Ethan Nadelmann argumenta que la ilegalización de las drogas ha sido un fracaso cuya consecuencia ha sido, principalmente, el engorde de las cuentas bancarias de los capos, y apunta a la legalización como una solución viable. Legalizar las drogas.
«El enfoque más adecuado no es la reducción de la demanda, sino la reducción de daños. Conseguir que haya menos adictos está muy bien, pero no es tan importante como disminuir el número de muertes, la delincuencia, las enfermedades y el sufrimiento asociados al mal empleo de los narcóticos y a las políticas prohibicionistas. En el caso de las drogas blandas, reducir daños significa promover que se beba con responsabilidad, convencer a los conductores de que dejen el coche en casa si van a beber, o a los fumadores de que cambien los cigarrillos por chicles, parches de nicotina o tabaco sin humo. En cuanto a las sustancias ilegales, implica minimizar los contagios de enfermedades infecciosas mediante programas de intercambio de jeringuillas o reducir las muertes por sobredosis facilitando antídotos y metadona —o incluso heroína farmacéutica— como sustituto de la heroína y otros opiáceos ilegales.»