Cualquier estudiante de filología se habrá topado con el nombre de Plinio centenares de veces, aunque siempre como referencia o alusión. Esto no sería extraño sino fuera porque Plinio fue un naturalista, pero su obra magna dejó huella en toda la cultura posterior. Leandro Arellano perfila su figura y reclama para la Historia natural el honor de ser el primer intento enciclopédico: Plinio: un precursor.
«La enorme Historia natural es una obra en treinta y siete tomos que aspira a describir el universo, la naturaleza en sus manifestaciones animal, vegetal y mineral, e incursiona en las artes y en la vida social. Más que una obra científica, es una acumulación de datos científicos, un inventario, la compilación de una cantidad considerable de libros, que el autor adereza con sus comentarios. Su afán totalizador –heredero, al fin y al cabo, del esplendor del helenismo– lo hizo concebir la unión de todos los datos científicos asequibles de su tiempo y de sus lecturas.
No es imposible que la Historia natural sea el más ávido entre los primeros tanteos enciclopédicos, si bien Thomas de Quincey atribuye a Heródoto ese privilegio y, en su libro Enciclopedias y diccionarios (Breviario del Fondo de Cultura Económica), Alain Rey no atina a quién asignar, entre Posidonio y Varrón, tan magna distinción. Al mismo tiempo destaca a otros ilustres antecesores: Catón y Aristóteles.»