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Lo poquito que sé de lectura, de lectores y de niños

Cada vez tengo menos claro todo lo referente al fomento y la animación a la lectura. Tengo la impresión de que las ideas al respecto sirven de poco y que cada caso es radicalmente distinto. No sé. Ana Lorenzo parece que lo tiene algo más claro que yo y reflexiona sobre el fenómeno; por ejemplo, sobre lo difícil que ella cree que resulta que los niños se enganchen a la tele: Lo poquito que sé de lectura, de lectores y de niños.

«Enganchar a un niño a la tele es trabajo de días, no de un momento. Es no hacerle caso cuando llega a gatas, si es que ha aprendido a ir a gatas, y dejarlo en el parque para que no moleste y enchufarle la tele. Aun así, el niño mirará la pantalla y luego se aburrirá como una ostra. Y reclamará nuestra atención. Y si no se le hace caso y se le da una ranita que habla cuando le aprietas la pata o la barriga, el niño lo hace un par de veces y luego la ranita se queda cantando solita.»

Marcos Taracido | 09/01/2009 | Artículos | Mundo del Libro

Comentarios

  1. María José
    2009-01-09 14:01

    Estoy de acuerdo con Ana en algunas cosas. Que el hombre es un ser social está claro, que el contacto y la relación con otras personas es lo más reforzante, no hay duda. Que la mayoría de los niños si puede jugar con otros niños (cosa muy complicada en una ciudad) lo preferirá a estar en casa viendo la tele o con cualquier maquinita, en general, es cierto. Pero no estoy de acuerdo con que se enganchen a la tele o a las maquinitas porque los dejes delante de ellas y no les hagas caso. La argumentación podría parecer valida para la tele (yo creo que tampoco), pero las maquinitas enganchan a la primera, no porque los expongas a ellas. Prueba a dejarlos delante de libros o juegos educativos y verás que la mayoría no se enganchan. Tampoco se enganchan a cualquier programa de la tele, ni a cualquier juego. Cómo tampoco lo hacemos los mayores. No es tan fácil, cualquier cosa para enganchar tiene que dar con alguna tecla, con algo que sea reforzante para el sujeto. Últimamente los juegos que más éxito tienen son los que se hacen a través de la red con otras personas, el ser social siempre sale.

    La mayoría de los adultos tampoco lee, así que hay que asumir que quizá no sea una actividad muy reforzante para la mayoría de las personas, no podemos estar siempre pensando que es que no hacemos bien las campañas de promoción de la lectura, ya van muchos ensayos y muchos intentos para conseguirlo y no aciertan, cada vez las nuevas generaciones leen menos, según dicen. Yo creo que nunca se ha leído mucho, sólo que antes estaba mal visto decirlo. El placer que tiene más que ver con el intelecto, es un tipo de placer y no todos disfrutan con él, como no a todo el mundo le gusta esquiar ni hacer deporte. Está bien que el sistema educativo te enseñe a leer, te muestre lo que tienes a tu disposición, igual que te enseña matemáticas o ciencias, pero eso no implica que necesariamente luego vayas a estar resolviendo ecuaciones o haciendo experimentos y os aseguro que puede ser tan gratificante como leer.

    Ana, ¿qué diferencia hay entre leer novelas del oeste o ver una serie en televisión? No te olvides que la lectura aisla de los demás tanto o más como las maquinitas o la tele.

  2. Ana Lorenzo
    2009-01-09 17:10

    Bueno, yo reflexionaba sobre por qué damos como natural el hecho de que los niños estén enganchados a las máquinas, no el que no estén enganchados a la lectura.
    Yo creo que antes, estábamos rodeados de más gente: los abuelos estaban más cerca, los vecinos eran amigos, normalmente había más hermanos… así que cuando uno no te hacía caso, siempre había otro. Aparte, la tele no ofrecía 24 horas de dibujos, series, películas… realmente difícil que un niño se enganchara a ella, claro.
    Ahora, tener una persona que le haga caso a un niño es a veces un milagro. La tele con sus dibujos, en cambio, es incondicional. La consola de turno, más aún, porque el niño elige y maneja. Sin embargo, si observáis a niños pequeños, de unos cuatro o cinco años, veréis que si no hay nadie a quien enseñarle cómo ganan al Mario kart o nadie con quien compartirlo, dejan el juego para buscarlo.
    Antes de esa edad, al niño le parece tan increíble una máquina con lucecitas y sonidos como un espejo. Y, antes aún, reacciona a las voces en vivo como no lo hace ante las grabadas.
    Además, es que de verdad que cuando los niños descubren cosas nos llaman; y cuando se aburren, quieren jugar con nosotros. A mí mis hijas nunca me han pedido la tele ni las consolas hasta que no se las he introducido yo. Somos los adultos los que introducimos al niño en el mundo: bien está presentarle la tecnología, por supuesto (tengo un blog, colaboro en LdN, no soy tecnófoba precisamente), pero jugar y contar y escuchar es algo que deberíamos presentarles también, sobre todo, María José, sabiendo que no todo engancha igual de fácilmente, como dices.
    Que luego uno siga o no siendo lector es otro cantar. Pero que desde niño se le deje en manos de nadie… ni una nana, ni unos poemas, ni un trabalenguas, pues vaya.
    Seguimos.
    Un beso.

  3. Marcos
    2009-01-09 17:32

    Buff, no sé, es que esto es muy complicado. Estoy con Ana y con María José, algo sencillo para el que sea capaz de creer en la Santísima Trinidad.

    Mira, tengo en mi entorno una experiencia al respecto: primos más o menos de la misma edad: a unos se les dejaba ver la tele (digamos) con normalidad; otro, apenas la veía, la inmensa mayoría de las series que veían los primos él no las veía, no las vio nunca. Pero siempre deseó verlas y en cuanto tuvo cierta independencia devoró una tras otras, y hoy en día no ve menos televisión ni lee más que los demás.

    Por otro lado, también conozco gente que creció en soledad (sin la atención de su familia, o con muy poca atención individualizada) y que precisamente por eso (o al menos incluso así) leyó y lee con profusión. Y viceversa. Y donde digo digo dije DIego, o como sea.

    Saludos

  4. Alberto
    2009-01-09 17:43

    Y ahora, por 25 euros, digan rápidamente la comunidad autónoma de la que es oriundo Marcos Taracido.

    Tiempo!

  5. Marcos
    2009-01-09 17:53

    Anda, listillo, quítate el traje de luces, deja de taconear y da tú una respuesta más atinada y segura.

  6. Ana Lorenzo
    2009-01-09 18:45

    Gallego… por aquello de decir pero no, de afirmar pero preguntar; ja, Alberto, me debes 25 euros, me debes 25 euros…
    Marcos, no creas que no te entiendo; mis padres no compraron tele para educarnos sin ella; como tú dices, salimos de todo tipo: grandes devoradores de TV, voraces lectores… Sin embargo, que nos quiten las funciones que montábamos, o que se las quiten a ellos, ja. Que me quiten a mí las funciones de guiñol de mis hijas porque tenían público. Pero que me reprochen, sí, que cuando tenía trabajo hasta arriba y no daba abasto, la peque, en vez de conseguir una buena historia, o auscultarme como médico que es —qué no puede ser un niño con toda la imaginación del mundo—, recibiera una de esas respuestas tan manidas y odiadas: «Cariño, tú ve viendo esta de Winnie-the-Phoo que te encanta, que mamá viene enseguida»; y lo malo no es la película (la de Pooh de Disney de siempre está lograda), lo malo es perderse las risas anticipadas del niño cuando se la sabe y ya llega la parte en que…
    Un beso.

  7. María José
    2009-01-09 21:30

    Ana, como siempre, tiendes a idealizar el pasado. No todos los padres, abuelos… se ocupaban de contarles cuentos a los niños, no olvides que estás en un entorno privilegiado. Y ahora muchas veces, en lugar de contarles cuentos, vas al cine, ves series de televisión o juegas con las maquinitas. Esta navidad en mis casa se han juntado unas cuantas conectadas y jugaban niños y mayores y une igual que cualquier otra actividad. Lo que pasa es que este tipo de dispositivos ponen de manifiesto que los niños están haciendo algo que parece que no es bueno, si se dedican a mirar al techo y a apedrear perros no parecía que estaban “abandonados”. Yo no soy partidaria de prohibir nada que sea de uso común entre los de su edad, ya digo, lo más importante del hombre es su faceta social y no lo puedes aislar.

    Marcos, lo tuyo me ha recordado a un chiste de un rabino que en un juicio le dice al primero que interviene: “tiene usted razón” y cuando lo hace el oponente contesta: “tiene usted razón”, así que uno de los que estaba oyéndolo le dice: “no puede ser, usted le ha dado la razón al primero y luego al segundo que exponía lo contrario” y le responde el rabino: “pues usted también tiene razón”. Supongo que sería un rabino gallego.

    Por cierto, no es por nada, pero no acabo de ver en qué estás de acuerdo con Ana :)

  8. Marcos
    2009-01-09 21:39

    No lo sé. Pero tienes razón, María José.

  9. Ana Lorenzo
    2009-01-09 22:10

    María José, tienes razón :-)
    Pero yo estoy encantada de que los niños sigan prefiriendo a las personas; buenas piezas, los enanos, son listos como ellos solos.
    Por cierto, María José, que a mí no me parece nada malo jugar y que jueguen con las maquinitas; a mí me parece una lástima si solo juegan con las maquinitas y si, además, han desistido ya de enseñar o compartir nada.
    Un beso.

  10. darabuc
    2009-02-04 14:09

    Yo en todo esto veo que certezas hay pocas (por no hablar de la hija de librera que no lee, contaré que hace poco, una madre me explicaba, más desesperada que otra cosa, que para conseguir que su hijo fuera al parque tenía que sobornarlo comprándole libros; no es una familia de lectores y el niño tiene cuatro años justos, o sea que tampoco lo habrá copiado de otro sitio). Pero vale la pena seguir haciéndose las preguntas. Y leo en la nota, sobre todo, estas: ¿cuánto hemos hecho cada uno de nosotros para ir cortando los lazos de unión con nuestros hijos?, ¿cuánto para leerles, que nos lean y leer con ellos?, ¿cuánto para tener hijos “cómodos”, que nos dejen hacer lo que queramos?, ¿cuánto podemos hacer para no dejarnos pisar por las prisas y recordar qué es lo importante y qué es lo accesorio (porque lo urgente muchas veces es secundario)? Entiendo que esa reflexión cundirá en cualquier familia, independientemente de adónde le lleve a cada cuál.


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