga a dar conciertos, y entonces cobrarlos.

    Y no, señores. Detrás de un internauta partidario del “todo (lo ajeno) pa mí gratis”, del “compartir cultura (hecha por otros)”, detrás de ese exigidor de derechos, hay alguien que no comparte lo suyo propio. Que no comparte su negocio, su coche, su habitación o su casa, su iPod o su Mac … todo eso es suyo de pleno derecho, pero ah, compartamos lo ajeno.

    Que además, se regalen los libros electrónicos, los PC y las conexiones, y todo eso. ¿Gratis total? Pues vale, pero todo gratis, todo, ¿eh? Todo.

  8. María José
    2009-10-14 14:42

    “Se ha permitido que la gente se acostumbre a lo que no lo estuvo ninguna generación anterior: a disfrutar de los productos culturales sin soltar un céntimo”

    No es cierto, precisamente se crearon bibliotecas en todos los lugares, incluso en pueblos con muy pocos habitantes, para que cualquiera pudiera leer sin necesidad de comprarse libros y los libros siempre se prestan y se han prestado sin ningún problema. Claro, era una época donde se tenía la utopía de que el acceso a la cultura era un bien importante, más incluso que el enriquecimiento de sus creadores, que en su mayoría no vivían de cobrar por sus obras, salvo en la pintura o arquitectura (donde el panorama no ha cambiado mucho). Por supuesto, los libros de las bibliotecas los pagábamos entre todos, pero es que ahora también pagamos a los artistas, con miles y miles de subvenciones, becas de creación… Las televiones abietas ponían y ponen películas que todos vemos sin pagar un duro. Eso sí, tenemos que ver publicidad, pero no pagamos.

    Y falacia donde las haya: “quienes hacemos obras artísticas, buenas o malas (escritores, músicos, cineastas), ya hemos estado discriminados siempre respecto al resto de la sociedad: lo que creamos o inventamos, lo que es más nuestro que cualquier bien adquirido por cualquiera, tiene fecha de caducidad y pasará a ser del dominio público un día, a diferencia de lo que ocurre con las propiedades de todos los demás: la gente lega sus casas, tierras, fortunas, negocios, de generación en generación”. Los artistas como todo el mundo con el dinero que ganan también se compran casas, tierras… que pasan de generación en generación. Y con la ciencia pasa tres cuartos de lo mismo. Porque llegados al absurdo, todo lo que utilizamos, todo lo que leemos tiene un autor o varios y si tuviéramos que pagar a sus descendientes sería imposible hacer nada salvo que uno fuera millonario, volveríamos a tiempos pasados. A mí me parecería más lógico, más justo y más progresista revisar si tiene sentido que las generaciones sigan heredando determinados bienes, en lugar de que le paguemos a generaciones y generaciones por algo que un antepasado suyo hizo. Pero estas son las normas que la sociedad debe consensuar. A mí me parecería una locura seguir pagando a los descendientes de Jorge Manrique por leer sus coplas.

    “Esto es lo que seguramente va a pasar con la cultura y el arte. Dejarán de hacerse.” No es cierto, siempre se han hecho, siempre han tenido problemas económicos los artistas (y la mayoría de la gente) y se inventarán nuevas formas.

    “Poco a poco condenan a muerte lo que tanto aman, la cultura y las artes, sobre todo las independientes.” Pero si las independientes están desaparecidas, si lo que realmente ocurre es que la cultura depende de empresas, grupos de poder o políticos (hay muchísimos premios politizados), lo que ocurre es que como él está en el establishment y forma parte del poder, ni lo nota. Gracias a Internet, hay muchos que hemos encontrado auténticas joyas de arte independiente, cuyo creadores no cobran. Los auténticos creadores independientes no ganan mucho y quizá puedan encontrar un vía en este medio, ya que los oficiales (en los que tan cómodo está Marías) han renunciado a ellos en pro de una cultura de masas y con beneficios económicos. A mí como eso no me parece cultura, pues no estaría mal que desapareciera.

    Estoy deseando de que la industria se de cuenta de que si piden una cantidad razonable por ver un película a través de internet o leerse un libro, la mayoría de la gente lo acabará haciendo. Y entonces veremos los grandes “robos” que se le está haciendo al arte español, que con su canon se está aprovechando de la creación de otros. ¿Alguien se baja libros de Javier Marías?

  9. Quahog
    2009-10-14 16:10

    Si se pide una cantidad razonable por ver una película online, o por leerse un libro, la gente pagará por ello o no lo hará. El caso es que ese no es el problema de fondo que se plantea aquí: el problema es que Marías cree que también en el mundo digital los autores deben ser recompensados de alguna forma y Cambronero niega la mayor y opina que la información es libre y que descargarse lo que le dé la gana es un derecho que él tiene. Total, no son más que unos y ceros.

    Y ese es el quid de la cuestión. Que, por algún motivo, hemos llegado a un extremo en el que tomar gratis todo lo que desea uno por el simple hecho de desearlo es ya, en sí mismo, un derecho que no puede ponerse en cuestión. Y cuando, con mayor o menor fortuna, alguien lo pone (como Marías) se le insulta y se le llama tecnófobo.

    No me gustaría ponerme yo también insultón, pero tengo la sensación de que al final no estamos más que ante un grupo de niñatos con pocos conocimientos de economía y ninguno de sociología. Quieren las cosas gratis y ya está: las quieren. E identifican un deseo con un derecho.

  10. joseluis
    2009-10-14 19:55

    Me resulta estremecedora una estadística : Primer país del mundo, más dado al copiaje en internet de la obra ajena: China. Segundo país: España, con treinta veces menos habitantes.

  11. María José
    2009-10-14 20:58

    Quahog:

    “Si se pide una cantidad razonable por ver una película online, o por leerse un libro, la gente pagará por ello o no lo hará”, la mayoría de la gente lo hace, ya hay ejemplos de ello, siempre habrá excepciones como en todo.

    “Quieren las cosas gratis y ya está: las quieren.” Como siempre, esta generación no es distinta. Probablemente si a los autores se les hubiera ocurrido pedir dinero cada vez que alguien sacaba un libro suyo de la biblioteca, o se ponía una película en un cineclub, lo habrían hecho. Estoy segura que todos estos autores han utilizado libros de bibliotecas sin pagar, gratis. Y ven películas en la tele gratis.

    Así que se puede leer un libro de la biblioteca o una película en la tele sin ningún problema, pero no se puede hacer a través de la red, ¿cuál es la diferencia? Si todos los españoles tenemos posibilidad de leer un libro en una biblioteca, tenemos posibilidad de leer sin pagar. Nunca oí a nadie quejarse de que sus libros se leyeran sacándolos de las bibliotecas sin pagar. Es más, se veía como un síntoma de progreso, del libre acceso a la cultura, ¿tanto hemos cambiado?

  12. joseluis
    2009-10-14 22:56

    Claro, María José. Tanto hemos cambiado, ya he dicho que somos el segundo país más dado al copiaje del MUNDO. En eso hemos cambiado, ya que tal no ocurría hace diez o veinte o setenta años.

    Y añado la que se montó por pensarse en hacer pagar el (malfamado) canon a las bibliotecas. O los insultos sin fin que recibe el canon en cuestión, a falta de otra mejor alternativa, que seguro la habrá pero que a nadie se le termina de ocurrir. ¿Es que los creadores deben vivir del aire? Tal es hipótesis española, parece, la principal aportación española al mundo cultural.

    Y María José, otra cosa. Ver películas en la tele, sin pagar, dices. Pues tampoco, porque la TV española, o te forra con déficits inmorales que paga el contribuyente, o te fríe con una publicidad asqueante. Eso no es gratis. Si acaso, compara con ver películas en la tele de pago. Pagando, quiere decir.

  13. Alber
    2009-10-14 22:58

    O sea, que lo progresista ahora es que a los creadores de cultura se nos expropien nuestras posesiones para entregárselas a aquellos a los que pagar por lo que se consume les parece rancio y de derechas.

    Pues yo no estoy de acuerdo. Antes tecnófobo que gilipollas. ¡Resiste Marías! ¡Estamos contigo!

  14. María José
    2009-10-15 01:56

    Alber, yo creo que es de derechas el concepto de herencia, el máximo exponente de la propiedad privada que además se transmite a otras generaciones. Y que los descendientes de un creador sigan cobrando por lo que hizo un antepasado suyo no es precisamente un modelo de justicia social. Pero es cuestión de lo que queramos decidir, si queremos un modelo completamente liberal o controlamos lo que nos parezca bien. Pero que la herencia y acumular riqueza no es de izquierdas, no creo que haya quien lo niegue.

    Y sí, se vio como un gran avance social la educación pública y la existencia de bibliotecas. Y nunca nadie dijo nada de que se pagara cada vez que se sacara un libro hasta que vino la tecnología. ¿No es un poco extraño?, ¿a los creadores cuyos libros hemos sacado todos de las bibliotecas no se les expropiaban las posesiones?, ¿debían los creadores de antes vivir del aire? Supongo que no sacaréis ningún libro de ellas, que pagaréis siempre que leáis una obra.

    No he defendido en ningún momento no pagar, simplemente me sorprende que hasta ahora lo hacíamos tranquilamente y parece que las nuevas generaciones son unos caraduras. A mí pagar por lo que consumo no sólo me parece bien (si el precio es razonable) sino que lo hago, pero pagarle a alguien porque es desciende de Jorge Manrique, pues no. Y sigo creyendo en un mercado en el que se den donaciones por las descargas (hay gente que está ganando dinero así, pocos, pero es que de la otra manera también ganan pocos). Los autores cuyas obras se descargan no están muertos de hambre, aunque tengan derecho a enriquecerse todo lo que quieran, pero que hace unos años sacábamos libros de las bibliotecas sin sentirnos culpables de que Cela ganara un poco menos, también es cierto. Los demás se mueren y se morirán de hambre igual, porque sus ventas son pocas.

    José Luis, hablo de gratis para el que lo utiliza, puesto que parece que son las generaciones actuales las únicas que no quieren pagar. Claro que las pagamos con fondos públicos, igual que lo pagamos en las bibliotecas comprando los libros (muchos de ellos si no los compraran las bibliotecas públicas no los compraría nadie). Así que no puedo compararlo con verlo en una tele de pago.

  15. Miguel A. Román
    2009-10-15 13:05

    A mi domicilio entra un cable. Por éste viaja una onda compleja que es dividida en dos por un ingenio electrónico. La una va al televisor, la otra al ordenador.

    El problema es que si veo una película o escucho una canción por el televisor es legal, pero si lo hago por el ordenador es ilegal (o alegal).

    El proveedor del servicio al que yo pago ambas difusiones es el mismo. ¿Cuál es la diferencia entonces?

    Debo suponer que el proveedor ha satisfecho cuantos derechos y tasas le exige la ley para proporcionarme esos documentos en formato TV, pero que no lo hace en el caso de la conexión Internet.

    Supongo que en el segundo caso nadie lo ha enfocado como un medio de difusión de contenidos “culturales”, lo cual me parece de una miopía tecnológica que espanta.

    Entiendo que en el caso de TV-Radio yo solo puedo ver y oir (y leer, llegado el caso) aquello que el emisor decide y en el segundo yo elijo aquello que puedo encontrar. Eso nos llevaría al sofisma de que si el contenido lo decide el proveedor está incluido en el servicio, pero si lo selecciono yo entre una determinada oferta tendría que tratar directamente con el propietario de los derechos.

    Pero ¿cuánto va a durar eso? ¿Qué sucederá cuando exista una “televisión a la carta” donde yo acceda desde mi aparato a los contenidos que a mí me apetezcan?

    Estoy de acuerdo, totalmente, en que el creador de una obra tiene derecho a percibir un estipendio por el disfrute público o privado de su producto; pero hoy no tengo más forma de satisfacer dicho derecho que pagar el canon, que por cierto me lo cobran independientemente de que haga o no uso de tal posibilidad.

    La opción que me queda entonces es no acceder a tales elementos culturales, porque no hay forma legal de hacerlo por este medio tecnológico; y ello porque se supone que no es la forma de hacerlo.

    Pese a eso, yo pagaría de buen grado una cantidad razonable para tener acceso legalizado a una oferta amplia de contenidos. Pero nadie me la da (salvo editorial LdN y un par más).

    A mi entender, un peso importante del problema recae sobre una industria cultural que no ha querido incorporarse a esta tecnología y habilitar los mecanismos legales necesarios para difundir sus contenidos con derechos de autor. En su lugar han satanizado, perseguido, denunciado y prohibido que los particulares hayan empezado a hacer lo que a ellos les correspondía.

    Ahora, como dice Marías, se ha llegado a un punto en que la solución es difícil, pero no imposible. Siempre habrá gente que elija la opción gratis-ilegal, pero eso no podrá evaluarse hasta que no haya una opción pago-legal que supere —o al menos iguale— la oferta.

  16. Quahog
    2009-10-15 14:07

    Miguel, lo cierto es que a mi juicio aportas un punto de vista interesante: tratas de describir una situación, la analizas y apuntas alguna solución. María José hace algo similar y, aunque no estoy nada de acuerdo con su exposición, al menos no se enroca.

    Pero Cambronero, que es el origen de todo este debate, niega todo lo que vosotros decís: él opina que tiene derecho a bajarse (“intercambiar información”, en su lenguaje) lo que le apetezca y que ese derecho es fundamental, es decir, equiparable al derecho, por ejemplo, a la vida. Cambronero no busca una salida a un problema, porque el problema para él no existe. No hay por qué retribuir a nadie porque los bits no se pagan. Y arremete insultando a quien no está de acuerdo con él. Ese es, para mí, el auténtico debate.

  17. Miguel A. Román
    2009-10-15 15:06

    El artículo de Cambronero me decepciona, entre otras cosas porque no tenía yo a “Perdidos” por un paradigma de cultura accesible, pero además porque, ciertamente, los contenidos digitales son ceros y unos, pero entonces los libros no son sino papel y tinta, los DVD son plástico y pintura, Las Meninas son pringue y tintes y él mismo no es sino un amasijo de átomos. Tasar el valor de algo por la materia que lo conforma me parece un argumento poco brillante.

  18. María José
    2009-10-15 18:47

    Miguel Ángel, yo no he entendido eso en el artículo de Cambronero. Lo que quiere decir es que cuando hay un intercambio P2P no estás robando un objeto sino que lo que haces es una transferencia igual que cuando prestas un libro físicamente. Me pregunto una cosa, si yo pongo en mi blog en internet la lista de todos los libros que tengo, comprados por mí, los ofrezco para prestárselos a quien quiera leerlos y se los mando por correo o se los doy en persona, ¿alguien diría que las personas a las que se los prestos le están robando al autor? Porque en ese caso en España se ha robado mucho desde hace muchos años, empezando por los que reclaman el canón, porque no me creo que nadie todos los libros que ha leído y toda la música que ha escuchado ha sido pagando la obra. Así que hay algo en el planteamiento que falla.

  19. Alber
    2009-10-15 20:08

    Supongamos que tú estás en una cafetería y que tienes una chaqueta en el respaldo de una silla. Tu chaqueta. Llego yo y porque tengo frío, la cojo, me la pongo, me voy a la barra y cuando he entrado en calor, media hora después, te la devuelto. Intacta. Tal y como estaba. Tú sigues ahí y no ha habido pérdida en tu patrimonio ni robo alguno. Pero yo cogí la chaqueta sin permiso, chaqueta que es, desde luego, tuya. Yo, no sólo no reconozco mi morro, sino que me invento una teoría por la que afirmo que toda chaqueta en respaldo de silla puede ser sujeto de un flujo de átomos siempre que sea sin ánimo de lucro. Total, los átomos, al igual que los bits, son como el silbar. Y no sólo me invento la teoría, sino que me la creo y pongo a caldo a todo aquel que me lleve la contraria.

    Bien: ¿Jode o no jode? Pues eso mismo.

  20. María José
    2009-10-15 23:23

    Manuel, te lo devuelven o no, pero respecto al problema de si el autor cobra o no, el autor sigue sin cobrar. De hecho, en ese sentido descargarse un libro no es tener el libro físicamente, sino el acceso a su lectura, creo que a eso se refería Cambronero, mucha gente ni los conserva. Sigo sin ver la diferencia con sacar el libro de la biblioteca. Ahora la moda ahora es la visualización directa por streaming, que implica que no te bajas nada. A mí me parece que lo único coherente es defender que también se pague por sacarlo de la biblioteca y prohibir prestarle libros a los amigos, salvo que le mandes dinero al autor. Pero lo que no tiene sentido es en papel sí, en formato electrónico no. Y que no sintamos todos culpables de haber robado a tantos autores como hemos leído sacando sus libros de la biblioteca o prestados por un amigo.

    Alber, veo que no entras al fondo del argumento. Tu ejemplo sería válido si yo entro en la cafetería te robo el libro y me lo leo, y luego me invento el argumento que me de la gana para justificarlo. Pero cuando lo saco de una biblioteca (supongo que tú lo haces) o me lo presta algún amigo, no estoy robando nada. Sólo quiero entender la diferencia “en inmoralidad” entre sacarlo gratis de una biblioteca, que lo puedo hacer sin que nadie me acuse de robar, que te lo deje un amigo o leerlo a través de internet. En ningún caso pagas nada al autor, alguien compra un ejemplar y lo comparte para uso privado. Eso ha sido legal hasta ahora y lo sigue siendo en Internet.

  21. Alber
    2009-10-15 23:43

    Yo trabajo en la industria cultural y estoy hasta las narices de que todos me digáis que no puedo reclamar que mi trabajo se remunere de forma adecuada, como la de cualquier trabajador. Ese es el fondo del argumento. De repente, todos tenéis derechos la mar de estupendos, excepto nosotros, que vemos cómo cada día todo va a peor. Por eso apoyo a Marías. Porque, al menos, reclama cierta dignidad para todo esto.

    Pero nada, nada, ya me callo. Reconozco que vuestras megalibertades son más importantes que nuestros miniderechos. Listo.

  22. Manuel Haj-Saleh
    2009-10-16 00:01

    Maria José, creo que sigues mezclando churras con merinas. Te lo voy a plantear como modelo de negocio, pues: para sacar un libro de la biblioteca tienes que: decidirlo, vencer a la pereza, vestirte, bajar a la calle, llegarte hasta allí (independientemente del tiempo que haga), que casi nunca queda cerca, sacarte un carnet si no lo tienes (dos fotos, por favor), confiar en que el libro que quieres esté disponible (que muchas veces no es así), pasar por el mostrador de préstamo y recorrer el camino inverso hasta tu casa. Y al final del periodo preceptivo, devolverlo o prorrogarlo, en este último caso con un proceso parecido al del principio.
    Si te lo descargas tienes que: decidirlo, encender el ordenador en el improbable caso de que esté apagado, buscarlo, hacer un par de clicks y esperar a que llegue. Y todo ello sin quitarte siquiera las zapatillas.

    ¿El resultado?: que se sacan pocos libros de las bibliotecas (muy pocos: yo en la biblio veo relativamente poca gente, salvo en época de exámenes, los que van a sacar, no libros sino películas, y los de siempre que van exclusivamente a leer los periódicos) y se realizan diariamente millones de descargas. Al autor, el préstamo bibliotecario le afecta en poco o nada a su modo de vida. Las descargas, por su número, seguramente sí.

    El streaming no es una moda, sino posiblemente la tendencia que va a permanecer, y lo que más se parece al modelo de televisión a la carta que propone Miguel Ángel. El streaming permite ver lo que quieras, cuando quieras, y sin tener que ocupar espacio en tu disco duro con cosas que seguramente sólo verás/leerás/oirás una vez. Y no es comparable a la descarga porque, en el streaming, lo que es legal suele llevar publicidad (como la tele, con lo cuál sí que se paga el contenido aunque no lo pagues tú directamente) y lo que no es legal más pronto o más tarde acaba siendo retirado por el proveedor del servicio (Youtube es quizá el ejemplo más claro).

    El error de concepto, creo yo, está en considerar la tele o la radio como “gratis”, pues no lo son: los contenidos se sufragan con publicidad, la publicidad con el pago por el producto anunciado. Y, en el caso de la tv pública, los contenidos se sufragan con los impuestos y, en algunos países, con un canon. No, de gratis nada. Por lo mismo que un periódico cuesta un euro cuando su costo es en realidad mucho mayor; por eso hay anuncios del continglé o del bebauva a toda página donde más fastidian.

    Para mí la diferencia está bien clara. No querer verla es otra cuestión. Y no tiene nada que ver con sentirse culpable o sentir que robas o no, que eso no deja de ser una cuestión moral. Simplemente, no es la misma cosa.

    Un saludo.

  23. Miguel A. Román
    2009-10-16 00:12

    A ver, María José. Si prestas el libro físicamente, tú te quedas sin libro, a no ser que tus amigos sean como Manuel, que al parecer es el único español que devuelve los libros que una vez le prestaron.

    El problema con la copia digital es que uno presta sin perder el original, y no se lo presta a uno sino a miles, y esos miles a miles.

    Pero ese hecho, que tendrá infinitas lecturas, nos lleva a un aspecto más importante de lo que parece: que hasta ahora el objeto intelectual era inseparable de su soporte físico, y por tanto podía controlarse su circulación. Las empresas de la edición analógica, ya fuera papel, vinilo o celuloide, eran los únicos que podían producir copias. Con esa ilusión vivían y dominaban el cotarro. Para empezar, editaban solo aquello que se vendía bien. En cuanto las ventas caían cortaban el grifo y no se volvía a hablar de ese título. A partir de ese momento, se volvía pieza de coleccionista.

    Pero hay también anécdotas, como una de la que fuí testigo accidental en la que un agente de un grupo musical preguntaba al sello de sus representados porqué no había salido el single de tal canción junto al LP, como era costumbre. La respuesta de la discográfica era que lo de los singles se acabó, porque se vendían y no se vendía el LP, dado que la calidad del grupo no daba para más de una canción medianamente vendible y el resto del vinilo era relleno infumable. Así que si el público quería la cancioncilla del verano, tenía que entullirse el LP enterito.

    Pero, a lo que vamos: libros. Tengo en mi PDA varios libros digitales, que me he descargado alegalmente. Algunos me temo que sus derechos prescribieron en el siglo XVIII, pero tengo también “Memorias de mis putas tristes”, del eximio García Márquez, y estoy dispuesto a abonar al susodicho sus legítimos derechos de autor. Pero sólo y exclusivamente eso, pues papel, tinta, edición en rústica, lomos en tinta de oro y camisola con la foto, la biografía del autor y retazos de crítica al dorso, así como gastos de impresión, distribución y beneficios del librero no, puesto que ni editorial ni librero han puesto de su parte para hacérmelo llegar.

    Cuando la editorial me pueda aducir que han de incluirse también su respectiva proporción de gastos de servidor, conexión de banda ancha, software gestor y personal para que todo eso funcione, también accederé a sufragar esa cuantía. Y lo haré de mil amores.

    Pero, ojo, dado que la edición “de bolsillo”: de la citada obra cuesta 7 Euros entiendo que la versión digital, descargada con cargo a mi factura de ADSL en concepto de gastos de envío, poniendo yo ordenata, lector y demás, doy por razonable un monto inferior a los 2,50 Euros, y date con un canto en los dientes.

    Pero me temo que, de momento, no están por esa labor.

  24. María José
    2009-10-16 01:22

    Manuel, no estoy mezclando churras con merinas. Marías lo que dice, y Alber lo apoya, es que se ROBA, que cuando yo comparto algo a través de Internet sin ánimo de lucro estoy robando al autor. Por tanto, se está evaluado desde un punto de vista moral al que lo hace.

    Pero justamente, tu respuesta es la que estaba esperando: “Al autor, el préstamo bibliotecario le afecta en poco o nada a su modo de vida”. Es decir, que si lo hacen pocos, no es robo, si lo hacen muchos sí, sería una forma un tanto peculiar de considerar que es delito y que no. La cuestión es que en España sigue siendo legal, igual que sacar libros de la biblioteca, porque el problema no es que sea un hecho que quieren que se penalice porque se esté haciendo algo moralmente malo, siempre se ha hecho, sino que el hecho hace que ciertos autores que antes ingresaban mucho dinero ahora no lo hagan. Y mezclar esas dos cosas es mezclar churras con merinas. Yo me siento igual si me bajo algo de Internet o si lo saco de la biblioteca, porque en ningún caso pago directamente. El P2P es LEGAL en España, no tiene nada que ver con proveedores con ánimo de lucro, en cuyo caso sí sería ilegal. Y si Marías decide que alguien que hace algo legal está robando, así empieza su artículo: “No puedo jurar, así pues, que en mi juventud no habría caído en la tentación de robar con el ordenador, de haber existido éstos entonces”, yo le digo que cada vez que ha sacado un libro de una biblioteca o se ha leído un libro prestado por un amigo ha robado. Y Manuel, sigo sin ver la diferencia moral, puesto que él hace un juicio moral.

    Yo tampoco he sido la que ha utilizado en primer lugar la palabra “gratis”, si lees mis comentarios he hablado de que a través de impuestos o mediante la publicidad se paga, sin entrar en las subvenciones que damos a la creación, al cine…

    Miguel Angel, debe ser que yo siempre he separado el soporte físico del objeto intelectual, para mí prestar un libro o tener un fichero almacenado que no abro es lo mismo. Porque como ya indiqué antes, salvo en pintura o arquitectura, lo importante no es el soporte físico, es el contenido y en los dos casos accedo al contenido sin pagar. Pero el problema es sólo de lo que pierden con esto los autores, porque si no este debate no tiene ningún sentido. Y los autores pierden lo mismo, lo relevante no es que no tenga físicamente el libro y sí el fichero, es que ellos no ganan. Y vuelvo a repetir que me parece bien pagar a los autores un precio razonable, no a sus descendientes, igual que no sigo pagando a los descendientes de mi médico de cabecera. Yo también querría tener en formato digital pagando los libros de los autores vivos, ya cada vez leo menos en papel, y tengo el mismo problema que tú.

  25. María José
    2009-10-16 01:43

    Alber, sólo digo que tú has utilizado tu megalibertad cada vez que has sacado un libro de la biblioteca o te has leído un libro prestado frente a los miniderechos de los autores y editoriales a los que no les has pagado. Y tratar de convencer a alguien de que en papel sí y en otro formato no, pues va a ser complicado. Y si el enfoque no va en otra dirección, va a estar muy complicado que el problema se solucione.

  26. María José
    2009-10-16 02:10

    Por cierto, interesantísima reflexión de Marcos.

    ¡Tres comentarios seguidos! Parezco Cayetano :)

  27. Alberto
    2009-10-16 02:14

    ¡Marcos también habla de Sarkozy! ¡Y en El mundo! ¡Intertextualidad!

  28. María José
    2009-10-16 02:23

    Vale, vale, ahora Ahora empiezo a entender la tecnofobia de Marías, en papel no me habría pasado.

  29. Marcos
    2009-10-16 02:26

    El enlace correcto, María José, es este. Trampas del copy&paste (uy, se me escapó). Sí, ese texto surge a raíz de este, aunque no pretende responderle ni aclararle en absoluto, es casi lateral. Casi.

    Saludos

  30. Manuel Haj-Saleh
    2009-10-16 09:58

    “Es decir, que si lo hacen pocos, no es robo, si lo hacen muchos sí, sería una forma un tanto peculiar de considerar que es delito y que no.”

    No, María José, lo que digo es que el autor no se ha preocupado de esto (como no se preocupa de los préstamos personales) hasta que cambia el soporte y el préstamo se convierte en copia, y los dos ejemplares se convierten en doscientos o dos mil.

    Y sí, sigues mezclando churras con merinas, porque la sola diferencia de soportes es la que provoca la diferencia de acto. Tú podrías prestarle un libro a Paco, a Miguel o incluso a mí (que los devuelvo ;) porque tienes confianza en que los cuidaremos y los retornaremos en buen estado. ¿Se lo prestarías a un tipo que no conoces de nada- de nada? Pues seguramente no, salvo que seas una biblioteca y tengas un sistema para localizarlo si no lo devuelve. ¿Le permitirías hacer una copia, ya que no tienes que desprenderte del original? Pues seguramente sí, ya que no te supone ni gasto, ni esfuerzo, ni estar pendiente de que te devuelvan nada. Esa es la diferencia, por tercera vez (y última, ya que sigues sin querer verlo, aunque estoy convencido de que lo ves aunque no quieras).

    Un saludo.

  31. María José
    2009-10-16 12:26

    Manuel, a los autores no les preocupaba antes porque no pensaban que se podían enriquecer con la venta de ejemplares que no vendían porque la gente los prestaba o los sacaba de una biblioteca. Yo recuerdo oír a mi tío que en mi pueblo alguien compraba un tebeo (el que tenía medios) y luego lo leían todos. Incluso, como dice Marcos en su texto, para algunos autores que se difundieran su obras era motivo de orgullo, también sigue habiendo este tipo de autores en la era Internet. Las bibliotecas públicas en todos los pueblos de España se crearon porque se suponía que la gente con necesidades económicas no podía acceder a la lectura que se consideraba un bien importante, estoy convencida de que Machado habría estado encantado con que sus libros los sacaran, se los prestaran y los leyeran, porque él, como casi todos los escritores de otras épocas se ganaban la vida de otra manera y consideraban un bien social que la gente leyera. Y hubo una época, quizá tú seas joven y no la hayas vivido, yo una parte sí, pero en la generación de mis primos mayores y de mis padres estaba bastante extendido, en la que la gente sacaba libros de las bibliotecas y los leía. El cambio es que ahora la gente no los lee, salvo algún que otro best seller, así que la mayoría de los libros ni los sacan de las bibliotecas ni los bajan de Internet.

    No le tengo ningún apego a los libros de papel, ni a los discos de vinilo, ni a ningún soporte. A mí en el arte me interesa el contenido (ya digo salvo en pintura, escultura… donde no lo puedo separar) y he prestado y presto mis libros a gente de todo tipo que me los pida, sabiendo que pueden o no devolvérmelos y que los pueden estropear. Pero sigo prefiriendo que alguien los lea aunque me quede sin el ejemplar (salvo alguno al que por algún motivo le tenga un cariño especial).

    El préstamo no se convierte en copia, vuelvo a repetir por enésisma vez que las descargas P2P no se consideran delito ni están prohibidas para uso privado. Conceptualmente es igual que sacar un libro de la biblioteca y, tal es así, que quizá no recuerdes que se quiso poner un canón cada vez que se sacara un libro de una biblioteca, por lo tanto, son los propios autores los que dicen lo mismo que yo, que es lo mismo. Así que te digo lo mismo que tú a mí, hasta los autores lo ven: “ y tú sigues sin querer verlo, aunque estoy convencida de que lo ves aunque no quieras”. Manuel, este tipo de afirmaciones, innecesarias en una discusión que está siendo argumentada, son como las del tipo: “¿no te estarás engañando a ti mismo? y yo siempre digo lo mismo: “¿y tú, no serás el que te engañas?” Y así se termina, porque ya uno no está escuchando lo que el otro dice, sino que hace inferencias fuera del debate y yo cuando llega ese momento me retiro. Así que también por última vez: la diferencia es que los auotres no ganan lo que han ganado algunos en las últimas décadas, un fenómeno rarísimo en la historia, en realidad son cuatro gatos, los demás ganan más con el canón que lo que de verdad ganarías si todos los que se supone que se descargan sus obras les pagaran.

  32. Paco
    2009-10-16 12:39

    Os dejo unos cuantos enlaces a delincuentes famosos:

    Gremio de Editores de Asturias

    República Dominicana

    La wikipedia, que difunde estas ideas comunistas.

    Delincuentes españoles organizados

    ¿Pero es que hemos perdido el norte?

    Por cierto, se empieza llamando delincuentes a los ciudadanos y se acaba con censura, invasión de la privacidad y limitando el acceso a la información

    Os dejo la opinión de Carlos Sánchez Almeida, si se me permite incluir en este debate la opinión del que consideraréis “un rojeras”.

    Y una cosa más. La descarga de contenidos culturales en España no es delito. Sin embargo la descarga de software sí, ya que no existe en el software el derecho a copia privada. Aunque sé que muchos en LdN usan software libre, estoy seguro que muchos de los que llaman delito a bajarse un libro de la red tienen algún programilla pirata en su ordenador. Pero eso no importa, ¿verdad? Como no es cultura…

    Os recomiendo este artículo donde se explica qué es y qué no es delito en la legislación española.

    Es mejor que las manipuladoras campañas de televisión.

  33. joseluis
    2009-10-16 20:00

    No perdamos el norte, en efecto. Veamos, que el asunto es sencillo en el fondo.

    Si yo escribo un libro (o caso de una canción, da igual; míos son libro y canción) y lo publico con una editorial, mediante contrato, esa edición es de autor y de editorial. Ambos. Espero que nadie lo niegue.

    Si alguien pasa ese libro de formato papel a formato digital (o el disco a digital), sin permiso de autor ni de editorial, eso es delito, porque ese alguien está metiendo las narices donde nadie le llama y manipulando lo que no es suyo. Espero que no se me niegue. Según países, eso ya es delito y me parece perfecto que lo sea.

    Si el entrometido alguien se da a vender o divulgar esa obra (libro, disco) mía y sin permiso, está perjudicando mi derecho. No me vengan que me hace el trabajo publicitario, por favor. Menos cuentos. Está regalando mi obra, sin mi permiso.

    Si otros álguienes, mediante algún Ares, P2P en general, se “bajan” gratis mi obra (y para mayor escarnio a eso llaman compartir conocimientos, cultura libre y demás monsergas), me están perjudicando a mí, el creador, que he dedicado unas cuantas, o muchas, horas de trabajo al asunto y en consecuencia yo no las cobro o puedo cobrar a esos que trafican con mi obra.

    Hay más matices, pero ese es el norte perdido. Me parece. Por eso, el famoso canon, a ver si así los creadores cobran algo. O mucho, que prefiero se enriquezcan los creadores, a que lo hagan los ladrilleros o los aprovechados. Saludos.

  34. Ana Lorenzo
    2009-10-18 13:57

    Es muy interesante el debate; más que el artículo de Javier Marías que lo ha motivado.
    Yo creo que hay varias cosas en juego, más allá de lo legal o no.
    El canon aplicado al préstamo en bibliotecas, que fue rechazado tanto por la mayoría de autores españoles como por el gobierno, se impuso desde la Comisión Europea, donde se nos denunció, y donde España se defendió entrañablemente alegando el bajo índice de lectura del país. No se nos admitió tal alegato y hoy en día se cobran 20 céntimos de euro por libro prestado. Por supuesto, no redunda directamente en el usuario; es decir, no se cobra a la persona que coge el libro en préstamo («oiga, pague los veinte céntimos»), pero sí en los presupuestos que se asignan a las bibliotecas, que tienen que hacer frente a este nuevo gasto: eso quiere decir que disponen de menos medios para gestionar (amén de que al comprar los libros las bibliotecas ya han pagado los derechos de autor; y aunque las comunidades autónomas y el gobierno hubiesen dicho que no recaería en el presupuesto de las bibliotecas: pero es que hay comunidades que no tienen presupuesto para pagar el canon). Aun así, los bibliotecarios españoles no se han quedado parados (ni muchos autores ni muchas instituciones) y se ha admitido en la Comisión de Peticiones de la Unión Europea la petición de derogación de la Directiva del canon. Podéis informaros en No al préstamo de pago en bibliotecas. Aparte, el hecho de que la gente lea un libro en la biblioteca, no es solo un beneficio para el que lo lee, según muchos autores es un escaparate ideal que multiplica sus ventas.
    Uno de los asuntos que más rechazo generan, tanto en el canon que se aplica a los discos duros, mp3, dvd, etc., como en el del préstamo de pago es el de que en España se gestione por entidades privadas el reparto: Cedro, la SGAE. Y el reparto que se hace. Por ejemplo, en el canon a las bibliotecas, la Directiva solo habla de compensar al autor, mientras que Cedro reparte al 50% entre autor y editor. Además, la fama de la SGAE, con la aplicación del canon que nos supone a todos piratas por el hecho de tener acceso a ello (que es completamente contrario a la presunción de inocencia), o con decisiones como cobrar derechos de autor a un pueblo que representa una obra de teatro que fue escrita hace más de 300 años, no ayudan lo más mínimo a que la gente confiemos en su gestión y su cordura a la hora de discernir qué derecho tiene quién. Creo que quizá si hubiera otra forma de gestionar los derechos de autor, la gente no sería tan reacia a reconocerlos.
    En cuanto a los tres tipos de industria afectados: la música, el cine y el libro, hasta hace relativamente poco, fue la música la primera en ver cómo caían sus ventas: de tener un CD en el mercado a unos 20 euros (ole, ya, qué precios) a que la gente pudiera tenerlo en mp3 descargable P2P; se apuesta por el directo, por el DVD y por tratar de reconvertir la industria musical.
    El cine, que en el DVD ofrecía extras para que la gente comprase, aparte de ir a las salas, se las ha ingeniado para ofrecer películas en 3D (en algunas en que no hace ninguna falta ni aporta nada) a ver si así la gente volvía a acudir a los estrenos en vez de descargarse películas P2P y verlas en el home cinema en casa, en pantallas que hoy en día son tan enormes y con tal sonido envolvente que poco o nada tienen que envidiar a ir a una minisala.
    El libro, hasta hace nada, no se preocupaba: al fin y al cabo, leer en pantalla o en una PDA, o en un móvil, un libro digital cansaba la vista y la postura era incómoda. Con los e-readers (y el mercado no ha hecho más que empezar), las pegas a la incomodidad han desaparecido: se puede leer sentado en el sofá, se puede aumentar el tamaño de la letra (una ventaja para la presbicia), se puede anotar, se pueden hacer búsquedas y concordancias, se pueden ver las ilustraciones y, dentro de poco, se podrán ver en color (no hablo de los dispositivos que añaden al libro sonidos o contenidos distintos al texto y a los gráficos porque estos están exclusivamente diseñados para este mercado del e-reader). El mundo del libro, está claro, tiene también ahora que preocuparse, tal y como han hecho el mundo de la industria musical y cinematográfica, que, por cierto, no creo que aún hayan hallado soluciones.
    El caso es que aún las generaciones no son nativas digitales: incluso nuestros hijos leen libros en papel, no nos engañemos. Los niños que nacen ahora siguen leyendo en papel y apreciando el continente y el contenido (no ocurre así con la música: casi no saben lo que es un CD o una cinta: para ellos toda la música es, de pago o gratuita, contenido del mp4 o mp3 o el celular en que lo tienen). Pero, ¿qué ocurrirá en breve cuando, como dice Manuel, a la biblioteca vayan solo unos pocos, y a lo mejor sea solo para estudiar, porque hay red wifi, o para sacar en préstamo algún DVD? Sin embargo, yo creo que sí irán a sacar libros si se les ha acostumbrado a ello, igual que los comprarán por la Red si también se les acostumbra a ello y, como dicen varios aquí, Miguel Ángel, María José, etc., se da la opción de comprar y de que el precio merezca la pena.
    Aun así, yo no creo en un mundo dividido en lectores solo en formato digital y solo en formato papel: creo que hay añadidos en los dos formatos que harán que convivamos con ellos, en literatura, mucho tiempo. Otra cosa son los diccionarios y enciclopedias, pero, madre mía, la cantidad de temas que salen de uno solo, es imposible abarcar todo. De hecho, editores, libreros, correctores, traductores, ilustradores… todos los oficios del mundo del libro están afectados, y más (periodistas, blogueros, profesores, elaboradores de materiales de estudio, de contenidos, uf, paro ya).
    Otra pregunta interesante que surge es, tras leer el artículo de Marcos, por ejemplo, la de si los libros digitales van a copiar al libro impreso eternamente, tal y como este al principio copiaba al manuscrito (los incunables), o si va a evolucionar de distinta manera.
    En fin, preguntas, como veis. Respuestas, no tengo. Pero no creo que las tenga Javier Marías ni nadie, aún.
    Perdón por la extensión.
    Un beso.
    P. S.: María José, me he leído todos los comentarios al artículo de Sarkizy en El Mundo antes de ver que no era el enlace correcto :-)

  35. Miguel A. Román
    2009-10-20 00:45

    Al hilo de lo que dice joseluis, y no necesariamente para rebatirle, no creo que sea, a estas alturas, una cuestión de qué es delito y qué no. Entre otras cosas porque, más allá de otorgar satisfacción moral a uno de los dos bandos (¿hay dos bandos?), no se soluciona nada.

    El problema, creo yo, es de ética, personal y colectiva. Personal en tanto cada usuario debe asumir que consumir cultura supone, además de su disfrute, colaborar al sostenimiento económico de la producción cultural (y en una forma más coherente que el oscuro canon). Es bueno que exista un derecho de acceso gratuito a la cultura, entre otras cosas porque la cultura tiene siempre una raiz popular, pero son los poderes públicos los que deben articular esa gratituidad de forma que no se lesionen los derechos de los creadores.

    Pero también hay una necesidad de recuperar la ética colectiva que ha confundido ese derecho del acceso gratuito con el arramblar con todo sin pagar, porque “es gratis”. Sin embargo todos entienden que para ir a un concierto, asistir a la ópera, entrar al teatro, ir al cine o poseer un libro, disco o cualquier soporte físico, no asiste el supuesto derecho de gratituidad. Igual que entienden perfectamente la diferencia entre software libre y propietario (incluso aunque no le den esos nombres).

    Pero del otro lado, insisto en mi tesis, encuentro a una industria que ha venido detentando (y digo bien) un monopolio de la difusión cultural al precio que ellos estipulen; que han recurrido, por supuesto, a la digitalización y al soporte informático para abaratar sus costos de producción, sin trasladarlo al consumidor; y que se han quedado “paralizados” ante el fenómeno del P2P, simplemente invocando sus derechos ancestrales, cuando creo yo que si en vez de reclamar prohibiciones y denominar “piratas” o “ladrones” a la gente, se hubieran puesto desde el primer momento a publicar extensos catálogos en descargas a precios interesantes o, por ejemplo, a través de suscripciones con proveedores de acceso, la historia habría sido muy distinta. Pero en su pánico temieron que si facilitaban versiones digitales a la gente lo único que conseguirían era alimentar más todavía las redes de intercambio. Pero también se estremecían al pensar que no podrían vender el último chunda-chunda del famosillo si tuviera que competir con la discografía completa de los mitos. Miedo razonable, pardiez.

    ¿Alguien recuerda todavía cómo empezó esto ?

    Por supuesto que siempre habrá quienes se aferren a lo gratuito de dudosa legalidad, pero ese mercado no existe, ya que suelen ser jóvenes de escasos recursos que de todas formas nunca comprarían el soporte físico. Pero somos muchos a los que no nos importaría pagar unos pocos euros por acceder en descarga rápida a productos descatalogados en formato de aceptable calidad y sin exponernos a fakes y virus. Gente honrada en su base, padres de familia que vivimos en poblaciones donde no hay FNAC y la biblioteca pública yace desangelada y que tenemos muy serios problemas para nutrir nuestro estómago cultural y el de nuestra prole.

    Y hasta ahora los libreros siguen sin verle las orejas al lobo, y siguen discutiendo cómo hacerlo sin hacerlo, prevaleciendo el interés por proteger los derechos de la aristocracia editorial antes que la oferta, que son galgos, que no, que son podencos.

  36. Nacht
    2009-10-20 01:23

    Estimados en definitiva aquí más allá de las discusiones técnicas y de los detalles legales lo que se olvida es que la creación y difusión de “hechos culturales” ha dejado de ser patrimonio de los pueblos para estar en manos de “culturosos profesionales” que definen qué es arte y que no. Por ejemplo la literatura actual es tan pedestre que da grima; lo que se vende (y se vende mucho y en papel) no vale el papel en que está impreso; pero aún así los popes aúllan y se quejan, se quejan los que venden libros por millares, libros carísimos que se venden, cuando por nada, por monedas (en papel o en medios informáticos) te podés hacer de una biblioteca excelente, con libros muy superiorers a estas minucias de estos escribas efímeros. Son voceros de las editoriales, del circo de “críticos” que los adulan, que de nada hacen montañas y alaban a escribas de cuarta que brillan como estrellas… de fantasía.

  37. germán
    2009-10-20 05:21

    Creo que Miguel Ángel da en el clavo en su último comentario. Pensando en su argumentación me viene a la cabeza un refrán popular: “robar a un ladrón, cien años de perdón”. Claro que de mi asociación de ideas él no es responsable. Y comparto el artículo de Marcos que también me parece aceptado. Y conste, no hablo de afuera: tengo obra con copyright publicada. Y también tengo obra bajo licencia de Creative Commons.

  38. María José
    2009-10-20 13:35

    Totalmente de acuerdo con Ana y Miguel Ángel (mis comentarios iban en esta misma línea). Me hace gracia cuando se dice que aunque se pagara poco la gente no lo haría. Pero en los top manta vendían muchísimo, y eso a pesar de la pésima calidad de las copias, siempre me pregunté por qué no las vendían ellos por ese precio o poco más y dando más calidad, la gente las habría comprado.

    José Luis, a mí me da igual que se enriquezcan las discográficas, las editoriales, las productoras o los del ladrillo. No se te olvide que en el último caso también hay autores (arquitectos, diseñadores de interiores…). No sé por qué van a ser mejores unos que otros. Porque si los de la editoriales no son aprovechadores, no se entiende a qué viene el premio Planeta que de literario tiene poco.

  39. joseluis
    2009-10-20 16:31

    Pero ¡claro que prefiero que se enriquezcan los creadores, con, y por, su propia obra! Eso he dicho, “.. que prefiero se enriquezcan los creadores, a que lo hagan los ladrilleros o los aprovechados…”. En cuanto a que los arquitectos y diseñadores de interiores, y su creación, pues vale, será, no te objeto eso. Y de las editoriales y sus premios, el Planeta como más escandaloso (el Nobel de la Paz a Obama también), pues ya es sabido que los premios sirven especialmente para el autobombo de quien los concede, y enseguida como una publicidad para la obra y autor premiados, pero son otros temas.

    A ver si es que aquí, al final, estamos todos de acuerdo. Qué bonito…

  40. Nacht
    2009-10-20 22:55

    Notable, aviso al comienzo de la página:

    Vuelve Dan Brown vuelve el enigma

    ¿No quedan explicadas muchas cosas?

  41. Mireia
    2009-11-08 22:29

    María José siempre había sentido en su interior la pasión por la bisutería. Ya de pequeña, mientras andaba descalza por la playa, recogía pequeñas conchas de esas a la que el mar, por algún misterioso motivo, les hace un agujerito y las arrastra con las olas a la arena.

    Al llegar a casa, la niña María José disfrutaba ensartando las conchas y las coquinas con cordel, y fabricaba estrafalarios collares, pendientes impares y anillos extraños. Pero con el tiempo, esa niña artista fue perfeccionando su arte, hasta que un día, hacia los treinta, harta de trabajar de dependienta en unos grandes almacenes en los que después de años sólo había conseguido cobrar una nómina de mileurista, decidió que ya era hora de sacar algún provecho de su innato y artístico talento.

    Sacó unos ahorrillos del banco e hizo acopio de perlas, cordel de silicona, cuentas de colores, hilo de plata, cierres antialérgicos y piedras semipreciosas, todo el material que le iba a hacer falta para fabricar una bonita colección, y se dispuso a pasar las noches y los fines de semana, todo el tiempo que hiciera falta, para completar ese muestrario de abalorios que, con un poco de suerte, podría acabar vendiendo en el mercado semanal de su pueblo, o incluso en la feria anual que se montaba en la capital con motivo de las fiestas patronales.

    María José pasó un año y pico durmiendo poco o nada, combinando su horrible trabajo con noches de febril actividad creadora, en la que se dejaba las pestañas y las yemas de los dedos, ya se sabe lo que es trabajar con herramientas… hasta que por fin, un día de mayo, satisfecha, agotada pero feliz, sintió que había llegado la hora; sacó la caja donde tenía almacenado todas sus joyas y decidió que por fin empezaría a vender.

    Se informó en el ayuntamiento, y al llegar a casa, un poco desanimada, le comentó a su pareja que necesitaba tocar de nuevo los ahorros… que no se había dado cuenta que, al menos al principio, igual tendría que permitirse hacer algo más de inversión. Tenía que comprar expositores, un tablero, y paños de seda donde colgar sus creaciones. Una silla para el mercado. Y que el día de mercado debería comprarse bocadillo y bebida. Y pagar la cuota por los 5 jueves de mercado al mes. Y desde luego, tendría que dejar su trabajo. Sus creaciones eran preciosas, y seguro que se venderían bien. Había que confiar en el criterio de la gente, y en que la calidad de sus creaciones tenía que comercializarse bien, por fuerza.

    El primer jueves de mercado fue un día memorable. Ella lo recordaría por siempre jamás. A las diez de la mañana, nada más empezar, una chica muy guapa le compró un par de pendientes hechos com plata y con unos colgantes maravillosos hechos con lapizlázuli. Le pagó los 30,00 Euros que sin duda valían y desapareció por una de las callejuelas que daban a la plaza.

    María José fue feliz como nunca antes lo había sido en su vida.

    A la artista le extrañó, sin embargo, que a partir de aquel momento la gente sí, pasaba por su puesto, miraba y remiraba, pero no compraba nada. Y por la tarde observó, con estupefacción, como muchas de las mujeres que transitaban por el mercado llevaban unos pendientes idénticos a los que ella había creado… sólo que no eran propiamente suyos, sino copias.

    Pero caramba… ¡cómo daban el pego! ¡Parecía que las hubiese hecho ella misma!

    Fueron pasando los días, y cada día que pasaba, más y más mujeres en su pueblo llevaban sus bonitos pendientes. Y no solo las del pueblo. Se acercó a la capital, y allí, una tras otra, fue divisando mujeres adornadas con los pendientes que ella había inventado y que había fabricado con tanto esfuerzo. Y todas la señalaban a ella, mida, mirad, ella los creó… que gran artista! Pero María José solo había vendido un par.
    Mirad cómo cada jueves intenta vender más piezas de esas murmuraban todas… pero no venderá ni una más, la pobre… ¿es que no se ha enterado de que su primera clienta tiene una maquinita de ésas de replicar pendientes gratis? ¿Y de que la gente se los va regalando por la calle, como quien reparte efímeros prospectos de propaganda?

    María José se pasó los siguientes cinco jueves acudiendo a su puesto, habiendo pagado por adelantado al ayuntamiento los gastos, habiendo tenido que comprar todo el material, y habiendo no sólo trabajado sin descanso durante meses en tantas noches insomnes, sino depositado toda su ilusión en la posibilidad de poder vivir, ni que fuera precariamente, de aquello para lo que tenía talento.

    Al cabo de las semanas juntó su preciosa bisutería y la guardó de nuevo en la caja, abandonó su puesto en el mercado y, a rastras, regresó a los grandes almacenes, donde, heridos en su orgullo por la reciente deserción de la antigua dependienta, sólo pudieron ofrecerle el puesto de limpiadora.


Librería LdN


LdN en Twiter

Publicidad

Publicidad

Libro de Notas no se responsabiliza de las opiniones vertidas por sus colaboradores.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Desarrollado con TextPattern | Suscripción XML: RSS - Atom | ISSN: 1699-8766
Diseño: Óscar Villán || Programación: Juanjo Navarro
Otros proyectos de LdN: Pequeño LdN || Artes poéticas || Retórica || Librería
Aviso legal