Esta carta va dirigida a ti, que por no estar no estas ni concebido, a ti que aún eres sudor contenido y gemidos por llegar, a ti que aún no tienes cigüeña que te lleve.
Te dirán algún día que todo es posible, que sólo hay que trabajar duro. Se olvidarán eso si de decirte que debes tener cuidado con las gaviotas.
Te dirán que no te alejes de la acera porque mas allá hay máquinas peligrosas en las que viven no se sabe que monstruos con aceite en sus venas y siempre moviendose. Se olvidarán eso si de decirte que las gaviotas te pueden quitar los ojos.
Intentarán convencerte de que todos de acuerdo es madurez democrática, que unanimidad es posible y que el acuerdo es una meta. Se olvidarán eso si de decirte que las gaviotas se alimentan de la carroña y luchan entre ellas por un hurgar en la basura.
Te llevarán a la gran explanada de asfalto, al sueño de aquel que quiso expandir la ciudad hacia el único lugar que no pertenecía a nadie, te llevarán a un falso puerto situado sobre un falso suelo arrancado al mar y allí te contarán que la razón de la ciudad era su puerto. Se olvidarán eso si de decirte que las gaviotas ponían sus huevos en los tejados y eran alejadas con halcones.
Te dirán que esa calle presidida por dos soldados troyanos, o por dos cartagineses o por dos esculturas del hijo de sabe quien está pensada para disfrutar de la ciudad, que es símbolo de urbanidad, que ya no es el puerto. Se olvidarán eso si de decirte que las gaviotas fueron arrojadas del paraiso, que inoculaban veneno en sus huevos para que pensasen que todavía podrían tener descendencia.
Incluso te llevarán a pasar el domingo o la tarde del sábado al centro comercial, a ese monstruo deslabazado y ajeno que se instaló un día en el puerto porque todos estábamos de acuerdo en que era la mejor opción. Se olvidarán eso si de decirte que las gaviotas ya no pueden vivir en el basurero porque está tapado, que ya no pueden vivir en el puerto porque ya no hay puerto, se olvidarán eso si de decirte que las gaviotas nunca fueron bienvenidas en la ciudad.
Y a pesar de todo esto, a pesar de que nadie quiere a las gaviotas, intentarán convencerte de lo bella que es la imagen de sus alas cobijando protectoras el espacio correcto y aburrido de un palacio de congresos.
No deja de resultar paradójico que un defensor de la cultura propia, con palabras sensibles al nacionalismo haya escogido como metáfora de una de sus obras precisamente la gaviota, sólo le falta pintarla de azul.
llanto
13 de Junio de 2001, día de llanto para la arquitectura gallega. Dos pérdidas irreparables para el oficio de la arquitectura, muere Enrique Meijide Calvo arquitecto y se adjudica la obra del nuevo palacio de congresos al proyecto presentado por Cesar Portela y Ricardo Bofill.
La primera es la noticia de una carrera truncada en el momento de la reflexión, en esa etapa en la que al oficio aprendido se suma una vida de experiencia, es la noticia de un final precipitado.
La segunda noticia es la de un nacimiento contranatura, la de lo que nunca debio haber sido.
Del profesor Meijide me queda el recuerdo de una comida en el claustro del monasterio de Ribas de Sil (paradojicamente tenía al otro lado a Cesar Portela), el recuerdo de la arquitectura entendible y su mejor lección, disfruta de la vida. El recuerdo siempre acaba exagerandose y acabará siendo mejor de lo que era o peor de lo que fue, pero siempre será un lugar de vuelta, un paisaje inventado o no en el que cabe siempre todo. Todos recordaremos al profesor.
Del palacio de congresos de Cesar Portela y Ricardo Bofill desgraciadamente no nos va a quedar el recuerdo, nos quedará la obra entera. En cierta ocasión y con motivo de una exposición de su obra en las Arquerías del Ministerio de Fomento se acercó al maestro Alejandro de la Sota una señora que con sus mejores intenciones le comentó que la arquitectura era una obra de arte que podía ser vista por todo el mundo a lo largo de generaciones, a lo que el maestro en uno de sus frecuentes arranques de lucidez respondió "...encima eso!!", en este caso no caben mas comentarios. La historia de la arquitectura es sin duda la de las obras construidas, pero podríamos hacer también la historia de las oportunidades perdidas. No hace falta pensar demasiado para que salten a la memoria ejemplos como el del concurso para la sociedad de naciones vergonzosamente negado a Le Corbusier o las oportunidades perdidas con el concurso para la sede del Chicago Tribune, son muchas y siempre muy extrañas las circunstancias que rodean este tipo de resoluciones. Todos recordaremos el proyecto de Arturo Franco y Jean Nouvel.
Indignación
A Coruña ha perdido su oportunidad.
Si como decía Rossi la ciudad es una obra de arte colectiva y reflejo de la sociedad que la produce la colectividad coruñesa y su sociedad no dejan de demostrar día a día su grado de involución cultural. Basten unos pocos ejemplos:
Indignación por el derribo del asilo de Adelaida Muro, una obra de valor arquitectónico sobradamente demostrado.
Indignación por construir y celebrar el "pirulí" milenario.
Indignación por destrozar el borde marítimo con un paseo que podría estar en un museo de los horrores.
Sin duda la ciudad no puede crecer a base de elementos singulares, o al menos no debe hacerlo a costa de una planificación que se esconda detrás de las grandes obras pero no es posible encima evitar las grandes obras para sustituirlas por el pago de favores.
La ciudad tiene lo que se merece.