Libro de notas

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Ánfora de Letras por Max Vergara Poeti

Apuntes de viaje, recorrido en bote o hidroavión por el Amazonas literario. Imágenes desde el Jardín de Corifeo, lecturas recomendadas por Zenódoto de Éfeso. Max Vergara Poeti es escritor y traductor. Ha colaborado para diferentes revistas culturales y literarias de Colombia e Italia, sus dos patrias, asimismo como de otros países Hispanoamericanos.

Túnez

A sólo 80 kilómetros de Sicilia, se encuentra uno de los países mediterráneos más bellos y pequeños del norte de África, aunque significativamente tan grande como Inglaterra y Gales juntos, el estado de Washington al norte de Estados Unidos o Victoria, en Australia. El turismo en Túnez llega a su punto máximo cada año entre julio y agosto, cuando cerca de dos millones de europeos se apretujan en sus 1.400 kilómetros de playas, lo cual dice, al sentido común, alejarse siempre. Tampoco es una buena época para visitar el país, ya que los precios suben y el transporte es una pesadilla. A esto, se suma el calor durante las horas de actividad turística (10am a 6pm), particularmente hacia las ruinas antiguas. La mejor época, aunque se cruce con las obligaciones laborales de muchos, es entre marzo y mediados de mayo, pues los días primaverales son placenteramente tibios y las afueras se renuevan para el ojo extranjero tras las lluvias de invierno. Hacia fines de mayo, el fogonazo del estío se asienta hasta las postrimerías de octubre, y solo en diciembre nuevamente el clima se torna propicio, aunque húmedo y espeso en el norte, como también perfecto para ver las dunas al sur del país y las aves migratorias del lago Ichkeul.



A mi parecer, un mes es suficiente para recorrer minuciosa y pacientemente a Túnez, aunque basta solo con dos semanas mínimo para ver lo esencial. Hay tres tipos de viajes, los usuales de paquetes turísticos de 1 semana, los de una quincena (dos semanas) y el viaje de 4 semanas, que es el ideal y es una suma de los dos primeros itinerarios sugeridos, aunque extendidos. Para efectos prácticos, el que narraré a continuación será la travesía sustanciosa de 2 semanas, pero antes, repasaré el recorrido que queda por fuera, y que también es una excelente oportunidad para el viajero.

El viaje a Túnez de 1 semana deberá concentrarse únicamente a explorar un área determinada, teniendo en cuenta uno de tres puntos de arribo al país (Túnez, Monastir y Jerba). En el Norte del país, comenzando por la capital, el viajero deberá visitar el Museo Bardo, la medina y Cartago (dedicando a esto dos días a lo sumo). Luego, podrá trasladarse a Dougga y explorar el lugar camino a Le Kef (un día). De ahí, deberá seguir a Jendouba y visitar la Bulla Regia, tras de lo que proseguirá a ‘Ain Draham, donde se recomienda permanecer un día. El viaje por la costa es indispensable bordeando el inspirador bosquecillo de alcornoques por otro día (pero opcional), y ver la playa de Tabarka (que amerita quedarse a dormir), antes de regresar a Túnez. Si se parte del Centro de Túnez, el recorrido perfecto deberá comenzar en Sousse (para visitar la medina y su museo, como mínimo en estadía de 2 días). La siguiente parada será en Kairouan (un día) para seguir rumbo sur a El-Jem (otro día). La medina de Sfax merece la pena explorarla, y hay opciones buenas de estadía. De ahí, nuevamente camino norte a Mahdia (otro día) antes de regresar a Sousse. En el Sur, se comenzará en la isla de DJerba donde se explorará la ciudad de Houmt Souq (un día). Luego, es indispensable moverse al sur a Tataouine, en medio del desierto, y quizás contratar un “louage” o taxi chárter o compartido a Ksar Ouled Soltane, para pasar un día. Otro louage se hará indispensable para visitar Douiret o Chenini (puntos bellísimos de arte y cultura sahariana, hundidos en las dunas), antes de concluir la alargada en Matmata (via Gabès, una ciudad arruinada por una petroquímica horrenda). De ahí, la siguiente parada es por Chott el-Jerid a Tozeur (dos días máximo para disfrutar uno de 2 hermosos lagos salados en medio de la arena de Túnez). Douz sigue en la ruta, para un viaje de acampamiento típico en el desierto bajo las estrellas (una noche opcional, para los amantes de las aventuras), antes de regresar a DJerba.

Si tengo una lista de lo bueno y lo malo de Túnez, sin duda, merece la pena compartirla con los futuros viajeros. Así que aquí va:

LO BUENO:

  1. La amabilidad de los tunecinos.

  1. Los recorridos temprano por la mañana al “ksour” o “fuerte bereber” cerca de Tataouine.
  2. El verdor de los oasis.
  3. Los oasis de montaña al oeste de Gafsa.
  4. La arquitectura islámica en Kairouan, Mahdia y Túnez.
  5. El coliseo de El-Jem.
  6. Las ruinas romanas de Dougga.
  7. Las caminatas por el bosque en ‘Ain Draham.
  8. La condimentada “chorba bil djej”, una espesa sopa de pollo con pasta en forma de granos de arroz.
  9. El “Vieux Magon” o vino rojo local.


LO MALO:

  1. Las hordas europeas veraneras.
  2. Los complejos hoteleros de paquete con su comida aburrida.
  3. Las etiquetas erróneas o inexistentes en los museos.
  4. El poblado de trogloditas de Matmata, después de las 9 de la mañana, por los buses turísticos en temporada alta.
  5. El villorrio minero de Metlaoui, desde donde inevitablemente comienzan las excursiones al manantial Seldja (en el Lezard Rouge o “Lagarto Rojo”, la famosa línea del ferrocarril).
  6. La polución de las aguas en Gabès.
  7. Cualquier tipo de cuarto de servicio (baño) en Ksar Ghilane.
  8. El zoo Tijani en Tozeur (no hay que perder el tiempo).
  9. Las casas de clientes de tapetes en Kairouan.
  10. Los altos costos de alquiler de coches.


¿Qué no hay que perderse? En arqueología, el escalafón lo inicia “Bulla Regia”, el famoso sitio en el que los romanos se fueron bajo tierra, excavando refugios subterráneos para evadirse del sol. Sigue “Cartago”, por supuesto, aunque poco es lo que queda, muy poco, y solo la imaginación, en la cima de la colina Byrsa, puede recrear el escenario de la poderosa ciudad que alguna vez dominó el Mediterráneo occidental. “Dougga”, una ruina sobre una colina, es una de las mejores muestras de arquitectura romana en todo Túnez, con su estrella principal, el Capitolio, excesivamente fotografiado. “El-Jem” es el coliseo enorme construido por Roma, y el tercero más grande de todo el Imperio. Se levanta espectacularmente sobre la ciudad moderna, y puede verse desde muchos kilómetros lejos gracias a la planicie. Y por último, “Sbeitla”, que aunque se apreciaría mejor desde el cielo, por las mañanas un anodino matiz naranja cubre el magnífico complejo religioso antiguo.

Las medinas importantes son cuatro: “Kairouan”, que además es la ciudad sagrada de Túnez, con uno de los ejemplos mejores de su arquitectura islámica, y su Gran Mezquita. La medina de “Mahdia” es un viaje hasta el siglo X, con uno de los ejemplos notables de religión y cultura. “Sfax”, que quizás gracias a Alá, aún se mantiene marginada del turismo, es un villorrio de callejas serpenteantes que invitan al romanticismo. Y por supuesto “Túnez”, medina de auténtico valor y tesoro arquitectónico, que nadie que visite el país puede perderse.

¿Y museos? Yo recomiendo nada más 3:

  1. Museo Bardo: El mejor entre los museos de Túnez, famoso por su colección de mosaicos romanos. También guarda las exquisiteces de otros hallazgos y sitios arqueológicos del país.
  2. El Sousse: localizado en la impresionante “kasbah” (fuerte o ciudad amurallada), el museo ofrece una buena colección de mosaicos como objetos que se remontan a las guerras Púnicas.
  3. Museo Dar Charait: Este museo privado en el poblado de Tozeur (junto al oasis) contiene las mejores escenas de la vida corriente de Túnez, pasado y presente, desde réplicas de habitaciones hasta una tienda tradicional bereber. También, exhibe pinturas de arte contemporáneo local.


En cuanto a actividades, comenzaré por la observación de pájaros en el Parque Nacional Ichkeul, protegido por UNESCO y cerca a Bizerte, especialmente entre noviembre y marzo, cuando las copas se llenan de aves migratorias. Los viajes en globo (imprescindibles) son capaces de evocar por la tarde las imágenes únicas de la película “El paciente inglés” sobre las dunas, esa geografía mítica voluptuosa y dormida, como una hermosa fiera, a la vez, diosa femenina. También, están las caminatas de montaña por los bosques de los montes Kroumirie, y, de obligatorio cumplimiento, los viajes en camello por el Sahara, en los alrededores de Douz, que duran entre tres y cuatro días (una aventura auténtica de desierto, durmiendo bajo el manto de estrellas y escuchando leyendas alrededor del fuego).

Dos vistas particularmente de Túnez bastan para el turista. La primera, la de Chott el-Jerid, el mayor de los lagos salados del país, con sus orillas cercadas por montañas de sal que podrían pasar por nieve si no hiciera tanto calor. Si se coincide con la luna llena, la vista se vuelve poética, en versos del gran Angelos Silekianós: “… y pródigo el látex lunar / anegaba cual océano.” La otra vista imprescindible es la de los “Palmeraie” o canales espesos de palmeras en la zona de los oasis al sur, en medio del desierto, auténticos jardines del Edén y de primaveras eternas. Lo mejor de esto está en Douz y Tozeur.

Al hablar de playas, menciono la razón principal por la cual el turismo prospera en Túnez. Las más bonitas están al norte, cerca a Tabarka y Bizerte y Sidi Ali el-Mekki. Otras merecedoras de ser vistas (aunque siempre atestadas de bikinis y bañadores) están en Monastir, Aghir y en la isla de Djerba.

El viaje perfecto dura 2 semanas y debe seguirse casi al pie de la letra con el fin de sacar mayor provecho del país.

Desde el Norte y Centro de Túnez: El punto de partida es Túnez, con visita al Museo Bardo, la medina, Cartago y Sidi Bou Saïd (hermoso villorrio blanco, a 10 kilómetros de la capital sobre el golfo), todo para tres días. De ahí se recomienda tomar el tren al norte hasta Bizerte (un día), sin perderse de la Place Bouchoucha, con su puerto, canales y el fuerte español, terminado en 1573. De ahí, el viaje continúa a Tabarka, puerto de gran belleza, con su fuerte y las vistas del ocaso desde el “Aiguilles” (un día). El trayecto que sigue debe hacerse sin prisa por las montañas hasta ‘Ain Draham, lo que sería el centro alpino del país, con su arquitectura de techos de aguja para soportar las nevadas invernales, y de paso ver el bosque de alcornoques (todo en un día), antes de ir a Bulla Regia, y seguir hasta Le Kef (otro día), un bello fuerte antiguo a 800 metros de altura. Estando en Le Kef, no hay que descartar echar una mirada a Dougga, las ruinas romanas (otro día), antes de seguir por la carretera del sur a Kairouan, la ciudad sagrada, con una parada en Makthar (un día máximo), el Mactaris en ruinas que pertenecía a Cartago. La siguiente escala es Sousse, una dosis de modernidad con una hermosa mezquita, un buen museo y una medina perfecta; para un día después, seguir a Nabeul (sólo por la Neapolis romana y la facilidad de viajar a Kelibia y El-Haouaria, auténticas muestras de la vida sahariana común y corriente). El viaje termina en Túnez.

Desde el Centro y el Sur: Comienza en Sousse (dos días para visitar la medina y el museo), y seguir a Monastir (ver el famoso Ribat, que data del siglo XI aunque su antecesor del 796 a.C., un hermoso castillo) y Kairouan (la ciudad sagrada de Túnez). Tras un día de exploración, el viaje continúa a Sbeitla (hogar de las ruinas religiosas romanas de Sufetula), por un día. De ahí a la horrible Gafsa, aunque sólo para tomar el tren “Lezard Rouge” hasta Seldja (se requiere haber arreglado los detalles previamente con una agencia de viajes local), antes de continuar a Tozeur (por dos día). Tras haber visto el bello poblado y el lago salado de Chott el-Jerid, se recomienda dirigirse a Gabès (el único motivo, el oasis). Otro viaje a Mahdia por un día para ver su medina y su inspirador y somnoliento puerto, y el regreso a Sousse, por El-Jem (hogar del coliseo romano), para concluir el viaje.

Desde el Sur de Túnez: El punto de partida es la isla de Djerba, explorando Houmt Souq (su ciudad vieja, los monumentos islámicos y su fuerte) y recorrer la isla (dos días), antes de cruzar el canal en ferry y seguir a Tataouine, sólo para ir luego, por un día, a Ksar Ouled Soltane, muestra única de arquitectura berebere a pesar de los cables de la electricidad. De ahí, el viaje puede seguir a Douiret o Chenini, aunque recomiendo más Douiret si se quiere ver un auténtico pueblo sahariano, con ruinas y todo incluidas. Otra excursión lleva a Ghomrassen (pueblo berebere) y Ksar Haddada (otra fortaleza), todo por un día. La siguiente parada, por un día, será Matmata, con su arquitectura berebere bajo tierra (muy bella), antes de seguir, desde Gabès, a Douz (para ver la “Palmeraie”, un día). Tozeur merece dos días del itinerario (no solo por la calidad de lo que ofrece y su oasis), sino porque sirve de base para echar un vistazo a los oasis de montaña de Chebika, Midès y Tamerza, solo por un día. Luego, en tren, hacia Seldja (con sus formaciones rocosas), y al día siguiente, hacia Matmata (el pueblo berebere famoso por su arquitectura a 6 metros de profundidad y patios al estilo andaluz). La penúltima parada es en Medenine, solo para ver los castillos berebere de la zona, antes de seguir a Metameur para quedarse a dormir en su ksar (un fortín amurallado berebere compuesto de muchas “ghorfas” o celdas).

Las atracciones que ofrece Túnez sin duda alguna le hace justicia a su tamaño. Desde playas hermosas hasta un escenario desértico espectacular y una riqueza de sitios históricos que retroceden más de 2.500 años en el tiempo a la espectacular Cartago, Túnez lo ofrece todo. Además, su ubicación perfecta, a solo hora y media de Madrid en avión, por ejemplo, es un motivo más para pasar allí unas vacaciones diferentes y únicas.

Max Vergara Poeti | 04 de mayo de 2009

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