|
Soneto
del Vicentino
que acabó a lo humano
y comenzó a lo divino
Los ojos vueltos, que del negro dellos
muy poco o casi nada parecía,
y la divina boca helada y fría,
bañados en sudor rostro y cabellos,
las blancas piernas y los brazos bellos,
con que al mozo en mil lazos envolvía,
ya Venus fatigados los tenía,
remisos, sin mostrar vigor en ellos.
Adonis, cuando vio llegado el punto
de echar con dulce fin cosas aparte,
dijo: "No ceses, diosa, anda, señora,
no dejes de mene..." y no dijo "arte",
que el aliento y la voz le faltó junto,
y al dulce juego feneció a la hora.
--
Anónimo,
finales s.XVI.
Ilustración: Bruno Jordán.
índice
|
|