Alberto Manguel, sobre el formato de trilogía, lo que tiene de natural o artificial, algunas notables y la necesidad de la medida y la continuación: ‘In partes tres’.
«Es quizás la curiosa ambición de las trilogías la que las salve de la ejecución difícil. Sin la sólida coherencia de la creación única, sin el aparente y justo equilibrio de la obra binaria o del cuarteto, las trilogías parecen aspirar a algo más que integridad y a algo menos que infinitud. Si nunca segundas partes fueron buenas (como dijo el autor del Quijote con tanto desacierto), las terceras tampoco suelen ser malas, sólo más modestas. La tercera pirámide de Giza es por cierto la más pequeña; Talía, la tercera de las Gracias, es la menos eufórica; la tercera de las Furias, Maghera, se ocupa de vengar asuntos de celos, no de sangre o injusticia; la tercera de las Parcas, Atropos, tiene como única misión el último tijeretazo; el tercero de los dioses que rigen el Olimpo es Plutón, señor de los infiernos, región que sin duda tiene menos encanto que el cielo y el mar que rigen sus hermanos; de los tres mosqueteros, pocos se acuerdan de Aramis; El padrino III es menos logrado que sus predecesores.»